☥ ‣ Capítulo 55

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Premonición.

Zaid

Sublime es Elaine LaVey, cuando la tengo encima gimiendo mi nombre mientras me da un exquisito sexo. Ella es la personificación del pecado afrodisíaco forjado en cuerpo y esencia.

Atrapo sus caderas, acelero el vaivén y subo con mi boca hasta los pechos. Me prendo de sus pezones, paseo la lengua en pequeños círculos alrededor de su areola rosada y tiro suave de cada pezón. Las tetas le revotan cuando la pongo a cabalgarme. El deseo de probarla se vuelve más voraz cuando conozco las prohibiciones que rigen estos encuentros.

Conforme beso su boca, azoto sus glúteos, luego los arremeto y vuelvo a nalguearla. Me gusta como gime y le devoro la boca a besos agresivos. Nada de ternura; mis caricias y besos son de aquellos que emanan tentación e incineran el alma debido al exacerbado placer.

Saco el miembro empapado de fluidos de su sexo, Elaine se voltea y se ubica a horcajadas de mis piernas dándome una exquisita vista de su trasero. Al tener las caderas anchas y esa fina cintura, mi erección se endurece más. Frota el exterior de su vulva con mi glande y jadea.

—Te ves tan rica en esta posición —pellizco sus glúteos y suelto un par de nalgadas.

—Mira como me tienes —comienza a dar una serie rápida de sentones, el trasero le balancea de arriba a abajo dejándome loco—. Qué rico.

Enredo sus hebras bajo mi puño y le jalo el cabello mientras la penetro, al tiempo que continúa sus sentones. Estimulo su conducto anal sacándole gemidos, luego la tiro sobre la cama, jalo su cabello y me pongo encima para desquitarme las putas ganas que venía aguantando estos insatisfechos días.

Ahogo sus gemidos cuando presiono su rostro contra el colchón, me araña los brazos y usa de su entrenamiento para voltear nuestros cuerpos. Queda encima, pero nunca me ha gustado jugar a los roles de sumiso, atrapo su cuello para inmovilizarla mientras contengo el dolor de sus uñas clavadas en mis brazos. La penetro de golpe y se queja insultándome.

—¡Cógeme despacio, maldito cabrón!

—A mí me gusta cogerte brusco —la callo con un beso—. Brusco y rico, belleza.

Nuestras lenguas se declaran una disputa procaz, consumo sus labios e intercalo una serie de embestidas bruscas que la ponen a rasguñarme la espalda. Aguanto el ardor, ya que estoy disfrutándolo mucho como para detenerla. Me muerde el labio inferior, mi risa es espontánea y la abrazo volteándola en la cama, le doy el gusto de volver a montarme.

Pierdo noción del tiempo cuando entro y salgo de su estrecha vulva. Siento como su cuerpo recibe el orgasmo, Elaine cae sobre mi pecho y yo sigo embistiéndola hasta correrme. La descarga es abundante, pero no suficiente.

Giro su cuerpo y dejo un rastro de besos por su espalda, le muerdo despacio ambos glúteos que acaricio para aliviar la irritación que dejaron las nalgadas. Se tumba de abdomen contra la cama, por lo que me apoyo de mis codos para quedarme encima y no aplastarla con mi peso.

—Para, por favor... —habla lento y bajo—. Me dio sueño... Quiero dormir.

Salgo de encima y me tumbo a un lado de la cama. Elaine se limpia la entrepierna y después se arropa bajo las mantas.

—Abrázame —la atraigo hacia mí.

Se acomoda entre mis brazos. Le quito el cabello que cubre su ceja y acuno su mejilla para besarla, esos carnosos labios se acompasan perfecto a mis besos.

—¿Dormimos juntos? —me pregunta—. Pero juntos de verdad...

Suelto la risa cuando se sienta a horcajadas.

APARIENCIAS AFRODISÍACAS ©Where stories live. Discover now