☥ ‣ Capítulo 74

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Cuna vacía.

Elaine

Dos semanas después. EEUU, Los Ángeles.

No hay palabras que describan la dimensión de este dolor. He anhelado convencerme que no fui parte de la culpa, pero es un consuelo que no merezco. En cierto punto yo provoqué el daño. Estoy hundida en una laguna, que está desmereciendo mi vida en aguas insípidas.

Ahora soy una autónoma que respira mientras el vacío la consume. Esto es peor que estar varada en la nada emocional. Tuve laceraciones en la vena abdominal por los disparos. Sentí alivio cuando los doctores insistieron en que harían lo necesario para salvar a mi bebé.

Así fue, pero entonces pasó. La operación me dejó internada durante días, habría cumplido mis diez semanas de gestación. Sin embargo, mi embarazo acabó.

Hasta aquel momento, el aborto era un tema desconocido para mí. Sabía que pasaban, pero jamás pensé que iba a ocurrir. Al tratarse de un embarazo avanzado y ser un aborto retenido, me recomendaron un legrado.

Como en cualquier muerte, pocas palabras son un consuelo...

Nunca sentí un dolor intenso, como esa tarde en que escuché a la doctora. Había entrado a ecografía, estaba una auxiliar y ella. Hicieron la ecografía y la "profesional" sin mirarme a la cara, dijo: "Este bebé está muerto". No daba crédito a lo que estaba pasando.

Asustada, le supliqué que revisara bien, porque ese bebé era mi hijo... Confirmó la ausencia de latidos de la manera más insensible. Comentó que era joven, tendría más hijos. La auxiliar no quedo atrás y dijo que la naturaleza es sabia.

Esas frases fueron puñales para mí. No pienso sustituir a mi hijo con otro. Mi amor por ese bebé no entendía de semanas. Tenía tantas ilusiones con mi pequeño que...

—Buenos días —entra la enfermera con un carro de comida—. Le traje su desayuno.

Persisto la mirada en la nada.

El equipo médico reiteró que el duelo por gestación tiene un proceso doloroso y lleva tiempo. Si me dolía el pecho es normal, si tenía náuseas o aflicción física es normal, si quería llorar es normal. Todo era normal. Pero yo no me sentía así, aún me siento maldita y vacía.

—Debe comer —acomoda la bandeja en el velador. Sigo sin escucharla.

El grado de dolor fue tan extremo, que recaí en las heridas del pasado. Lo recordé todo y reviví cada cicatriz emocional. Tuve crisis de manera reiterativa, por ello me intentaron hasta nuevo aviso en la clínica.

—No quiero nada.

—Señorita, por favor... —insiste.

—Llévatelo —espeto—. ¡Tú también vete!

La enfermera tiene el ademán de refutar, pero no dice nada cuando en el umbral de la puerta aparece Charlie. Evado mirarlo y me mantengo sentada en la camilla. Él le pide que se retire y se sienta a los pies de la camilla, prologando ese silencio fúnebre entre nosotros.

—Elaine... —percibo angustia en su voz—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—No quiero hablar de eso.

—Lo mismo me dijiste hace días —me increpa dolido—. ¿Qué hice mal? Intenté ser amigo y hasta un padre para ti. No es justo que me hayas ocultado el embarazo.

—¡Era mi hijo!

—¡También era mi nieto!

Oculto la cara entre mis manos cuando una lágrima desencadena miles más.

APARIENCIAS AFRODISÍACAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora