#7 ¿Y el otro 50%?

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Era el día de cobrar "lo que le debía" a Alizze.
Vaya cosa la que me había pedido.

Flashback

—Seré bastante clara —levantó la mirada de los libros para dirigirla hacia mí. —Siempre están ese tipo de chicas que son como un grano en el escroto que ninguna de las dos tenemos —cerró el libro. —Pero hay una que es peor que eso —bufó con molestia.

Captó toda mi atención ver su rostro haciendo una mueca.
Más aún de la persona de la que hablaba.

—Supongo que sabes a quién me refiero.

—Completamente —afirmé mientras me acomodaba en el asiento.

—Se que es algo más... Complicado de lo que seguramente creías que te pediría, más aún yo siendo una total desconocida para ti —levantó su ceja.

—Claro que no eres una desconocida, te conocí porque te pegué un chicle en el cabello —reí.

Ella negó con una sonrisa de ironía pura.

—Perfecto, entonces, ¿Qué tal si le ponemos algo de salseo a esto? —una sonrisa de malicia se apoderó de sus aterciopeladas facciones, dejándome parcialmente embobada.

Pero claro que aceptaré un encargo como ese.

—Sería todo un placer —sonreí.

Fin del Flashback

No los aburriría con el transcurso de mi mañana.
Solo diré que Steven es peor que un niño de 6 años.
Muchísimo peor.

Sé que quizás estoy abusando un poco de mis privilegios, y que quizás estoy yendo algo rápido.
Siendo sincera, todo estaba yendo muy rápido.

Hace nada un chico el cual desconocía que intenciones tenía me había chantajeado para que no me fuera de su casa, me había pedido un beso y casi lo consigue.
He, casi.
Sí, todo va muy rápido a mi parecer.
Pero prefiero que sea así.
No quiero tener que estar lo que me queda de año soportando a esos idiotas.
No, jamás.

—¿Estás lista? —una emocionada Alizze apareció a mi lado mientras mascaba un chicle rosado, lo que asumí era de fresa.

—Si no lo estuviera ya estaría jodida porque ya acepte hacer esto —repliqué soltando un suspiro. —¿Enserio fue lo único que se te ocurrió? —pregunté con ironía.

—Vamos, lo clásico también es bueno, además, así oficialmente podría llamarte "compañera" —hizo comillas con sus dedos volteando para centrar su vista al frente.

—Oye, te estoy haciendo un favor, debería tener un título de mayor importancia, ¿No crees, interesada? —reí sin dejar de dar pasos a la cafetería, lo que parecía estar más llena de lo normal.

¿Acaso vino Aegan Cash y no lo sé?
Moriría si llegara a pasar algo así.
Ojalá y existiera, sería mi sueño erótico hecho realidad.

—Aunque será un problema si todos esos chicos no dejan de verte —alertó con una media sonrisa mientras tomaba lo que le apetecía del almuerzo.

Volteé la cabeza con mi ceño fruncido.
Efectivamente.
Todos en la mesa me veían de arriba a abajo, junto a mi acompañante.

Levanté una ceja con disgusto y tomé lo primero que vi, llenando mi bandeja de comida que sabía no me comería.
Si tuviera una tía, posiblemente me dijera algo como: "Muchos niños en África se mueren de hambre, y tú desperdicias la comida que se te ofrece".
Que incómodo sería.
Que suerte que no tengo.

Ignoré las miradas de mis "compañeros" y procedí a elegir una mesa del centro.
No es un lugar habitual donde yo me sentaría, para nada. Pero era necesario para llevar a cabo el plan.

¿Me recuerdan porqué acepté hacer esto?.

Mientras movía el tenedor entre todo lo que había tomado de la comida, encontré unas patatas fritas que tenían buena pinta.
Me eche una a la boca.
Lo siguiente es algo que nadie puede negarme que ha hecho alguna vez.
Fingir que la patata es un cigarro, inhalar y luego soltar el "humo" como todo un mafioso.

—¿Qué haces? —soltó una carcajada mientras se cubría la boca por estar masticando su comida. Instantáneamente me tragué la patata sin pensarlo y miré a todos los sitios posibles. —Vaya mafiosa tengo enfrente —levantó su ceja sin dejar de reír y robo una de mis patatas.

—No te burles —le bufé.

—Pfft, no soy la única —señaló con su pulgar la mesa un poco alejada de la nuestra, donde todos los chicos imitaban lo que había hecho.
Todos.

Hasta sentí como la vena de mi frente se me hinchó.
Procedí a levantar mi mano y sacar mi dedo corazón, murmurando maldiciones.

—Hey, hey —llamó Alizze mi atención. —Ya llegó —una sonrisa ladeada se instaló en su rostro mientras veía a la chica entrar y ser seguida por las que se hacían llamar sus amigas.

—¿Estás segura de que esto va a funcionar?...

—50% de probabilidad.

—¿Y el otro 50%?.

—Fé —tomó lo que quedaba de su bebida y se levantó de la banca tomando la bandeja.

Ay.

Seguí su acción.
Decidida.
No tan decidida, pero obligada.
Una deuda es una deuda amigos.

Entonces pasó.
Se me "cayó" la bandeja.
Adivinen sobre quién.

Sí, esa misma.

La cafetería se quedó en total silencio observando la escena de una Kitty cubierta de todo tipo de comida, con la boca abierta mirando su atuendo.

Totalmente fue una buena idea.
Ojalá y tuviera una cámara, carajo, fue un momento hermoso.

—¡¿Pero qué diablos?! —se levantó de un tirón sacudiendo todo su cuerpo, en especial su cabello. —¿Me puedes explicar... ¡¿Qué carajos crees que haces?! —volteó a verme con el rostro contraído en furia.

—Soy un humano, cometo errores —quité una patata frita de su cabello y la puse en su boca. —Que lástima, enserio lo siento —solté un suspiro largo y sonoro.

Un jalón de mi brazo me hizo quedar a centímetros de su rostro.

—Acabas de iniciar algo que nunca acabará —sentenció estampando lo que quedaba de su coca en toda mi camiseta.

Tristemente era una camiseta blanca.
Ni Jesucristo le sacaría una mancha así.

Y como si fuera una novela erótica.
Toda la camiseta se transparento.
¡JA! Pero yo era una protagonista con suerte, y me había puesto un sostén blanco.

—Créeme que acabará antes de que te des cuenta —murmuró Alizze con una expresión que siendo sincera hasta mi me causaba escalofríos.

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Where stories live. Discover now