#25 Atrapa hombres

10.5K 656 60
                                    

Los rumores de que un rostro nuevo se presentaba en el instuto me desconcentraban por completo de lo que debería estar haciendo.
Concretamente, de escuchar al profesor pidiéndome a gritos que le llevara la tarea en la que estuve trabajando la tarde anterior con sudor y lágrimas.

—Lo siento, estoy distraída... —murmuré al profesor, que me arrebató la libreta de un jalón y la ojeo por encima.
¿Tanto trabajo para eso? Dios mío, lloro.

Cuando me aseguré de tener mis puntos, me encamine a mi asiento, sentándome y empezando a extraer pequeñas fracciones de las conversaciones de las chicas.
A lo lejos por supuesto.

—Solo se sabe que se llama Andrew —soltó un chillido de emoción, juntando sus manos como si estuviera hablando de un príncipe azul.

—Yo lo ví, es todo un galán —murmuró entre todas, llamando altamente la atención de las féminas.

Sabía que me sonaba el nombre de algo, pero yo era tan ridículamente olvidadiza, que no tenía demasiada fe en recordar de donde me sonaba.
Mi vista se centró a Alizze, que me llamaba desde la distancia.

Moví mis manos con exasperación, preguntándole con gestos que quería y para que me interrumpía la clase.
Ojalá no lo hubiera sabido.

—¡Alizze! —un grito masculino hizo que todas las mujeres (incluyéndome) voltearamos a ver efusivas al portador de la sensual voz. —Joder, te he estado buscando un rato... —detuvo su pequeña discusión para voltear a ver dentro del aula, donde las chicas instintivamente soltaron un suspiro.
Wakala.

Pero lo más importante era que Andrew estaba justo al lado de Alizze, observándome disimuladamente mientras yo trataba de ignorarlo ya que no quería la atención de medio aula en mi persona.
Cosa que se fue a la mierda cuando fui arrastrada fuera del salón, y posicionada frente a aquel hombre.

—No sé si debería sorprenderme o enojarme —comenté, observando a Alizze pidiendo breves explicaciones.
No me sorprendió que se diera media vuelta y siguiera su camino como si no existiera.

—Bien, supongo que ya me descubriste...

—¿Que me mentiste? —encarné la ceja, esperando que respondiera mi pregunta.

—Técnicamente no te mentí.

—¿Me puedes decir qué haces aquí? —miré de reojo al salón, donde todas las chicas seguramente ya se estaban intentando toda una farándula sobre mi.
Ya sé que soy toda una atrapa hombres, ya lo sé.

—Estudio aquí, por supuesto.

—¿Desde cuándo?

—Tantas preguntas me están dando dolor de cabeza —se acercó a mi rostro, pensando que así quizás podría intimidarme. —¿No estás feliz de verme? —hizo un pequeño puchero, que realmente me dio algo de pena en vez de ternura.

—Tal vez un poco, pero no lo estaré si medio instinto empieza a hacerme preguntas sobre porque conozco al supuesto "Chico nuevo" —respondí con sinceridad. —Ve a tus clases.

—Pero quiero estar contigo...

—Y yo debo terminar mis tareas —cerré la puerta del aula, caminando a mi asiento y fingiendo que nada había pasado.

Aunque los cuchicheos no dejaban que me olvidara de la vergonzosa situación.

En cuanto ví que ya era hora de la salida salí disparada hacia nuestra próxima clase.
La cual era Educación Física, sí aún tomamos educación física a estas alturas de nuestra vida.
¿Y para que? Esa clase solo te sirve si vas a ser un deportista que compita en las olimpiadas o algo por el estilo.

—Veo que eres toda una atrapa hombres —la voz de Alizze hizo que diera un respingo.

—Enserio, cállate —murmuré. —Las chicas no dejaban de mirarme y cuchichear de mi, debería agradecerle a tu querido hermano —solté un bufido mientras me acomodaba la prenda que hacía de nuestro uniforme para entrenar.

—Sí, por hacer que la gente te note —me empujó a la salida y caminó conmigo enfrente hacia el patio, donde todos los demás escuchaban atentos las explicaciones del profesor. —Además, creí que te agradaría, puesto lo embobada que estabas en casa viéndolo.

—¡Oye!

—¡10 vueltas, ahora, rápido!

Joder, con lo mucho que amaba el ejercicio.
El sudar era un martirio.

—Y hoy que me esmeré en el maquillaje —mi compañera trató de cambiar de tema rápidamente, y en un santiamén, empezó a trotar por la pista dejándome atrás.

—Oye, no creas que escaparas de mí —comencé a trotar a su lado, mirándola de reojo esperando una respuesta de su parte que no fuera tan hiriente.

—Te diré lo que quieres saber cuando sea el momento, ¿No has escuchado que la paciencia es una virtud? —rió al ver mi mueca de desagrado hacia dicha frase. —Veo que no posees esa virtud.

Antes de poder mandarla al carajo por semejante insulto, un poste humano se me cruzó enfrente, haciendo que me detuviera de golpe y cayera sentada en las nalgas que no tengo.

—Y buena vista tampoco —añadió Alizze. Gruñí irritada al ver como luchaba para contener las risas por mis desgracias.

Levanté la vista hacia los pectorales del muchacho que se me había puesto enfrente.
Pensé en muchas opciones, incluso tal vez en el mismísimo Drew.
Pero no, mis esperanzas se fueron al infierno cuando ví el rostro de Keegan en todo su esplendor.

—Estorbas, quítate.

—¿La has visto? La estamos buscando con desespero —levantó una fotografía de mi rostro, bastante clara y puesta en un cartel de "Se busca".
Instantáneamente fruncí el ceño, rogando que fuera solo una tonta propuesta de mi descontrolada imaginación.

—Por favor dime que no colgaron estas cosas en todos lados... —pregunté con lentitud, teniendo una excusa perfecta para un asesinato encubierto.

—No había muchas opciones, tampoco contestabas tu teléfono.

Respiré hondo, tratando de aguantar las incesantes ganas que tenía de patearlo en todos lados y gritarle todas las barbaridades que se me ocurrieron en ese mismo momento.

—Te hice un favor al dejarte a solas con tu querida noviecita —le arrebaté el cartel de un jalón y empecé a caminar detrás de Alizze, que solo se mantenía alejada del escándalo y procuraba no entrometerse a menos que yo se lo pidiera.
Aunque de eso último no estaba muy segura.

—No es mi novia, estamos saliendo nada más —rodó los ojos y me tomo de la cintura para ponerme sobre su hombro. —¿Acaso estás celosa, cariño? —hasta podía sentir su estúpida sonrisa.

—Keegan, no es gracioso, bájame.

—Para mí lo es, pero puedo hacer una oferta muy tentadora —me bajo, poniéndome en uno de los asientos de la cancha, siendo el centro de la atención de la mitad de las personas que estaban ahí.

—¡Megan! —la voz de Steven hizo que volteara los ojos, sin poder creer que estuvieran haciendo semejante escena. —Al fin te encontramos, ¡Estábamos preocupados!.

—Júramelo —me escabulli entre los dos y sin esperar caminé con rapidez hacia el patio nuevamente.

Una mano en mi antebrazo hizo que me detuviera nuevamente, haciendo que volteara a ver lista para lanzar una perfecta bofetada hacia toda su cara.
Dicha cara no me lo permitió.

Lo que más me extrañó fue sin duda la melancolía y preocupación que reflejaban los ojos de aquél rostro.
Acaso...
¿Realmente estaban tan preocupados?

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora