☥ ‣ CAPÍTULO 19

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Divinas Creaciones

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Divinas Creaciones

Kayden

Izan expone datos sobre los juicios anteriores que fue sometido Takehiro, pero mi mente está inmersa en otra cosa. En una necesidad, un impulso que tiene mis sentidos distraídos.

Bebo el tercer vaso de agua gasificada por la ansiosa sed. «Necesito consumir», se me hace difícil sacar esos pensamientos. Las manos me sudan mientras continúo intranquilo.

—Si presentamos estos artículos podríamos validar su culpabilidad —se sienta en la silla frente al escritorio—. Y no sólo eso, sino que podemos comprobar el dolo.

—Takehiro presentó disculpas —me aflojo la corbata por la dificultad de respirar—. El reconocer delitos es considerado un atenuante.

La comezón en el cuello se convirtió en un ardor que avasalla mi garganta y boca. Rasco desesperado intentando contener los impulsos.

—Si los tribunales desacreditan todos sus títulos médicos, podríamos procesarlo como...

Me levanto de manera abrupta, inquieto voy hasta la puerta, pero Izan intercede.

—¿A dónde vas?

—Quítate.

—¡Hey! —intercepta en la puerta—. Ya no puedes seguir así. Detén esto antes que...

Lo ahorco impulsándolo contra el piso, suelta un quejido y salgo rápido del despacho. Ese bastardo no conoce este temor, no sabe cuánto abruma la ansiedad de consumir.

Piensa que estoy destruyéndome cuando lo que busco es alivio. Pero mis defectos son sinónimos de aberración. Salgo de la agencia y arranco el Maserati dejando atrás la SAC.

Lo he intentado, pero sigo atrapado en un daño que yo mismo alimento haciéndolo más fuerte en cada recaída. La frente me suda en exceso.

Entro a Bel-Air hasta divisar el complejo de departamentos. Apago el motor y le entrego las llaves al encargado de valet parking. Abordo el elevador privado y en un par de minutos soy recibido por la empleada en mi penthouse. La ignoro encerrándome en el despacho.

Extraigo del cajón la mierda que ha echo de mi vida un puto laberinto. La fuerza de voluntad se zafa entre mis dedos cuando la preparo.

—¿Señor? —Rochelle toca la puerta—. ¿Se encuentra bien?

—Todo está bien —respondo—. Vete.

Las pisadas se alejan.

Inyecto la segunda dosis y obtengo la euforia que cubre la ira y el dolor. No duermo en toda la noche, paso consumiendo whisky mientras salgo por aire a la terraza. La vista nocturna es magnífica, como si LA estuviese bajo mis pies.

Fumo el habano y me empino la botella del whisky, el licor quema mi garganta.

Era joven cuando comencé a ingerir sustancias sin mi consentimiento. Desde los 10 hasta los 16 años estuve internado. Era difícil lidiar solo, me dejé llevar por las circunstancias.

APARIENCIAS AFRODISÍACAS ©Where stories live. Discover now