100. Natshana

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La tarde se ha cernido sobre Polis sin que Halena siquiera se diese cuenta de ello. Cuando después de varias horas durmiendo, despierta, la luz de las numerosas velas encendidas en la confortable habitación le proporcionan el anhelado calor que ambicionó tantas veces atrás.

Halena se lleva la mano al rostro frotándose los ojos adormiladamente, cuando al despegar su cuerpo del mullido colchón se da cuenta de pronto de que no está sola.

Su primer instinto es llevar su mirada a la puerta comprobando que siga cerrada tal y como Heda la dejó, el segundo es hallar un arma lo más cerca posible hasta tener oportunidad de alcanzarla.

—Si buscas un arma, hay una daga lo bastante afilada junto a tu almohada —la sorprendió una serena voz desde un cómodo sillón al otro lado de la habitación—. Heda creyó que te sentirías mucho más segura así.

Halena que se apresuró a tantear con la mano entre las pieles hasta dar con ella, la tomó nerviosamente con la mano devolviendo la mirada al joven chico sentado frente a ella.

—¿Quién eres? —exigió saber con voz trémula.

El chico que estaba sentado con las botas apoyadas sobre una mesa, y un montón de manuscritos reposados sobre su regazo, levantó la mirada calmadamente al oírla.

—Me llamo Aden. Heda te habló de mi, ¿recuerdas? —dijo él amablemente—. Te anunció que vendría.

Halena se quedó muy quieta al oírle un tanto desconfiada.

—¿Tú eres Aden?

El tono que utilizó hizo que Aden la mirase de nuevo.

—¿Decepcionada?

—Sorprendida —confesó Halena con un discreto gesto dejando el arma a su lado sobre la cama—. Por cómo Heda habló de ti, te esperaba mucho más...

—¿Apuesto? —inquirió el joven natblida con una plácida sonrisa—. ¿Alto?

—Mayor —admitió Halena quedamente sin apartar sus claros ojos de él—. Mucho más mayor. Heda te respeta.

—Y yo la admiro con devoción —reconoció Aden sincero devolviéndole la mirada un tanto preocupado—. ¿He sido yo? ¿Te he despertado con el ruido de los pergaminos?

Halena que se fijó en ellos sobre su regazo, pareciendo tan ásperos y secos negó imperceptiblemente.

—Puedes volver a dormir más si quieres, procuraré no hacer ruido para que puedas descansar.

Halena que se le quedó mirando extrañamente no le sintió como una amenaza para ella, al contrario una sensación de paz y serenidad se desprendía de todo su ser.

—He dormido suficiente, ya no quiero hacerlo más.

—Bien, no tienes porqué hacerlo —la alentó Aden bajando la mirada a los viejos escritos para seguir estudiándolos.

Halena que le estudió con la mirada durante un buen rato finalmente apartó despacio las confortables pieles para sentarse en el borde de la cama.

Aden que sentía como le escrutaba con la mirada, tuvo el decoro de no comentar nada al respecto y otorgarle tiempo para acostumbrarse a él y a su presencia. Lexa había confiado su más preciado tesoro a su cuidado y no quería hacer nada que pudiese decepcionarla.

Halena que puso las manos sobre su regazo bajándose un poco más el camisón fue consciente de su descaro al mirarle de aquella forma y desvió la mirada hacia la pared, encontrando al cachorro que había dejado aquella mañana sobre un confortable almohadón rodeado por una manta. Se sonrió al ver como su pequeña cabeza reposaba plácidamente sobre sus patitas delanteras mientras dormía profundamente en el rincón.

Halena que se levantó de la cama se acercó al almohadón agachándose a su lado antes de cogerle en brazos sintiendo su calor contra su pecho al abrazarle.

—¿Aún no has despertado? —murmuró casi para si acariciándole tiernamente con la mano.

Aden que la siguió con la mirada reconoció aquel preciado regalo de Azgeda para la Heda de los clanes porque las panteras blancas eran algo totalmente inexistentes en las tierras del Pueblo Arbóreo. Solo las panteras salvajes y negras habitaban allí.

—¿Es tuya? —preguntó Aden con inusitada curiosidad fijándose en ella antes de dejar a un lado los pergaminos y levantarse para acercarse a verla.

—Así es —repuso ella poniéndose en pie con el cachorro en brazos volviéndose hacia él para verle—. Heda me la ha regalado.

—¿Puedo verla? —preguntó Aden sin poder apartar los ojos de tan hermosa y blanca criatura.

Halena tardó un poco pero finalmente asintió y Aden se acercó a ella.

—Es preciosa —murmuró Aden contemplándola aún más cerca, deslizando su mano con cuidado por su suave y niveo pelaje, viendo como la pequeña fiera entreabría sus azules y pálidos ojos bostezando antes de volver a cerrarlos para seguir durmiendo. Aden se sonrió al ver eso y Halena ladeo la cabeza—. ¿Cómo la has llamado?

—Aún no tiene nombre —dijó ella mirándole acunando a la pequeña pantera—. No se cuál escoger para ella. Nunca había tenido que elegir nada así.

—Podríamos pensar algo juntos si te parece —le propuso Aden fijándose en ella.

Halena que le miró a los ojos supo de algún modo que podía confiar en él y asintió finalmente.

—Mmm... —Aden que hizo por pensar alguno hizo un gesto—. ¿Qué te parece Bluma?

—¿Delicada como una flor? —se planteó ella mirando la carita del cachorro—. No sé...

—¿Skaifaya? —propuso nuevamente Aden.

—¿Estrella? —se preguntó Halena pensativa mirando al blanco cachorrito.

—Si, tienes razón. No es un buen nombre para una pantera.

—¿Qué te parece Natshana? —acertó a proponer Halena mirándole por un instante—. Es tan blanca como la luna.

—Natshana —murmuró Aden sonriéndose fijándose en el suave cachorro tan blanco y redondo como una pequeña luna—. Me gusta, le pega mucho.

Halena que se sonrió al escucharle se sintió satisfecha de haber escogido un buen nombre para ella, uno del que sentirse orgullosa porque era la primera vez que enfrentaba una decisión así ella sola y que al parecer acertaba escogiéndolo.

—Natshana... —pronunció Halena acunando al pequeño cachorro contra ella acostumbrándose a pronunciar su nombre y a escuchar el sonido resonar entre aquellas paredes.

—Heda se complacerá con ello —dijo Aden seguro de ello fijándose en ella cerca—. ¿Qué tal si me la dejas para que puedas cambiarte y bajamos a cenar algo?

Halena que pareció dudar un instante finalmente se inclinó dejando el cachorro sobre sus brazos queriendo confiar en su persona, si la poderosa Heda de los Trece Clanes lo hacía, ¿por qué ella no?

—No tardaré mucho —dijo ella fijándose en como le acariciaba él mientras aguardaba pacientemente para que fuese a cambiarse.

—Ambos te esperaremos —repuso Aden yendo a sentarse con el cachorro con una apacible sonrisa.

Halena que se les quedo viendo asintió y se apartó de allí para ir al baño y poder cambiarse.

Continuara...

Asumámoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 1. (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora