☥ ‣ CAPÍTULO 3

435 27 35
                                    

El Abogado del Diablo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El Abogado del Diablo

Kayden Manson

Agosto, 2018. Oslo, Noruega

La brisa gélida acaricia mi piel al momento de bajarme del Bentley. Mi chofer se ocupa de aparcar en lo que me guío hacia el imponente edifico. Uno de los rascacielos más modernos y elegantes del distrito; el prestigioso Bufete Manson.

—¿Dónde estás? —titubea Izan a través del mano libres—. Es una falta de respeto hacerlos esperar, ¿Estás escuchándome?

—Ellos llegaron antes —contesto altivo, colocándome los lentes ópticos—. Me halaga que las cosas no comienzan sin mí.

Paso las puertas giratorias entrando al edificio.

—Buenos días, señor Manson —saludan los guardias.

Observo las salas de recepción y las personas aguardando su turno. No hay ajetreo ni bullicio, y eso me agrada, no tolero que usen mis propiedades como trajín. Camino hacia el elevador hasta que un crío obstruye mi andar. 

Vierte su leche en mi pantalón, arruinándome el traje Caraceni. Lo reprendo y pone una cara amedrentada, pellizco el puente de mi nariz y flexiono mis rodillas para estar a su estatura.

—¿Sabes cuánto vale este sastre? —pregunto y niega—. Vale más que el baratillo condón que se rompió cuando tus padres te procrearon, desgraciado crío.

Arruga su frente, confundido.

—¡Ahí estas, Oliver! —llega una señora con un espantoso atuendo. Supongo que es su madre.

Se fija en el desastre que causó su crío.

—Oh disculpe, señor —expresa avergonzada—. Le daré toallas húmedas...

—No se preocupe —niego. No me limpiaré con esas porquerías.

—Mami —le agita la mano—. ¿Qué es condón?

La señora se sonroja y me mira. Como no es capaz de darle educación sexual a su mal portado hijo, me doy la amabilidad de explicárselo en palabras simples.

—Es un envoltorio anti-críos que se pone en la erección —le digo. Así de sencillo es.

—¡Señor! —exclama la señora.

—Mami —su hijo le jala la mano—. ¿Qué es erección? ¿Para qué sirve?

—¡Oliver! —se lo lleva.

El escrúpulo de la señora y la incredulidad de su hijo me da buen humor. Dejo atrás el vestíbulo y abordo el elevador. Izan refunfuña a través del auricular.

—Necesito otro traje —le ordeno—. Asegúrate que lo obtenga cuando esté arriba.

Pensé que otra vez te perderías con Ingrid.

APARIENCIAS AFRODISÍACAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora