☥ ‣ Capítulo 66

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Paralelo.

Kayden

Febrero 23, 2019. Oslo, Noruega.

Presiono sus pechos contra la cama mientras me pongo encima y posiciono la erección en su sexo. El deslice es fácil y rápido cuando abunda la lubricación. Muerdo su hombro, contoneo la pelvis y le doy partida a los embates.

—Dámelo así de fuerte —jadea Ingrid.

Subo la mano de su cuello hasta su boca, la incito a que chupar mi pulgar para callarle los gemidos. Luego yergo mi espalda e intensifico los embates para conseguir mi placer. Hago un puño su cabello para presionar su cara con la cama, entro y salgo de sus empapados pliegues de manera profunda y brusca. Escaso de pasión o ternura, hace mucho que no follaba así. 

Sus nalgas chocan contra mis piernas mientras el sonido húmedo se expande e inunda la cama de sudor y fluido. Mis testículos golpean sus muslos en cada penetración. Pierdo noción, sumido en embestidas y los gemidos que intentan remplazar otros clavados en mi mente. La frente me suda cuando suscito unos redondos glúteos y ese tatuaje de escorpión que empapé varias veces con mi derrame.

La calentura me nubla la razón e incrementa mis impulsos. Ingrid no para de gemir, por lo que insulto en voz alta cuando la segunda descarga no baja en nada las ganas. Podría partir una mierda con esta erección, por lo que no tengo escrúpulos en cogérmela como puta.

—Kayden —gimotea—. ¡Kayden!

—¡Shh! —suelto molesto. Mi nombre en sus gemidos sólo terminan por fastidiarme.

Colérico, impulso su cadera en un vaivén. Los espasmos en su sexo comprimen mi miembro, me corro dentro del preservativo, pero no suficiente de la descarga, sigo los embates. El trance entre la ira y la insuficiencia sexual pasa límite cuando Ingrid me rasguña los brazos. 

—¡Kayden, para!  —se sale de encima—. Me está doliendo.

Aún con la molestia latente, me seco el sudor de la cara y tiro el preservativo al piso.

Voy a ducharme.

Te acompaño... —se levanta a seguirme.

—¡No! —suelto el grito colérico.

Contengo la molestia cuando percibo que baja la cabeza. Me acerco y froto sus hombros de manera cálida. Nunca me he acomplejado en demostraciones de cariño, pero... Beso su boca y disgusto el sabor de sus labios.

—Extraño lo de antes... —susurra—. Al hombre, que tocaba mi cuerpo como algo delicado.

«Ya no puedo dárselo», pero no se lo digo.

—Ve a bañarte, haré el desayuno —le dejo un corto beso en la boca y salgo del cuarto.

Bajo las escaleras y busco el segundo baño. Tomo una ducha con la mente ida. Hace dos meses que regresé a Oslo, estoy en mi penthouse y volví a mis funciones en el bufete, sin embargo, no siento mi vida de regreso.

Ajusto la corbata y salgo del vestíbulo que uso como un armario. Ingrid sigue en la ducha y mientras en esta en ello, preparo el desayuno.

Debo contratar a nuevo personal de servicio, también remodelar la sala y mi habitación. Tal vez con el itinerario lleno y la mente ocupada logre arrancarme a Elaine de los pensamientos.

—Señor Manson —Ingrid envuelve mi torso por detrás—. ¿Ya preparo mi desayuno?

—No te lo daré, si sigues arrugándome el traje.

APARIENCIAS AFRODISÍACAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora