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— ¿En que pensas Luz? — Le preguntó su amiga intentando sacarla de la burbuja en la que se encontraba. — ¿Todo bien?

— Si todo bien. — Respondió con una sonrisa.

— ¿Me vas a decir en qué pensabas o es personal? — Luz la miró y volvió a sonreír con felicidad.

— ¡Hoy hace tres meses que Joaquín me pidió casamiento! — Una sonrisa se dibujo en su rostro. — Cuando teníamos siete años, el me molestaba con que nosotros íbamos a estar juntos y obviamente yo le decía que no, que éramos amigos. — Una sonrisa, nostálgica esta vez apareció en su rostro. — Mírame ahora. — Levantó su mano derecha dejando ver el anillo. — Tengo un anillo en mi dedo anular justo de la persona con la que dije que no iba a pasar nada.

— ¡Quién iba a decir que te iba a rearmar después de romperte tantas veces! — Exclamó Belén, no en forma de remarcar un error, si no que es casi imposible que eso pase.

— No solo es eso. — Miró el anillo completamente embobada. — ¡Me hace feliz!...

— ...¡Me hace extremadamente feliz! ¿Sabes que escuchar del otro lado de las paredes es de mala educación no? — Se escucho a espaldas del tucumano.

— ¡No estaba escuchando! — Se excusó defendiéndose, claramente mal. Matías solo lo miró.

— ¡Pareces las viejas chusmas del barrio! — Le recriminó con gracia. — ¡Te falta el vaso de vidrio pegado a la pared para escuchar con más claridad! — Algo se removió a espaldas de Joaquín y Matías lo miro con una sonrisa. — ¡Deja, olvídate de lo que dije! ¿Me vas a responder que haces escuchando detrás de las paredes?

— Luz hace días que está rara, estaba preocupado. — Dejo el vaso sobre la mesa y se alejo de la pared.

— ¿Rara en qué sentido? — Se sentó en el sofá y tomó uno de los joystick de la play.

Cuando Joaquín estaba por responder, se comenzó a escuchar un llanto de dolor por toda la casa que efectivamente no venía de Federico.

— Viene de afuera. — Le advirtió Matías a Joaquín, rápidamente Luz y Belén aparecieron en el living.

Joaquín abrió rápidamente la puerta del jardín tratando de descubrir de donde venía ese ruido.

— ¡Es Simba! — Escuchó el grito de Luz y se acercó al bulldog que estaba recostado en el pasto.

— ¿Simba? ¿Que te pasa? — Preguntó como si fuera que el perro le iba a responder, si bien no hablo se expresó con la mirada. Su mirada estaba vacía y llena de dolor. Comenzó a acariciarlo para buscar de donde venía el dolor y cuando su mano apenas rozo su pata trasera, Stich volvió a aullar y llorar. — ¡Es su pierna! — Le advirtió a Luz y lo tomo en sus brazos para llevarlo a la veterinaria.

— ¡Yo voy con vos! — Emitio saliendo con el y olvidándose por un momento que tenía un hijo.

Cuando llegaron el veterinario ya los estaba esperando, debido a que Luz se había comunicado con el en el camino.

— ¡Salga afuera por favor! — Les pido el veterinario para podés examinar a Stich con tranquilidad.

Los minutos pasaron y ninguno de los dos tenía noticias de Simba.

— ¿Cómo está? — Pregunto Luz apenas abrió la puerta. La cara de Felix no era la mejor.

— Simba tiene un osteosarcoma en el fémur. — Comenzó a explicarle confundiendolos más de lo que ya estaban.

— ¿Va a estar bien? — Está vez Joaquín fue quien pregunto. El veterinario negó con la cabeza.

— El cáncer está muy avanzado y ya infectó gran parte del hueso, expandiéndose por los demás huesos. — Las piernas de Luz temblaban y si no era porque Joaquín la tenía abrazada, hubiese caído al piso.

PERFECTA • Joaquín Correa • [Wattys 2018]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora