Twenty

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ASTRID

Mi familia suele ser correcta, alejada de la cochina sociedad y de la gente pobre con malas vibras. Pero hace unos meses, vienen muy desequilibrados, no sé qué les pasa. Uma anda muy pensativa últimamente, hubo una semana en la que paso de buen humor todos los días, es que esta no es mi hermana, ella suele ser, odiosa, repugnante y muy desagradable con su carácter.

Ulises ya ni viene a la casa y tampoco se absolutamente nada de Laura, solo sé que son los únicos que se han librado de tanta mierda. Aydan, ¿Qué clase de imbécil es tan idiota para dejar entrar a una puta sin vida? La salud de mi sobrina empeora cuando quiere, ya no sabemos si creerles a los doctores de los "Avances y beneficios" que le dan los medicamentos tan fuertes que utiliza.

Me limo las uñas, con una enorme sonrisa de satisfacción porque la mojigata tiene un mes con dos semanas de estar donde pertenece. Aunque no sé qué le pasa a mi hermano con Iclal, ya ni siquiera le habla casi, no puede enojarse con ella por el angelito que perdimos, producto de esa maldita. Después de todo no fue culpa de mi cuñada.

—Señorita Walsh—ordeno la bufanda de peluche en mi cuello y camino hasta llegar hacia el chofer de la casa que me espera afuera—Ya todo está listo—le hago una seña para que me abra la puerta del auto y subo con una alegría tan agradable. Mi gran cómplice se sube al auto, me regala una sonrisa llena de maldad por el espejo retrovisor. Sabe exactamente donde tiene que llevarme, lo voy a disfrutar tanto, me pican las manos de pisar ese lugar. Tomo un dulce y lo llevo a mi boca. En todo el camino no dejo de tomarme fotos, tengo que guardar recuerdos de este día tan esperado. Mis ojos captan el lugar, me ayuda a bajar y camino, ingresando fácilmente al lugar.

—Pero mira a quien tenemos aquí—carcajeo al ver a mi hombre firmando unos documentos. Los policías no me dicen nada cuando ingreso y que ni se les ocurra.

—Creí que nunca iba a venir—admiro al gran policía que a torturado a la puta que está aquí encerrada. Cuando entre, obviamente voy a ver a miles de marimachas y brujas con cara de querer ver carnita fresca para atacar.

—Espero encontrarla como quiero, ¿Dónde está?

—En la número 29—le tiro un beso para adentrarme al lugar espantoso. Dentro hay mujeres muchas mujeres, unas tiradas en el suelo, sin contar que este ambiente apesta. Camino hasta la celda mencionada. Logro ver a su compañera que por cierto no es tan horrible y a ella, que se encuentra pensativa recostada en la única cama que tiene el lugar. Si logro sorprenderme al ver su estado tan miserable, está demasiado delgada, su cabello rubio no se ve igual, tiene golpes en la cara, al igual que en la mayoría de su cuerpo. Jamás en la vida la había visto tan demacrada, porque suele andar con ropa fina y bien arreglada, es gracioso, que humillación.

—Estás espantosa—ambas vuelven a ver hacia mi dirección, Hermione solo me observa con desagrado—Se ve tan hermosa en este lugar, que muero por saber cuántos años se va a quedar aquí—la asquerosa sonrisa de maldad, se hace visible en esa carita bonita que ni golpeada se le quita.

—De la vuelta y se larga, que una chamaca como usted nada tiene que estar haciendo aquí—empiezo a reírme con ganas. Ella rueda los ojos.

—No necesito permisos para ingresar aquí, ya que tengo a todos los policías de mi lado, ser menor de edad no es una tranca para mí—apuesto que mi hermana la viera así o Aydan, les entra algo de culpa por esto, pero yo deseo verla llorando por piedad, me logro sentir de alguna manera poderosa por verla comiendo mierda—Todo lo que sean malas noticias sobre su existencia, va a ser la cosa más deliciosa para mí, al igual que para mis padres, mis hermanos, incluyendo a Aydan—agrando más mi sonrisa cuando la veo afectada por mis palabras—Madison ya se va acostumbrando a no tenerla cerca, imagínese que la última vez, me dijo que desea que desaparezca por lo que le hiciste a su hermanito—quita la mirada. La muchacha que tiene de compañera, solo me observa con molestia, pero me vale siete kilos de excremento—Empezó a odiarla de una manera increíble, tanto así que ya ni pregunta por usted—la babosa se lo cree todo, ojalá esto fuera verdad.

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