#2 Mi llegada

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Habíamos llegado.

Todo era... Peculiar, aunque claramente le faltaba un toque femenino. Quitando eso; tenía un bonito jardín, una pequeña pero honda piscina.

El color azul marino contrastaba con la gran lona que tapaba el agua, aunque el beige y el blanco le quitaba un poco la oscuridad. Pero lo que realmente me sorprendió fue el interior.

La escalera para subir era color y textura madera, las paredes eran beige claro y el suelo blanco. Todo estaba ordenado, lo que me dejó boquiabierta.
Incluso se podría decir que más que mi habitación.

—¡Hermanos Omega, ha llegado nuestra nueva hermana! —mi mirada se paseó por el lugar hasta que lo escuché y se clavó en su rostro. ¿Porqué? Osea, ¿Cuál es la necesidad?, Tal vez no era tan tímida, pero aún así odiaba ser el centro de atención.

No pasó mucho hasta que, los 7 a los que algunos envidian y otras desean, se hicieron notar.

No me interesaba.
Ninguno de ellos en realidad.

—Huh, cierra la boca, solo llévame a mi cuarto, ¿Quieres? —le corté seca. Seguí mi camino usando la lógica de que, si todos bajaron se supone que el segundo piso es arriba, ¿No?. Obvio.

El susodicho solo continuó detrás de mí, haciéndose paso entre el mar de testosterona y egocentrismo.

—¿Qué carajos fue eso eh? —espeté con el dije de curiosidad que me delató. No podía negar algo innegable, él era jodidamente lindo. Su cabello negro rebelde, ojos verdosos, espectacular cuerpo moreno de infarto con una sonrisa colgate perfecta.

Es exagerado. Hasta yo me negaba a creer que alguien así existía realmente. Sentía que pertenecía a alguna novela o algo por el estilo.

—Se le llama "presentación", pequeña —carajo, creo que hace mucho calor, ¿O acaso soy yo?. No seas tan ignorante, Megan, no caigas ante el posible apodo que le dice a todas las que cruzan por su cama, eres más que eso.

—No me llames así.

—Okay, okay, tranquila —rió. —De antemano te aviso que dormirás aquí por ahora. Ya que nadie desea dormir conmigo ya que afirman que "ronco mucho", he decidido que estarás aquí. Tampoco veo que estés dispuesta a dormir con ninguno de ellos, con gusto puedes irte al sofá.

—¿El sofá? ¿Es enserio bro? Puede dormir conmigo si no quiere dormir con un animal como tú —una segunda voz interrumpió al de cabello negro.

—Tu eres un descarado, mejor que duerma conmigo —entonces fue ahí que me di cuenta que eran unos mujeriegos asquerosos sin remedio.
Más aún Hunter, ni loca dormiría con el peor de todos después de Jake.

Así que me entrometí por mi propia seguridad.

—En primer lugar, no soy un objeto para que decidan con quién dormiré. —aclaré mientras los miraba a los tres con repudio. —Todos me caen como la mierda, pero al menos Keegan no tiene antecedentes conmigo, lo que me lleva a la siguiente conclusión. Lo haré con el. —lo sé, sonó mal.

Casi me dan arcadas cuando todas sus miradas reposaron en mi, parecía que hasta me susurraban al oído: "Algún día dormirás conmigo".
Que asco.

Me adentré a la habitación sin mirar atrás, sabía que si lo hacía entonces sí que vomitaria de verdad, y no quiero manchar la camiseta, es muy bonita.

—Vaya, siento lo que escuchaste ahí, seguro se les subió la testosterona por tener una chica en casa. —el dije de burla en su voz solo hizo que el enojo que con tanto esfuerzo estaba controlando se fuera a la mierda directamente.

—No me digas, ¿Acaso jamás han visto el cuerpo de una mujer? —levanté mi ceja con repugnancia. —Oh, espera, apuesto que sí, más de a la mitad de la población estudiantil femenina le dices "Bonita" —rodé los ojos con molestia y miré detenidamente la habitación.

—Aww, no estés celosa, Meg, yo creo que tú eres muy bonita, solo que ellos son unos idiotas y no pueden fijarse —tomó un mechón de mi cabello y jugueteó unos segundos con el, antes de que mi mano lo apartara de un manotazo.

—Yo se que soy un bombón, pero no te da derecho a decírmelo, es asqueroso —fijé mi vista en él haciendo muecas de asco continuamente.

Ayúdame Jesús, siento que voy a morir de tanto aroma a perfume caro y látex, me asfixia.

—Vaya, pero que perra tan fría —un bufido de irritación salió de sus labios, ah, cuánta satisfacción, de repente ya podía respirar a la perfección. —Por si te interesa, me puedes llamar Keeg, abreviatura de Keegan.

—Que pena que no me interese.

Rodó los ojos, notablemente fastidiado.

—Olvídalo, regresando al tema, instálate y prepárate, como método de iniciación iremos a cenar —tomó una chaqueta que había en un perchero y se largó.

Al menos, me alivió saber que no era algo turbio. Pero era peor, una cena.
Con todos ellos, en un restaurante, ew.

Tomé lo primero que se veía salido de sitio en mi maleta, lo que consistía en un pantalón gris de algodón, una camiseta de manga larga oscura y los mismos zapatos que lleve usando todo el día, le hubiera dado el toque que estuvieran llenos de lodo y sucio.

Espero que no estuvieran esperando que me arreglara para y por ellos, no quiero "decepcionar a nadie".

Luego de casi escaparme de la casa lanzándome de un segundo piso, pero teniendo en cuenta que mis habilidades equilibristas son pésimas, bajé las escaleras sin mirar a nadie.

—¿Sabes? Como consejo entre amigos, no te arregles nunca más, te ves mejor escogiendo lo primero que veas —añadió Keegan con una ceja alzada mientras me veía de arriba a abajo

—Me alegra tanto que entonces no seamos amigos —le sonreí con inocencia mientras pasaba a su lado indiferente.

—¿Y tus lentes? —la voz rasposa de Dylan se posó junto a mi oído. —Creí que tenías de repuesto, de no saberlo no los hubiera destruido —hizo una pausa dramática y suspiro con fingido pesar.

—Ojalá hubiera un repuesto de cerebros, idiotas como tú necesitan un cambio con urgencia —palmeé su cabeza con irritación.

Unas cuantas risas adornaron el escenario de fondo.

—¿Iremos a cenar o no? No me interesa seguir escuchado sus idioteces —abrí la puerta y caminé a lo que creía era el garaje.

El universo está de mi lado, esto es increíble.

—Pequeña, ven, este es mi auto —una puerta se abrió para mí, y mis ojos subieron hasta el portador de la mano que la abría.

¡JA! El universo no estaba a mi favor.

—Pediré un Uber —tomé mi teléfono indiferente y marqué un Uber, en cuanto llegó no espere ni un segundo para subir, con suerte, sabía al restaurante al que se referían.

Solía ir mucho ahí, antes.

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