#32 Iremos contigo

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Observaba el techo de la habitación de Alizze, como si pudiera obtener las respuestas haciendo eso.
Técnicamente, ahora era la dueña de aquella mansión, y no tenía más remedio que aceptar este regalo, si es que se le podía llamar así.

Mi teléfono sonó varias veces, veces en las que como un rayo lo tome, con la esperanza de que pudiera ser Alizze, o incluso Andrew.
Tristemente, solo era un mensaje del idiota, preguntándome si estaba bien o si regresaría a la casa.

Bufé, pero me apresuré a bajar esas largas escaleras, subirme a mi auto y largarme de esa silenciosa casa, que no dudaba en la noche estaría más tenebrosa que de día.
Las gotas de agua no dejaban de impactar en el cristal, deslizándose hasta caer nuevamente en el suelo.

Voltee la vista al cielo al observar un avión pasar sobre mí, e instantáneamente pensé en si Alizze estaría allí.

—Espero que no hagas ninguna locura —susurré, deseando que estuviera aquí para escucharme.

El día no podría empeorar más, pues la verdadera tormenta se lanzó justo cuando me baje del auto frente a la maldita puerta de la casa.

Muerta de cansancio y de frío, entré silenciosamente, pero me detuve al escuchar múltiples voces murmurar cosas.
Mi imaginación no tiene límites.

—¿Crees que este bien? —la voz de Steven sonaba notablemente preocupada, lo cual realmente no me sorprendió, en cambio, me hizo sentir un poco mejor.

—Regresará, Steven, ya cálmate —la inconfundible voz del idiota sonaba aún más preocupada que la del primero.
Y odiaba que eso me encantara.

—¿Pero y si le pasó algo? Ni siquiera respondió tus mensajes, y mira la tormenta que está cayendo —respondió nuevamente.

—Ella estará bien.

—Que lindo que se preocupen por mí —interrumpí, poniendo las llaves en un estante mientras me encaminaba al círculo indio que habían formado.

Sus cabezas voltearon a verme, por lo que me detuve.

—¿Dónde estabas? —la voz de Jake se alzó sobre el silencio, escuchándose autoritaria y mandona como de costumbre.

—En un funeral —suspiré levemente, quitándome la chaqueta que llevaba para dejarla secando.
A lo lejos pude ver como Matthew lucía irritado, y pude suponer que era por mi.

—Si sabes que se preocupan por ti, ¿Porque no respondes los mensajes?.

—Estaba ocupada.

—Nunca se está demasiado ocupado.

—¿Tienes algún problema? Porque si es así, no vengas a desquitarse conmigo, Matthew —corté.

—¿Porque finges que todos te odiamos? Realmente eres irritante —gruñó en respuesta, fruncí mi ceño con molestia y me acerqué a él.

—Escúchame, no estoy para soportar tus mierdas ahora, vengo de ver como mi única compañera se largaba a Francia, y vengo de un puto funeral, ¿Sabes cuánto odio los funerales? Los detesto con toda mi alma —apreté mis puños con fuerza, observando su silencio. —Así que sí, Matthew, estaba ocupada para responder mensajes de unos idiotas como ustedes.

—Chicos, chicos, tranquilos —la suave voz de Jayden interrumpió nuestra discusión. —Megan, estás mojada, ve a darte una ducha para calmar la actitud.

Me alejé con lentitud de Matthew, que solo me miraba receloso de haberle respondido de esa forma.
Caminé rápidamente a mi habitación, tomando el consejo de Jayden y encerrándome en el baño para darme una ducha de agua tibia.

Una vez más, deje que la tibia agua de la ducha me embriagarse los sentidos y me llevara a otro mundo. Tenía un revoltijo en el estómago por todo lo que había sucedido en un periodo tan corto de tiempo, y la carga que ahora debía llevar sobre mis hombros.

Sabía que no debía forzarme a llevar dicha carga, que era opcional, como esas opciones de un juego que se pueden saltar para llegar al tan esperado clímax.
Pero como en todos los juegos, había una contra parte que no te dejaba pulsar esa opción.

En mi caso, eran los hermanos C.
Le prometí a Alizze que estaría con ella en este momento difícil, y sabía que ahora no podía echarme para atrás en mi decisión.
Y le prometí a Dominic que mantendría a sus hijos unidos.

Fue una promesa, y no volvería a romper otra promesa.

—Maldita sea... ¿Dónde te estás metiendo, Megan? —murmuré para mí misma, apagando la ducha de mala gana.

Ni siquiera vi que fue lo que cogí para ponerme, solo se que era de Keegan, y era ridículamente cómodo.
Baje en su enorme abrigo, shorts y pantuflas peludas para hacerme un poco de leche con cereal.

Y aquí está la pregunta del millón, ¿Que va primero, la leche o el cereal?.
Y esta es la respuesta, el plato.

Personalmente, yo primero pongo los cereales y luego la leche, pero cada quien tiene sus gustos.

—¿Ni siquiera me vas a saludar?.

—No estoy de humor —me eche una cucharada de cereal a la boca, masticando sintiendo leve asco porque realmente no quería comer.

—Eso es grosero.

—Tú lo eres y no me estoy quejando.

—Me alegra que llegaras a salvo.

Lo miré de reojo, bajando con levedad mi cabeza sin querer hablar de eso ahora.

—Megan, realmente deberías escuchar lo que dijo Matt —se acercó a mí, pero se detuvo, alejando su mano que se dirigía directo a mi hombro. —Es... Un buen consejo.

Cerré los ojos con lentitud queriendo mandarlo al infierno por sermonearme en ese momento, justo en ese momento.
Pero un cuchicheo algo fuerte proveniente de afuera me alertó de que algo sucedía.

—¿Que es...?

—¿Porqué... Diablos... La maldita prensa está fuera de nuestra casa? —la voz de Jake sonaba realmente sorprendida, o realmente molesta.
No sabía cuál de las dos era peor.

—¡Señorita Megan! ¡Megan Smith! —me apresuré a dejar el plato de cereales en la mesa del comedor para asomarme con levedad por la ventana, quedándome con la boca abierta.

—Megan, ¿Qué mierda fue lo que hiciste?...

—No hay tiempo para explicarlo —jadee, poniéndome mis botas con rapidez. —Necesito irme de aquí cuanto antes, les explicaré todo cuando esté lejos —tome las primeras llaves que ví accesibles, preparándome mentalmente para la lluvia de preguntas que se me echarían encima en breves.

—Iremos contigo.

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon