☥ ‣ CAPÍTULO 15

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Jugada de placer

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Jugada de placer

Zaid

La mañana del jueves es templada. Escaneo la placa y mi retina para acceder a la SAC «Acceso autorizado, agente Zaid Manson», dice la voz a través del altavoz. Paso la casilla de seguridad y aparco el deportivo. Bajo del vehículo en el mismo instante que reparo a la agente LaVey, aparcando su moto puestos más adelante.

El conjunto ajustado de cuero me deja absorto, la prenda le resalta la figura y los generosos glúteos y senos. Las manos me cosquillean por tocarla, vestida así emana tentación.

El placer visual se esfuma cuando en la entrada se topa con Kayden. Me hastío al verlos saludarse con un empalagoso abrazo.

Cruzo el estacionamiento y llego hasta ellos. El abogado es el primero en mirarme y percibo que se ofusca por mi llegada, así que miro sin escrúpulos el cuerpo de Elaine, para que se ofusque con más ganas.

—Kayden —lo saludo sarcástico y reparo a la mujer a su lado. Sus ojos garzos conectan con los míos—. Agente, buenos días.

Elaine blanquea los ojos y aprovecho esos segundos para observarle los senos.

—¡Zaid! —espeta Kayden, recayendo una áspera faceta sobre mí—. Mantén respeto.

—Lo que deseo hacer no tiene esos valores incluidos —soy honesto.

—Vete, Elaine —le pide—. Quiero hablar un momento con mi hermano.

—Bueno —le sonríe a él, y al mirarme a mí, esboza la habitual mala cara.

Continúo mirándola cuando se va. «Me encanta como se vistió hoy» Los pocos días que llevo en la SAC luce ropa aburrida y mal combinada, pero este atuendo saco a relucir esa exquisita figura.

—La disputa es entre los dos —habla arisco Kayden—. Deja a Elaine fuera de tus discordias y no la uses como cizaña en mi contra.

—¿Cizaña? —me burlo—. Si la uso, será para un buen polvo. No para estupideces.

Acorta la distancia entre nosotros.

—Recuerda que eres un agente federal más —amenaza—. Tú eres el que está para el empleo y yo soy el que da trabajo. Por ende, te exijo que te alejes o haré que te saquen a patadas. Puedo cagarme toda tu carrera si se me plazca.

—Hazlo —no me inmuto—. Arruina mi carrera, pero abstente a las consecuencias cuando toda tu manada de bastardos pudientes, sepa que el señor Manson es drogadicto.

Su semblante palidece y retrocede. No sé cuál motivo me causa más rabia, que se haga el imbécil o que mis sospechosas sobre su consumo sean ciertas. 

—¿Cuál es el puto afán de fingir? —en el fondo esperaba que no fuese así—. Te falta tanto el carácter, que te resulta más fácil aparentar.

APARIENCIAS AFRODISÍACAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora