112. Pídele Que Venga

524 65 78
                                    


Poco a poco oscurece en el cielo de Polis, la brisa ya no es tan suave y un frío viento recorre las calles. En la elevada e imponente Torre este se hace sentir aún más colándose a través de las desnudas ventanas, claraboyas y miradores.

Todas y cada una de las velas de las estancias privadas de la Heda de los Trece Clanes, se han ido apagando poco a poco a medida que pequeñas rafagas de viento han ido extinguiendo su cálida luz. La habitación practicamente está sumida en la penumbra desde hace bastante tiempo.

Lexa que permanece sentada en el suelo en silencio con la cabeza apoyada en la pared, contempla fijamente su cama a lo lejos donde reposa el cuerpo de Halena. Las lágrimas se han secado volviendo ásperas sus mejillas y un regusto amargo y salado aún perdura en sus labios. No se ha movido desde que la verdad le fue revelada de forma esporádica y fulminante, colmando su mente de ensoñación y dolor.

Una tormenta se acerca. Una tempestad, que puede oler en el denso aire. Fuera las grises nubes se han ido amontonando en el horizonte y lentamente encapotan el cielo arrastrando con ellas una intensa lluvia que amenaza con descargar por toda la gigantesca ciudad.

Un bronco ruido que se corta de golpe quiebra el silencio de la habitación, alterando la calma que profesa Heda y se da cuenta de que viene de su cinturón.

Llevándose la mano allí, palpa hasta dar con el oscuro transmisor que ni siquiera recordaba tener allí, obsequio de Clarke antes de marchar hacia Arcadia.

Ella había rehusado el regalo pues le parecía algo extraño el utilizar algo así. La tecnología era algo puramente foraneo y misterioso para los Trikrus, que como ella jamás habían estado en contacto con tecnología antes, más Clarke había insistido mucho en que se la quedase.

Esa "radio" como ella la había catalogado era un medio para que se pudiesen comunicar aún en la larga distancia. Lexa seguía sin creer que eso fuese posible, salvo por aquellas veces que había visto a algunos miembros de Skykru utilizarlas para hablar entre si durante los acontecimientos del Monte Weather. Pacientemente, Clarke le había enseñado durante su despedida a usarla, más había olvidado que aún la conservaba bajo su larga capa y al quitársela al acudir con Halena ni se había acordado de ella.

Ahora esa "cosa" hacía bruscos sonidos que la convertían en una aún más extraña para ella.

—¿Lexa...? —escuchó preguntar de pronto entrecortadamente la voz de Clarke—. ¿Estás ahí...?

Nuevos ruidos prorrumpieron a través del receptor que hicieron que la voz desapareciese. Clarke parecía estar ajustando algo al otro lado, porque cuando la voz volvió a sonar está vez se escuchó mucho más clara.

—Lexa... —insistió la voz de Clarke al otro lado.

Lexa que contempló la radio sobre su mano largos instantes en silencio pensó en no contestar, ni siquiera estaba segura de poder hacerlo.

—Lexa si me escuchas pulsa el botón rojo para hablar tal como te enseñe, ¿recuerdas? —dijo Clarke tras unos instantes algo insegura de que pudiese recibirla—. ¿Lexa...?

Ella cerro los ojos al oír su voz y supo que la suya temblaría si la utilizaba en aquellos momentos por lo que tenía que obligarse a calmarse. Su deber era contestar y esclarecer el motivo por el que Clarke había ido a ver a su gente.

—Aquí estoy... —repusó Lexa tras unos breves instantes.

Aunque Lexa no pudiese verlo, Clarke sonrió con alivio sentada sobre su cama con la radio entre las manos al escucharla.

—No sabes cuánto me alegra volver a escuchar tu voz en estos momentos —contestó Clarke aplacando su incertidumbre al poder hablar con ella—. Si la transmisión se corta no te inquietes, es que en Arcadia está lloviendo. Imagino que ahí también lo está.

Lexa que ni se había percatado de ello siquiera, dirigió la mirada hacia el abierto ventanal viendo por entre las raídas cortinas como fuera ya había comenzado a llover débilmente.

—Siento no haber podido comunicarme antes es que no te haces una idea de la locura que ha sido todo esto —comentó Clarke suspirando antes de pasarse la mano por el rostro apartándose el rubio cabello de los ojos—. Kane ha renunciado a la insignia de Canciller tras un desagradable incidente y ahora... bueno, tal vez te alegre saber que he propuesto a Octavia como Canciller en funciones. Quizás sea precipitado por mi parte, pero estoy convencida de que es lo correcto para nosotros en este momento.

Lexa que escuchó cada palabra aunque apenas la retuvo asintió imperceptiblemente contemplando la radio en su temblorosa mano.

—Bien hecho —acertó a contestar Lexa en apenas un murmullo.

Clarke que le extraño mucho que fuese tan escueta trás haberle contado algo así creyó que tendría muchas más preguntas al contárselo y eso la desconcertó un poco.

—Lexa, ¿va todo bien? —preguntó insegura Clarke con preocupación ante el inexistente tono de su voz—. Te noto algo extraña.

La Heda de los Trece Clanes que apartó el dedo del botón rojo que la separaba de ella alzó la mirada intentando que sus ojos no se humedeciesen tanto y que el corazón no le latiese con tanta fuerza. La voz le tembló incluso antes de escapar de sus labios.

—Clarke, necesito...—acertó a decir trémulamente ella antes de cerrar sus ojos para concentrarse—. Necesito que hagas algo por mi. Pide a tu madre que venga a Polis.

La extraña petición hizo que Clarke se preocupase aún más al oírla.

—¿Con está tormenta? —planteó Clarke mirando hacia la esclusa de su metálica pared escuchando la incesante lluvia golpear en ella—. Imposible. No sabes cuánta lluvia está cayendo fuera.

Lexa que sintió sus manos temblar sintió una lágrima escapar de sus ojos y rodar lentamente en silencio por su cara al ver a la niña a lo lejos.

—Clarke, necesito que venga.

—¿Por qué? ¿qué es lo que pasa? —volvió a preguntar Clarke sin entender el porque quería ver a su madre con tanta urgencia en aquellos momentos.

La voz de Lexa apenas fue un murmullo apagado cuando consiguió al fin revelarle la verdad.

—Halena, se está muriendo, Clarke.

Clarke que se quedo completamente inmovil al oír esas palabras, permaneció en silencio con sus impresionados ojos clavados sobre el transmisor, sintiendo su respiración acelerarse por el duro y tenso momento.¿Pero de qué demonios estaba hablando? ¿Cómo iba Halena a morir si apenas era una niña y estaba bien hacia unas horas cuando ella partió hacia Arcadia? No, eso... eso no podía ser. Eso estaba mal, seguramente ella con la tormenta lo había oído mal.

—Lexa... —murmuró Clarke tras un débil instante algo queda.

—Por favor, pidele que venga —suplicó Lexa justo antes de apartar el dedo del botón no queriendo derrumbarse con ella.

Clarke en ese momento se asustó de verdad. Lexa era la Comandante, la Heda de los Trece Clanes, la persona más influyente y poderosa que conocía, ella ordenaba, no suplicaba, ¿y ahora la había escuchado hacerlo? No, no podía ser. Muy mal tenían que estar yendo las cosas en Polis para que ella hiciese una cosa así.

Clarke soltó la radio sobre la cama y se levantó de inmediato para ir en busca de su madre. No sabía lo que ocurría con certeza pero debían ir las dos a Polis fuese como fuese.

Continuara...

Asumámoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 1. (#TheWrites)Where stories live. Discover now