☥ ‣ Capítulo 62

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Aguas profundas.

Elaine

7:38 a.m. Oslo, Noruega.

"Subo peldaños de piedra, entrando a una gótica iglesia. Escucho un cántico, hace mucho frío y los ventanales proyectan el destello del ocaso o el alba. Continúo mis lentos pasos por el centro de las bancas... Y entonces los veo a ellos. Uno a uno yacen hincados como siluetas de humo negro que murmuran a la vez.

El viento sopla, a tal magnitud que las puertas de la inglesa se azotan. Caigo de rodillas frente al altar mientras los símbolos religiosos se prenden fuego. Levanto la mirada temerosa hacia la cruz. Una silueta amorfa surge como neblina oscura hasta disiparse de la nada".

Despierto, asustada. De inmediato, reconozco la habitación... Paredes de tapicería rosada, muebles caoba, sábanas y cortinas de diseños florales. El aroma a vainilla se suspende en el aire, tal como hace nueve años atrás. La casona Manson sigue intacta como mis recuerdos.

—Señorita Elaine —tocan la puerta. Es Yadira, una de las mucamas—. El desayuno ya está listo. Sus padres y el señor Manson la esperan.

Escucho sus pisadas alejarse.

En media hora ya estoy bañada y peinada, me vestí con un atuendo casual. No tengo ánimos para sociabilizar. Mi optimismo se fue a la basura desde que Charlie me confesó que Celine y Gabriel asistirán a la cena navideña.

Bajo al comedor y los recuerdos me enfrascan. La elegante y armoniosa casona Manson es de techos altos, diseño europeo-moderno. Bajo las escaleras dejándome llevar por la memoria.

"—¡Kayden, la película ya empezó! —subo corriendo las escaleras—. ¡Kayden!

—¡Ya voy! —grita desde su habitación.

Cruzo el pasillo y lo veo abotonándose su camisa frente al espejo, reclama a murmullos y saca otra cinco camisas más del armario. Lo espero apoyada en la puerta.

Otro viernes que no pondré ver el maravilloso mundo de Disney, porque éste no se decide.

—¿Por qué te arreglas tanto? —suspiro, impaciente—. ¡Veremos solo una película!

Debo verme presentable.

Blanqueo los ojos y miro hacia atrás. Zaid sube las escaleras y se va hacia su habitación con una cara de malos humos.

—Pregúntale a Zaid si ha visto mi gel de cabello —me dice Kayden—. Ese cabrón, ¡Siempre anda sacando mis cosas!

—Bueno —a paso perezoso arrastro los pies hasta su cuarto—. ¡Zaid!

Golpeo su puerta varias veces, pero no me abre. Le grito, preguntando por el gel, pero tampoco contesta. Pateo la puerta y vuelvo a insistir. Zaid no sale, así decido dejar de tocar, siempre se la pasa ignorando a todos en la casona. No sé qué carajos se cree ese idiota.

Convenzo a Kayden de bajar sin acicalarse tanto, es mera suerte el hecho que acepte. Me siento en el sillón de la sala y cubro mis rodillas con la manta, mientras que él estira los pies hacia la mesilla y ubica sus codos flexionados detrás de su cabeza.

APARIENCIAS AFRODISÍACAS ©Where stories live. Discover now