☥ ‣ Capítulo 29

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Deseos egoístas.

Elaine

"La calidez de unos besos me despiertan, giro sobre el colchón y lo veo. Esos ojos grandes y marrones. El fuerte aliento a licor impregna mis narices mientras toca mi mejilla.

—¿Qué ganas con mentirme? —susurra Matthew—.  No lo hagas. Yo... no soporto verte con nadie más.

—Yo no mentí —siento desesperación en que no me crea—. ¡Te juro por lo que más quieras! Tu amigo había entrado al cuarto cuando estaba cambiándome y...

Su cachetada me obliga a callar. No escucho mi voz. El dolor se triplica cuando la discusión pasa a los golpes. Matt requiere de agresión para enmudecer mis reclamos y miedos."

Despierto, asustada. Mis ojos se llenan de lágrimas. «Cálmate...». Respiro hondo y al fijarme a quién estoy abrazando, impacto de culo contra el piso.

—¿Otra pesadilla? —musita somnoliento. Zaid duerme boca abajo y tiene el rostro apoyado de lado en la almohada.

—No —titubeo—. Me caí, nada más.

—Mmh... —se voltea al otro lado—. Regresa a la cama y duérmete.

El hecho en que se quedase a dormir, provoca estragos tiernos. Verlo en sosiego, envuelto con mis sábanas, que cubren el fornido cuerpo del hombre que altera no sólo mis hormonas, sino que también mi presente. Me alborota la razón y la jaqueca no es nada comparado con las miles de sensaciones que tengo al mirarlo.

Me acomodo a su lado dejando un hueco entre nosotros. No me atrevo a tocarlo. Sin embargo, verlo no está prohibido. Recuesto la cabeza sobre mis manos cargándome en el hombro izquierdo. Lo observo dormir.

—¿Qué soñabas? —pregunta susurrante.

Rápidamente volteo y finjo bostezar.

—Algo súper raro —miento—. Nada que tenga significado, sueño puras tonterías. 

Su risa es un coro celestial.

—Yo soñé que era una cabra —confiesa. 

Sonrío, pero como si estuviera atrapada en un enamoramiento adolescente, retraigo la sonrisa. No contesto e intento dormirme.

Unas lejanas risas zumban mis oídos. Mi sueño no es pesado. De inmediato pienso en que Zaid se fue, pero verlo supera mis expectativas.

Lo encuentro entre mis brazos. Tiene su mejilla apoyada sobre mis senos. Me abraza con la misma intensidad que yo a él. Peino su cabello y dedico unos segundos para contemplarlo.

Estoy a merced de una impetuosa tempestad, con caricias que desatan huracanes y sentimientos tan intensos como un diluvio.
Cuelgo de una cuerda floja donde reside esta peligrosa cercanía. O caigo en la maraña de mentiras para alejarme de él, o admito que estoy enamorándome.

Doy un sobre salto, nerviosa. Escuché la puerta del departamento abrirse, por lo que con mucho cuidado aparto a Zaid de mis brazos y salgo de la cama. En el sombrío pasillo vuelvo a oír un par de carcajadas hasta que los veo.

—¡Shhh! —reprende Nahia a Erick, ese está tirado en el suelo.

—¡No vi el sillón!  —se ríe en voz baja.

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