#72 Vieja cabrona

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Terminaba de contarle a Drew el pasado que había entre mi madre y yo, pues creía que el también merecía saberlo si estaba dispuesto a ser mi aliado.
Y me ahorraría tener que responder múltiples preguntas cuando viera que la relación con mi progenitora no era de lo mejor.

—Supongo que lo que busca con tanto desespero es el dinero —bufó el chico. —Que cliché —añadió en un susurro.

—Probablemente, aunque según lo que he visto, ella tiene una buena vida —comentó la rubia, sentándose con lentitud a mi lado. —Se que a veces no es malo ser avariciosa, pero...

—Esa es la parte que quiero descubrir, se que hay algo más, debe haber algo más —los miré. —Por eso tampoco es tan malo que tenga que soportarla estos días —sonreí con levedad, acomodándome en el asiento. —De paso, me pondré a investigar qué es lo que está tramando...

—Te ayudaremos con eso —respondió el chico con rapidez, poniendo su mano sobre la mía a modo de consuelo.

—Lo sé —sonreí.

—Te daré algunos consejos —la rubia se sentó frente a mí con una gran sonrisa. —Cuando estemos en ese nido de arpías, debes lucir tranquila, relajada, que su presencia no te afecte, o usarán tu nerviosismo a tu favor —asentí escuchándola con atención. —Sé que solo vas a querer mandar a todos al infierno cuando algo no salga bien, pero por favor, trata de no hacerlos enojar más de lo necesario.

—Me estás prohibiendo divertirme, técnicamente —bufé, cruzándome de brazos sin poder creer que no podría mandar a todos a la mierda.

—Nos meterás en más problemas si escoges ese camino —amenazó Drew. —Por lo que tenemos entendido, la fiesta será en casa de la Tía Alma, por suerte, esa residencia tiene bastantes puntos ciegos que podemos utilizar para poner cámaras o micrófonos.

Levanté mi ceja al escucharlo, pues no creí que esta fuera una misión de infiltración en la casa de su supuesta Tía.

—¿Y dónde queda la casa?

—Bienvenida a Toscana, Italia —señaló la rubia, refiriéndose a los verdes y enormes campos que cubrían todos los alrededores de toda Italia, por exagerar.
Aunque sí era una vista digna de admirar.

No tardamos demasiado en llegar al aeropuerto, y casi ser pateados por los guarda espaldas para que bajáramos del avión.
Estaba haciendo mi mejor esfuerzo para no lanzarme sobre la anciana, la cual todos llamaban: "Abuela Colette".

—Buenos días, abuela —saludó Drew, haciendo que la señora sonriera con levedad, lo cual realmente me sorprendió. —Tan hermosa como siempre.
Ah, aquí también habían favoritos.
Y aduladores

La anciana soltó una suave risa, haciendo un ademán con sus arrugadas manos. —Oh, querido, no debes ser tan adulador —pellizcó su mejilla sin ninguna pena, mientras el chico nos veía suplicante en ayuda.

—Es algo que me sale natural, abuela —se alejó de la señora con lentitud. —¿No vas a saludar a mis hermanas? —se hizo a un lado, dejándonos ver a mí y a Alizze que el rostro de la vieja perdió todo rastro de cariño, y se tornó en uno de seriedad.

Vaya, ¿por qué no me sorprendía?
Tampoco me sorprendió en lo absoluto ver como nos ignoraba, y procedía a arrastrar a Drew a un auto.

—El otro auto vendrá por ustedes más tarde —espetó con frialdad, y se marchó con el pobre muchacho que solo rogaba ayuda.

Fruncí mi ceño con incredulidad.
Sí, me preparé mentalmente para el favoritismo en el transcurso del avión, pero no creí que llegaría a tales extremos.
Ni siquiera mi madre había sido tan cruel.

—¿Estás bien? —pregunté hacia la rubia, que solo se limitaba a mirar y maldecir hasta el suelo bajo nuestros pies. —Esa vieja cabrona es muy descarada...

—Ah, Drew siempre ha sido el favorito, ya estoy acostumbrada —soltó un largo suspiro resignada. —Y eso es lo que más me molesta, que ya me acostumbré a ser la sombra de mi hermano.

Me quedé en silencio mientras la escuchaba, preguntándome el por qué Drew era el favorito de la abuela, pues siempre había una razón..
Ya sean las buenas calificaciones, el estilo de vida, o cosas tan ridículamente simples como el color de ojos o de cabello.

—Supongo que te preguntas por qué Drew es el favorito —añadió la rubia, con una ceja alzada en mi dirección.

—¿Soy tan obvia?

—A veces.

—Bueno, siempre supuse que era porque Andrew siguió todas las tradiciones familiares, pero ahora, sumando lo mal que nos hemos portado a los ojos de la sociedad... —hizo algunas muecas, acercándose a un banco cercano para recostarse.

—¿Tradiciones familiares? —inquirí, sentándome a su lado para ser usada de almohada. —¿Todavía existen cosas así?

—Al menos en mi familia sí —cerró los ojos. —Ser respetuosa, estudiar modismo o finanzas, casarte a la edad adecuada, y con una persona de alto rango, entre otras.

Fruncí el ceño, sintiendo que estaba en alguna era lejana donde la pobre Alizze era más una marioneta que una persona real.

—Joder, estamos en el siglo XXI —anuncié con obviedad. —Tu familia realmente da miedo, Alizze —añadí riendo junto a ella.

Justo como aquella vieja cabrona había dicho, el auto que nos fue a recoger llegó tarde, bastante tarde.
Alizze y yo estábamos al borde del desmayo debido al hambre y la incomodidad, yo, más que nada, solo quería estar en casa, con mi familia.

Dejé de pensar cuando un sexy chico se paró frente a nosotras, mientras nos miraba con una gran sonrisa de oreja a oreja.

—Ah, por fin las encuentro —suspiró con alivio.

—¿Quién pregunta? —espeté, acariciando el cabello de la rubia, que al oír la voz del chico, se puso de pie de un salto, y de otro salto se le tiró encima.

—¡Bestian! —chilló la rubia, envolviendo sus brazos alrededor del chico para abrazarlo con todas sus ganas. —¡Te extrañé mucho! —añadió con una gran sonrisa.
Yo sabía que estar soltera debía valer la pena, lo sabía.

—Yo también te extrañé —envidié a Alizze de sobremanera cuando el chico la apretujó contra su pecho, en respuesta de su abrazo.

Me quedé mirándolos unos segundos, empezando a atar los cabos sueltos y dándome cuenta de que el tal Bestian se asemejaba muchísimo al "amigo íntimo" que Alizze alguna vez mencionó.

—Bes, ella es Megan —sonrió. —Supongo que algo tienes que saber al respecto —añadió.

—Es un verdadero placer —asintió el chico, tomando mi mano con lentitud y plantando un suave beso en ella.

Ay, joder.

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt