Fourteen

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NATASHA

En un rincón oculto, logro visualizar donde un oficial tira fuertemente a una chica rubía, ella se cubre con las manos para no golpearse la cara en el suelo. Intenta incorporarse, levanta el rostro cuando Ámbar, la mujer que más años tiene de estar aquí, le majá la mano con el pie. Estar aquí es cansado, solo sueñas con salir. Tengo 2 años aquí encerrada y es el infierno más desesperante, no se lo deseo a nadie y menos si es alguien inocente. Ella anda un gran abrigo envidiable, es blanco, de peluche y le queda como gabardina.

Yo ya sé lo que le van a hacer, por que pase por lo mismo y todas las arpías que están aquí, son unas desgraciadas, por eso me escondo, porque tengo miedo, no quiero revivir lo que me hicieron hace una semana. La rubía de rostro lindo, porque es muy bonita, le regala una mirada retadora. 

—Carne fresca—se chupa los labios. Ella es lesbiana, la única, yo por supuesto que no lo soy. La muchacha tiene aretes de plata y anillos caros, no creo que dure mucho con eso, o se lo quitan ellas o los oficiales por el espantoso uniforme que le brindan después del primer juicio. La muchacha se levanta del suelo, empieza a ignorarla, mientras ve el lugar con molestia. Se nota que estaba llorando.

—Qué rico meterle los dedos a esa mamacita—la joven la vuelve a ver. Mejor que se mantenga callada. Las enjacha, por Dios, si yo fuera ella, estuviera despavorida. Cuando llegué aquí, tenía miedo desde que pise este encierro. 

—Entrégueme el abrigo—le pide Ámbar tomando unas tijeras de la mesita. La rubia la ve con una expresión de burla. Da un paso adelante y se quita este sin rechistar. Anda un juego de pijama, que consiste en un short y una blusa—No le dio tiempo de cambiarse—se le burla en la cara—Le iba a cortar el pelo—ríe divertida—Pero sos obediente—la analiza de pies a cabeza—Qué cuerpazo, me dan ganas de...—le dice algo en el oído. Ella busca algún lugar disponible para sentarse. Pero aquí todo lo tiene que comprar. 

—¿Le hacemos algo?—sostiene Ambar de manera amenazadora. Samantha y Virginia se levantan para rodearla entre todas. Ella las ve atentamente. Abigail la agarra del pelo, dispuesta a pegarle con el puño cerrado pero ella le frena el brazo, entre todas empiezan a pegarle y arañarla. Intenta defenderse, si me meto no voy a poder ayudarle y me va a ir peor a mí. Ella se queja del dolor cuando la patean en el estomagó. Cae en el piso y le empieza a salir sangre de la nariz. El maldito guarda está de retrato, ve la escena con diversión. La golpean con intención de dejarla inconsciente, ella lucha por no dejarse pero es inútil.

—Pobrecita parece un gusano retorcido—le grita Samantha en el oído, pero ella se encuentra tan débil, que queda tirada en el suelo sin poder levantarse. Si hizo cosas indebidas se lo tiene muy merecido. La estúpida de Ámbar, huele el perfume y la observa en el piso de una manera asquerosa, pasa la lengua en el peluche de la gabardina. 

—A está tía yo me la voy a coger—promete acostándose en la cama para dormir. Siempre que lo hacen, suelo aprovechar para salir unos segundos de mi escondite, suena muy cobarde de mi parte, pero solo una persona que pasa por esto, puede entenderlo. Camino hasta la muchacha inconsciente, está llena de sangre y le rompieron la blusa, el perfume que anda, entra por mis fosas nasales, parece de los caros. La tomó de la muñeca pero ella se sobresalta retirándola bruscamente. Le pido con un dedo en los labios que guarde silencio. Me observa con desconfianza. Intento tomarla del brazo, pero me rechaza. 

—Me llamo Natasha—no parece importarle mucho, porque me quita la mirada—No soy mala, quiero ayudarte, tengo un lugar secreto para que no me pase esto, créeme que lo vas a vivir a diario si no te dejas tocar—La tristeza se le nota demasiado, parece una niña que sufre por recibir maltrato—Vamos, acompáñame—estiro mi mano. Ella ve está desconfiadamente, pero al fin, cuando me toma de la mano, la piel suave e hidratada, me hace sentir avergonzada, porque a la par de la mía, da vergüenza. La ayudó a levantarse, es muy alta, me siento enana. Ella observa mi mini escondite que consiste en el rincón de mi cama, pero no en el dormitorio, si no que en la parte del suelo, en el fondo de la celda, de otra manera si me ven en esa dura cochinada de esponja, me van a ver. Ella se sienta en el banco que le señalo, yo me siento en el suelo—¿Cómo te llamas?—arruga el ceño, no creo que me quiera contar eso a mi, después de todo soy una "Criminal, delincuente, asesina, abusadora, drogadicta, prostituta" Como quieran llamarme, yo ni sé ya quién soy—No le diré a nadie, todo este tiempo he estado sola y no confío en esas tipas—ella me observa por unos minutos. No soy bonita y me siento incómoda. 

Wabi Sabi [FI2]✔️Where stories live. Discover now