#40 Difícil, pero no imposible

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Sin duda alguna el baño me había salvado de tener una crisis existencial frente a toda esa gente, gente que no dudaría en hundirme si algo así llegara a pasarme.

Aunque hubiera preferido que Alizze no me hubiera seguido en ese momento, pues lo menos que quería era enfrentarla.
Sí, ya sé que hice este maldito viaje solo para verla a ella, pero fue doloroso escucharla decir indirectamente que yo era ahora su problema.

—Megan... —su voz se oía temblorosa, y yo sabía que estaba suprimiendo sus ganas de llorar a toda costa.

—Si era un problema para ti, me hubiera abstenido de venir.

—No es así, lamento que hayas tenido que escuchar eso —yo me concentraba solo en mirar el lavabo, que se había convertido en una fuente de entretenimiento. —Megan, mírame.

Apreté los puños con brusquedad, pero levanté la cabeza y dirigí mi vista al espejo, viendo como ella me observaba con los ojos totalmente cristalizados.

—¿Crees que a mí no me duele todo esto? ¡Sí, sí me duele, me fastidia! —su voz terminó de quebrarse, y las lágrimas empezaron a desbordarse. —Me dolió irme, me dolió dejar mi hogar, a mi hermano, todos mis recuerdos... —se detuvo por algunos segundos. —Me dolió dejarte.

—Ni siquiera una llamada, un mensaje, ¡algo, lo que fuera! ¿Sabes lo preocupada que estaba por ti? —contesté. —Te fuiste de la nada, desde ahí mi maldita vida va en picada, ¡ni siquiera puedo salir de mi casa sin ser perseguida por la prensa!.

—¡No fuiste la única! —fue ahí cuando me mantuve en silencio gracias al tono de su voz. —Eres una egoísta si pensaste que solo tu estabas sufriendo, Megan.

Nuestras miradas se mantenían fijas las unas a las otras, luchando contra el dolor, la rabia y la irritación.
Ninguna quería rendirse, pero al final terminé sucumbiendo ante la necesidad.

—Esta egoísta te extrañó mucho —me di la vuelta y me posicione frente a ella, mirando como las lágrimas caían nuevamente.

—Ahora no te librarás de mi tan fácilmente —me jaló hacia ella y nos fundimos en un abrazo, donde ambas dejamos salir nuestras más ocultas emociones.

—Eso espero, compañera —sonreí, secando sus lágrimas con lentitud y dejándola que se arreglara el maquillaje.
Solo Alizze podía llorar sin que el maquillaje se hiciera un desastre.

—Debemos volver —de un jalón me llevó nuevamente al salón principal, donde inevitablemente mi vista fue a parar a algo que no me gustó en lo absoluto.

Keegan y una chica rubia ridículamente parecida a Alizze, comiéndose los labios como si sus vidas dependieran de ello.
En cuanto notaron que unos ojos llenos de ira (los míos) los estaban observando, se separaron e inspeccionaron todo el lugar.

Hasta que pararon en mí.

—No es enserio... —murmuró Alizze con cierta pizca de asco en su habla. —Dime que de todas las opciones no trajiste a ese degenerado.

—No pude evitarlo —voltee los ojos y seguí mi camino, viendo como Alizze me acompañaba.

—¡Megan! —me detuve haciendo muecas de disgusto puesto que sus gritos llamaban la atención de todos. —Joder, déjame explicártelo...

—Cierra la boca —levanté mi mano. —¿Hay algún lugar más privado?

—Vayan por ese pasillo, los llevará a las puertas de emergencia.

Caminé arrastrando con disimulo a Keegan, que obedecía y caminaba detrás de mí mientras la mirada de la chica con la cual se besaba escrutaba mi conciencia.

Lo solté con brusquedad y lo miré neutro.

—¿Vas a dejar que te lo explique?

—No tienes que explicarme nada, tú y yo no tenemos una relación para que me interese o no con quién te besuqueas en las esquinas —corté.

—Si no te interesara no me hubieras traído a un lugar más "privado" —contra atacó, con el ceño fruncido y los puños notablemente apretados.

Fue ahí cuando sin pensarlo lo suficientemente bien lo abofetee.
La mano me ardió cuando acabé, y no sabía si eso era una buena o una mala señal.

—Eres igual a Jake, crees que el universo gira en torno a ti, considerando a las personas simples trofeos —murmuré, sobando mi mano levemente. —Si te traje a este sitio es porque temo que tú y tus putas estupideces arruinen todo, no te hagas falsas esperanzas.

El soltó una risa de furia, y me miró con los ojos obscuros por lo mismo.
¡Ja! Como si supiera.

—Eso ya lo veremos, cariño.

—Cállate y camina —caminé nuevamente hacia el salón, y me escabullí entre toda la gente dando con la persona que estaba buscando. —Solo quiero salir de este lugar.

—Ya somos dos.

Al escucharla la miré, y ella me miró a mi de la misma manera.
Y sonreímos.
Ya saben a lo que me refiero.

—¡Atención todos! —una voz de señora mayor hizo que nuestras miradas se posaran en la mesa del centro del lugar, donde los anfitriones disfrutaban de la gala. —Estamos todos aquí reunidos para despedir a una persona muy importante, un hijo, un padre, un compañero —cerró sus ojos poniendo una mano en su pecho. —Mi hijo, Dominic C, ha dejado este mundo en paz...

La señora siguió hablando, dando un discurso sobre Dominic y sobre todo lo sucedido.
La abuela de Alizze daba mucho miedo.

—Ven —la susodicha entrelazó su mano con la mía y caminó silenciosamente entre los invitados.
Nuestra huida se volvió más complicada puesto que todos estaban quietos escuchando a la señora hablar.

Difícil, pero no imposible.

Cuando llegamos a la puerta de entrada, salimos corriendo a toda velocidad.
Más bien, Alizze salió corriendo y yo como una buena cómplice la seguí.
Dios mío, estábamos haciendo la mierda más grande en este momento.

Entramos a un ascensor que estaba oculto del público general, y bajamos rápidamente.
No tardamos nada en estar fuera de ese sofocante edificio, aunque el aire de N.Y tampoco era de lo más refrescante.

—Escucha —Alizze marcó con rapidez un número en su teléfono, y luego volteó a verme. —Si subimos a ese Uber seguramente nos meteremos en problemas cuando volvamos, ¿Estás lista?.

La miré, y pensé, ¿Que tan malo podría pasar?.

—Arrepentirse no es opción, compañera —le sonreí con confianza, y me dispuse a subir al eficiente Uber junto a ella.

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