#50 Dueto inexpresivo

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Megan Pov's

—Diablos... —murmuré, sintiendo que me habían apaleado, pero solo la cara.
Abrí los ojos con lentitud, encontrándome a varios rostros desconocidos que me causaron algo de susto. —¿Quiénes son ustedes? ¿Dónde estoy? —pregunté, escuchando que mi voz estaba más ronca de lo normal.

—¡Señorita! Que gusto que este despierta, somos enfermeras del hospital XXXX —me sonrió con amabilidad, lo que me tranquilizó.

—¿Porqué estoy en el hospital? —murmuré, tomándome la cabeza levemente para darme cuenta de que tenía algunas vendas en ella. —Me duele la cabeza...

—Eso no es bueno, tiene que relajarse —añadió. —Se golpeó la cabeza con una mesa y sus amigos la trajeron al hospital —la segunda enfermera no tardó en irse rápidamente suponía que a buscar un doctor.

Fue ahí cuando los recuerdos me llegaron como una oleada, dolorosa oleada para ser sincera.
Recordé a Marion corriendo hacia mí como un animal salvaje, un empujón y luego sentir que me iba al más allá, voces difusas y un dolor infernal en mi nuca.

Ah, vaya cosas que me pasan a mi.

—Procederemos a hacerle algunas preguntas para comprobar que está bien —anunció la enfermera, tomando unos papeles y empezando a anotar las respuestas que yo le daba a sus preguntas. —Perfecto, el doctor viene en camino para hacerle un chequeo general.

Asentí lentamente mientras veía como salía y cerraba suavemente.
Según lo que me explicó (o lo que llegué a escuchar) tenía que relajarme y evitar el estrés mental o algo por el estilo.
No me culpen, siento que si un mal giro y mi cabeza calló al suelo.

—Buenas tardes, Smith —la voz de un viejo doctor que reconocí me hizo volver a la realidad. —Hace mucho que no te veía —soltó un largo suspiro, mientras yo asentía con lentitud y una leve sonrisa. —Ahora que haz crecido, te pareces más a tu hermano.

Me quedé en silencio mientras los recuerdos de mi hermano me abofetearon uno tras otro, sin parar ni darme tiempo para respirar.

Cuando él todavía estaba vivo, McGregory era nuestro doctor asignado, nos cuidaba más que incluso nuestra propia madre.

—Mateo... Sí, me hubiera gustado verlo y poder compararme con el —contesté con suavidad, sabiendo que el pobre doctor no tenía ni idea de que el ya no... Estaba aquí.

Al parecer tardo un poco en darse cuenta de lo que trataba de decirle.

—Oh, por... Cuánto lo siento, jamás imaginé... —ví de reojo como negó levemente y trató de cambiar el tema, sabiendo que no era el mejor momento para hablar de ello.

Pasó el rato haciéndome varias preguntas típicas de doctor, mientras yo trataba de mantenerme serena para que no me diera un patatús.
Me pregunté mentalmente cuántos días habían pasado desde el supuesto accidente, qué había pasado conmigo o con los demás.

—Bien, veo que estás perfecta dentro de lo que se puede decir —asintió. —Igualmente, me gustaría monitorearte por algunas semanas, para estar completamente seguro —me limité a decir un simple "sí", y me acomodé lentamente en la incómoda camilla del hospital.

—¿Alguien ha venido a verme? —murmuré con la garganta seca y las tripas revolcadas.
Preguntaba esperanzada, como si anteriomente en mis visitas de hospital nadie jamás hubiera ido a verme.

—Unos chicos que dicen pertenecen a una fraternidad, y una chica rubia. Han venido todos los días, y todos los días los echamos casi a la media noche —sonreí al imaginarme la escena de los guardias sacándolos a todos a patadas del hospital. —Me alegra ver que encontraste a personas que te hagan felíz, Megan —musitó con suavidad el doctor. —Les diré que pasen, pronto te traerán de comer.

Y con eso, se marchó.
Dejándome sola en la silenciosa sala, esperando por algo de lo cual nisiquiera estaba segura que llegaría, fue después de un rato que me percaté de que había un papel arrugado entre mis dedos, papel que sorprendentemente las enfermeras ni el doctor notaron.

Lo abrí lentamente, sintiendo frustración de haber perdido un poco de movilidad debido al frío y suponía al tremendo golpe que me había dado.
Lo leí con confusión y bastante esfuerzo, pues la letra era como la de un doctor, inentendible.

Lo que pude entender fue lo siguiente:
"Megan, realmente lamento todo lo que te estoy haciendo pasar, ni siquiera yo creí que mis celos y envidia pudieran llegar a tales extremos.
Estoy empezando a pensar que estar con Kate me está empezando a afectar en sobremanera, puesto que ella es mil veces peor que yo.

Atte: Marion".

Hice leves muecas, justo antes de que me arrebataran el papel de entre los dedos y comenzaran a leerlo en voz alta, más bien, Alizze.

—Tsk, ¿primero casi te mata y ahora intenta disculparse? —bufó, haciendo el papel pedazos y lanzandolo directo al basurero. —Por fin despertaste, nos tenías muy preocupados —se acercó a mí, abrazandome con suavidad y acariciando mi espalda con un aura más maternal de la apropiada.

—Si te dijera que estoy bien te mentiría, pero me siento mucho mejor —suspiré, recostando mi cabeza de su hombro con los ojos cerrados, simplemente disfrutando el momento. —Algo incómoda.

Se apartó de mi lentamente, y se dispuso a alejarse para que pudiera apreciar como ocho hombres esperaban a que les dirigiera la palabra.
Si no los conociera, hasta diría que son tiernos.

—Me... sorprende que estén todos aquí —admití, mirando sus reacciones, cada una distinta, pero con el mismo significado. —Lamento si los preocupé.

—Lo dices como si hubiera sido tu culpa, cariño —bufé con una leve sonrisa al escuchar esas palabras.

—Vaya, tuviste que estar al borde de la muerte para sonreírnos —cortó Matthew riendo burlón. —¿Siempre llegas a los extremos? —lo miré con incredulidad, sentandome con lentitud en la cama.

—No tanto como tú cuando quemas las tostadas —protesté, haciendo que todos soltaran risas disimuladas, excepto el dueto inexpresivo. —¿Lo ves? Tengo razón —el chico trataba de defenderse de las burlas y las risas de sus compañeros.

—Vaya, hiciste sonreír hasta el dueto inexpresivo —la voz burlona de Dylan hizo que todas las miradas se dirigieran hacia los dos chicos, que se sorprendieron con levedad al ver que ellos eran ese dueto.

—¿Dueto inexpresivo? ¿Es enserio? —bufó Jake, cruzandose de brazos sin aceptar el dichoso apodo.

—La verdad es que va muy bien con ustedes, son tan... —añadió Alizze. —Misteriosos.

—Sí, estoy totalmente de acuerdo con Alizze —comentó Steven con una sonrisa amplia y feliz, como era común en el.

—Es como si nosotros les dijeramos "panda de estúpidos" —atacó Cameron, rodando los ojos, seguramente pensando que eran unos infantiles.

—De hecho, lo haces —contestamos todos al unísono, haciendo que se quedara en silencio, y chasqueara la lengua con irritación. Ridiculamente, todos empezamos a reír debido a ese gesto, por esa estupidez.

Me sentí en paz.
Me sentí... en casa.

Entonces pensé en la verdad detrás de las palabras de Matt, había tenido que estar al borde de la muerte para ver lo que tenía, saber lo que iba a perder.
Pero ahora que por fin me di cuenta, iba a tratar de mejorar mi actitud de cascarrabias hacia ellos, hacia esos ocho escuincles.

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Where stories live. Discover now