#16 La curiosidad mató a Megan

11.8K 765 63
                                    

Recuerdo que ayer en la noche me encontré con un amor del pasado que prefería olvidar.
Y le dije una cruda realidad que al parecer le costó aceptar.

¿Que culpa tengo yo de que las verdades realmente ciertas sean tristemente las más dolorosas?
No, una pregunta aún mejor, ¿Como mierda acabé durmiendo en el césped frente a la casa?
Enserio, algunas veces me avergüenzo de mí misma.

Tocaba desesperadamente la puerta rogando porque algunos de los tantos hombres en aquella casa abrieran la jodida puerta de una vez, pues el sereno de la noche me había empapado y el frío estaba consumiendo hasta mis pecados.

—Sea quien sea lo voy a golpear por tocar a esta hora —la puerta de abrió con brusquedad, haciendo que en mis instintivos reflejos tomaran el control de mi cuerpo y se sostuvieran del marco de la puerta.

Menos mal.
Aunque ni tanto.

—¿Megan?

El susto de la segunda voz en la conversación hizo que mis manos se resbalaran hasta caer sentada sobre los pectorales del ser que quería no reconocer como Jake.
El silencio reinó aquellos incómodos segundos.

—Carajo, deberías ser más cuidadoso —espeté hacia Keegan, el causante de esta desagradable situación.

—¿Yo debería ser más cuidadoso, o tú? —respondió, apartandome de un suave empujón y entrando a su casa.

—Por una vez estoy de acuerdo con el —añadió Jake, que sin esperar demasiado me apartó por completo y se levantó, sacudiendo su ropa y caminando a lo que tenía entendido era la cocina.
Lo lamento, suelo ser muy despistada en las mañanas.

—Si, si, como tú digas Jake —caminé con pesadez y arrastré mis pies hasta la cocina, mas me detuve al ver una puerta entreabierta hacia un cuarto oscuro.

La curiosidad mató al gato, o eso dicen, ¿no? Pero, ¿Que tal si el gato hubiera sido más listo?
Exacto, tu y yo sabemos lo que habría pasado.

Seguí de largo, tomando una bebida del refrigerador.
Nuevamente detuve mi caminar cuando escuché el sonido de disparos, provenientes del mismo cuarto.
Esta vez no pude evitarlo.

Me acerqué con lentitud, abriendo la puerta causando un rechinido que alertó a los que estaban dentro de mi presencia.
Y entendí todo.

Un cuarto de juegos.
¿Desde cuándo la puta casa tenía un cuarto de juegos?
¿Porque no sabía de esta maravilla?

—Buen día Megan, veo que la pachanga estuvo buena —comentó un Steven sentado en un taburete, comiendo algunas papitas baratas.

—¿Tanto así para dormir en el césped? —añadió la voz que conocía muy bien, y que despreciaba bastante en momentos como este.

Me detuve cinco segundos, a analizar la situación.
Solo unos segundos me hicieron falta para darme cuenta de que, entonces, ellos sabían que había dormido fuera esa noche.

—¿Qué fue lo que dijiste? —amenacé con lentitud, acercándome a él.

—¿El sereno no te deja escuchar correctamente? —se inclinó hacia mí, con esa sonrisa burlona que tanto quería borrar encajando mi puño en toda su mandíbula.

—¿Sabían que estaba durmiendo fuera? —aparté a Keegan de un empujón, mirándolos a todos con el entrecejo fruncido que pronto me va a caracterizar.

—¿Que cambiaría si te dijeramos que si? —añadió Cameron, expectante, esperando que le respondiera con ese ingenio y sarcasmo al que estaban acostumbrados.

Me quedé en silencio, porque aunque quisiera admitirlo, él tenía razón.
No caería tan bajo para admitirlo.

—Cambiaría el hecho de que si me muero de pulmonía ustedes no tendrían que pagar mi ataúd —corté caminando a un espacioso y vacío sofá.

Tomé asiento, para luego tomarlo como una cómoda y espaciosa cama en la que podía estirarme y acomodarme como quisiera sin que nadie estuviera jodiendo.
Para mi suerte, poco después caí en un profundo sueño del que esperaba no despertar en un buen rato.

Minutos más tarde, los gritos no me dejaron conciliar el sueño de nuevo.
Al parecer una fuerte pelea se estaba desatando en la sala, una que tenía que ver con un nombre que recientemente me había encontrado.

Estiré mi mano con pesadez, buscando en la mesita de noche a la que estaba ya tan acostumbrada, mi teléfono. El cual me quito el sueño en un segundo al notar que no estaba ahí.

—¿Dónde carajo está mi teléfono? —susurré con frustración al no encontrar el aparato en ningún lado el cual recordara.

—¡Que sea está la última vez que llamas a su puto teléfono!

Escuchar la voz de una persona que normalmente está "tranquila", en tanto volumen es ciertamente nuevo para cualquiera.
Aún más cuando esa persona es Hunter.
Alguien que prefiere estar en las sombras y llamar la atención silenciosamente.
Y aún el doble cuando esa misma persona había robado tu teléfono para hablar con alguien de dudosa procedencia.

—¿Porqué tienes mi teléfono? —pregunté con voz áspera, mirándolo atentamente esperando una respuesta decente.

—No quiero saber qué clase de persona eres si tienes agendado a Liam —el teléfono salió volando hacia el sofá, cargado de frialdad e indiferencia.

—No quiero saber qué clase de persona eres tú si tomaste el teléfono de otra persona y lo utilizaste sin permiso.

El silencio era uno de esos que te dejaba saber que no había una respuesta totalmente perfecta para un ataque verbal de esa forma.

— ¿Porque hay tanto escándalo? —la voz monótona de Jake se hizo espacio a la fuerza entre el cortante silencio, haciendo que inevitablemente desviaramos nuestra vista hacia el.

—Le preguntaba a Megan-

—Déjame tomarme el lujo de corregirte, tú me robaste mí teléfono, lo usaste para llamar a una persona, de la cual no te concierne cuál es su relación conmigo.

—¿Que tal si sí me concierne? —murmuró con rudeza, acercándose a mí para ver qué respondía a esa ridícula pregunta.

—Lo haría si fueras alguien relevante en mi vida —me acerqué de golpe, causando que se alejara algunos centímetros significativos.

—Soy alguien importante.

—Pero no en mi vida —terminé su oración, alejándome de la sala y caminando con lentitud a las escaleras. —En muchas ocasiones me dejaron bastante en claro que me iré prontamente, por lo tanto, no necesitan saber nada de mí, solo dejarme ser.

Dándome cuenta de que aún tenía la ropa de ayer, con la cual llegué de estar dormida en el césped y con la cual me acosté a dormir hasta ahora, me duche con rapidez y me vesti, queriendo algo de aire totalmente fresco.

No era una necesidad, era una urgencia.

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Where stories live. Discover now