#75 Árbol genealógico

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Malditos pájaros, malditos.

Llevaban toda la jodida mañana cantando sin parar, lo que me hacía tener unas ganas de tener una escopeta y matarlos uno por un.
Abrí los ojos lentamente, acostumbrándome a la escasa luz que entraba por las ventanas, y soltando sonoros suspiros de pesar.

Me levanté con cuidado de la cama, tomando la botella de agua que tenía al lado y caminando silenciosamente hacia el balcón para disfrutar un poco el sol mañanero.
Me relajó ver que todo estaba sereno, tranquilo.

Me encantaría despertar y ver algo así todos los días.

—¿Te despertaron los pájaros? —preguntó, haciendo que casi y me atragantara con el agua. —Perdona si te asusté —rió, acercándose a mí y recostándose a mi lado.

—Joder —bufé, dirigiendo mi vista nuevamente hacia el horizonte. —¿Qué haces aquí? —pregunté, teniendo la curiosidad de saber como demonios se escabulló en nuestro cuarto sin que alguien lo viera.

—Bueno, es temprano y hace buen sol —comentó, con los ojos cerrados. —Además, se llevaron unas de las mejores vistas de la casa, que injusticia —bufó.

—Lo mejor para las mejores —reí.

—Ah, así que aquí estaban —bufó la rubia, asomándose por la puerta con un rostro adormilado. —¿No podían hablar más bajo? Hay personas cansadas —gruñó, caminando lentamente hacia nosotros. —¿Cómo llegaste aquí sin que te vieran? Vas a arruinar todo lo que hicimos ayer.

Los hermanos discutieron brevemente por algunos minutos, pero luego se quedaron en silencio disfrutando el paisaje.
Un hermoso silencio.
Un armonioso silencio.

—¿Escuchan eso? —pregunté.

—¿Mmm? —murmuraron al unísono.

—Yo no escucho nada —añadió Drew con tranquilidad.

—Exacto —respondí, volteando a verlos con una sonrisa. —A veces el silencio es tan dulce de escuchar —suspiré. —Más dulce que ustedes dos discutiendo por estupideces —espeté soltando una risilla inocente.

Los hermanos no tardaron en abuchearme, y decirme que dejara de quejarme por todo.
Y miren quienes lo dicen.

—¿Era totalmente necesario decirlo? —comentó el chico, dándome un leve empujón con un rostro de incredulidad.

—Para ser sincera, nosotros también tenemos que soportarte —añadió la rubia, sacando su lengua hacia mi persona. —Y ni hablar de cuando estás en tu periodo —bufó.

—Sí, información innecesaria —cortó Drew moviendo sus manos de un lado a otro para que la rubia no continuara relatando las anécdotas.

Tristemente, Drew tuvo que irse rápidamente para no levantar sospechas de nuestra actuación el día anterior, así que Alizze y yo tuvimos tiempo de sobra para hablar mierdas por algunas horas, discutiendo nuestros próximos pasos muy minuciosamente.
Acordamos que luego de ir a desayunar, recorreríamos las calles de Toscana, pues la rubia quería mostrarme algunas tiendas por el lugar.

Alizze y yo tuvimos que esperar un rato más para bajar, y cuando lo hicimos, no me sorprendió que toda la atención estuviera puesta en el muchacho.

—Buenos días, familia —saludó Alizze, asintiendo suave y gentilmente con su cabeza hacia, en su mayoría, señores mayores.

—Ven Alizze, siéntate aquí junto a tu hermano —demandó la abuela, palmando con sus arrugadas manos una silla vacía entre ella y Andrew.
Levanté una ceja cuando la chica se pegó a mi brazo como una lapa, negándose rotundamente a dejarme ir.

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Where stories live. Discover now