☥ ‣ CAPÍTULO 1

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Vigilantes

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Vigilantes

Aleksanteri Donnchadh

Enero, 2009. Bratislava, Eslovaquia

El ser humano es la bestia domesticada por valores éticos, y en ciertas ocasiones, cuando se quebranta la moral nos comportamos peor que un animal de cuatro patas. Somos esa raza nociva que se expande como plaga mientras vive bajo una disputa interior continua.

Al caer la medianoche, visito la biblioteca y tomo uno que tiene por título "Vigilantes". Con la intención de leerlo en el jardín, escucho un llanto que interrumpe mis planes. Camino por el pasillo y vuelvo oír lamentos. Entro al impecable atrio. Aquí hay muchas reliquias; desde finas pinturas hasta esculturas de mármol. Un gran cuadro destaca debido a sus detalles en oro.

Éste lleva el retrato del Dux, mi padre, quien posa con el pecho expandido y la mirada altiva.

Mis antepasados tienen una fascinación por los castillos góticos, las bellas artes en esculturas y pinturas antiguas. Ellos fueron los pioneros en darle creación a un inquebrantable imperio dominado por el Dux; la Tríada. Su descendencia es la línea de poder que dará perpetuidad al dominio que mi apellido posee.

Y esos lamentos son la nueva competencia para mí y mi hermano mayor. Henryk aparece desde las escaleras alfombradas, se acerca a mí y posa su mano en mi hombro. Intenta burlarse de la situación, pero lo ignoro. Retomamos el trayecto hacia las habitaciones de las esclavas.

Las concubinas del Dux son elegidas por su esposa legítima. Estas esclavas duermen en una habitación compartida, con educadoras a cargo de ellas. Los hombres tenemos prohibido el ingreso a esta área, a excepción de los nacimientos.

Después de la muerte de mi madre, estas salas han perdido color. Las sedas cubren el área de las camas ubicadas en el suelo. Hay un pasillo en el centro, con un camino de velas. Camino, percatándome en los últimos colchones. Las esclavas se retuercen cubiertas de sangre.

Los gritos femeninos me perturban, las mujeres se mueven afligidas en sus colchones mientras las parteras intentan dar a basto. El hedor a sangre revuelve mis entrañas.

—¡Atención! —anuncian los escoltas en la entrada—. ¡Nuestro magnífico Dux!

Todos inclinamos la cabeza ante la privilegiada presencia del Dux. Sus escoltas permanecen en la entrada, evitando mirar a las concubinas, mientras que mi padre se acerca a las últimas camas. Viene en compañía del obispo y el Káiser de la Tríada.

—Me enorgullece que estén aquí —dedica una mirada a Henry y a mí.

—Es un honor estar presente en un momento tan importante para usted, padre —lo adula Henryk mientras realiza una reverencia.

El Dux le alza la mano y él deja un beso en su dorso. Luego mi padre se voltea hacia mí.

Realizo el obligado saludo y la reverencia. No dejo de observarlo en ningún momento. Todo en él desprende dominio e idolatría, apariencia que algún día será mía.

APARIENCIAS AFRODISÍACAS ©Where stories live. Discover now