☥ ‣ Capítulo 77

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Veredicto.

Elaine

Miro a la nada mientras Erick peina mi cabello. Ayer salí de la clínica y pude volver a casa.

—Ya no tengo nada...

—Me tienes a mí —besa mi frente—. Eres fuerte, y no lo digo porque seas mi mejor amiga. Tu coraje hará que el universo entero te tema, yo lo sé.

—Toda mi vida se hizo trisas... —sollozo—. El dolor y la tragedia son el castigo por amar a dos hombres al mismo tiempo. Ya no puedo decir que está bien o que está mal.

—No pienses así... Sanarás muy pronto.

—Estoy cansada de esperar sanación.

—Llegará esa sanación —me consuela—. Verás que la vida te lo recompensará.

Sus palabras logran trasmitir calma, le pido que me abrace y Erick no se suelta de mí. Más aliviada, puedo cerrar los ojos sin perturbar las horas de descanso profundo.

Al despertar veo el balcón abierto y las cortinas ondearse por la brisa. La noche cayó y una luna impregna de luz la habitación. Tomo las cobijas y me hago un ovillo. Recapacito en la discusión con Zaid, también replanteo mi hostilidad hacia Kayden. No he visto a ninguno hace días.

Agarro el móvil del velador y enciendo la pantalla, son recién las nueve de la noche. Sin apetito y debido al desánimo regreso a la cama, pero no vuelvo a dormir.

—Hija... —escucho la voz de Celine desde la puerta—. Preparé dulces.

—No tengo hambre.

—Puedes comer más tarde —deja la bandeja en el velador y se sienta en la cama—. Preparé la bañera, vertí leche y rosas, tal como cuando eras niña. Te gustaba mucho bañarte en esas...

—No quiero nada.

—Ojalá en el juicio, ese maldito obtenga su merecido —opina—. Kayden merece pudrirse en prisión y su hermano...

—Celine, cállate —pido de buena manera.

—Sé que te molesta las verdades —vuelve a hablar—. Pero no quiero que pases por alto este crimen. Aléjate de ellos, ese apellido es maldición. Vente conmigo a Versalles.

—Basta, por favor.

—¿Por qué? —insiste—. ¿Por qué te cuesta tanto dejarlos? Soy tu madre y ni así me elijes...

—¡Porque los Manson han sido más familia que tú! —mi ira estalla, cual bomba emocional.

—¡No me hables así, que soy tu madre!

Enfurezco y me levanto de la cama. Las espinas de la rabia agujerean mis pulmones. Apenas consigo aire. Tomo a Celine del brazo y la saco de la habitación. Hago oídos sordos a sus palabras hirientes e ignoro su amenaza de irse.

Por mí, puede irse a la mierda. No la necesito.

Tomo una ducha cuando siento la necesidad de retomar las autolesiones. Aseo mi cuerpo y luego me pongo un camisón. Retomo el consumo de antidepresivos y añado otra píldora para dormir. En un lapso corto de minutos, consigo dormirme bajo medicación.

APARIENCIAS AFRODISÍACAS ©Where stories live. Discover now