#15 tiempo seguro

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No hubo minutos más largos que aquellos en la camioneta, todos sentados tan pegados que nuestras pieles rozaban y el tiempo corría tan lento que me daba sueño.
¿Y que era lo peor?
Que apenas y acabábamos de salir de la casa, que el tráfico estaba asquerosamente largo y el calor de ese día no ayudaba en lo absoluto.

Sin pensarlo demasiado, abrí la puerta de la camioneta y bajé cerrándola de un portazo.

—¿¡Que crees que haces, demente!? —gritó Keegan a lo lejos, mientras que con cada paso me alejaba unos metros más.

—¡Vete al carajo! —grité de vuelta.

Tecleé en mi teléfono el nombre del local, dándome cuenta de que caminando se llegaba mucho más rápido con el tráfico que había en ese momento.
No tarde demasiado en llegar, y un ambiente familiar me dio la bienvenida.

Chicos y chicas de aquí para allá, meseros, bebidas, música tranquila, comida, mesas de billar, videojuegos.
El lugar tenía un ambiente agradable, lo cual me sorprendió teniendo en cuenta la cantidad ridícula de adolescentes que se encontraron allí.
Aunque mi sorpresa fue menor al ver a la dicha chica que anteriormente me había metido en un problema con otra chica.

—¡Vaya! ¡Pero mira eso! —la voz aguda de la chica se estampó contra mis tímpanos, haciendo que inevitablemente volteara a verla. Es como cuando tu madre te hacia un sonido extraño e instintivamente volteabas a verla.

—Oh, Naia... —musité con lentitud, desganada de tener que entablar una mísera conversación con la chica.

—Megan, no esperaba verte por aquí —añadió.

—Sí, yo tampoco —sonreí de boca cerrada, dándome media vuelta y caminando a alguna esquina del lugar.

Tristemente, querido que fuera la esquina más lejana, para no tener que ver a las chicas soltando suspiros deseosos de una simple mirada de esas idiotas a los que hubieran llamado "Adonis".

—Ven acá —una mano mucho más grande que la mía, me jaló haciendo que diera unas cuantas vueltas sobre mi misma quedando estampada en su pecho. —Te veías muy solitaria —levanté la vista con lentitud, encontrándome el rostro suave de un Dylan, con su típica sonrisa ladeada, muy ardiente a los ojos de una virgen como yo puede soportar.

Nunca podría negarlo, ellos son realmente unos Adonis, o en gran parte.

—¿Tú crees? —usé su pecho para subir a la mesa y sentarme cómodamente cruzando las piernas, captando la atención de los chicos, los cuales voltearon a verme de forma automática.

—Un poco —respondió riendo ronco, tomando un taco de billar y poniendo las bolas en su sitio.

Rodé los ojos con una media sonrisa impregnada en mi rostro y tomé el taco para posicionarme correctamente.

—Cuidado que no te lastimes —bromeó Keegan queriendo visiblemente molestarme.

No había pasado ni siquiera media hora , y ya todos estaban borrachos.
La buena noticia es que, como le había dicho anteriormente a Cameron, no me haría cargo de nadie.

Para mí suerte, Jake fue lo suficientemente diligente, y antes de que hicieran más escándalo del que ya habían causado, los arrastró a una camioneta y se largó con ellos.
Uff, y como eso me molesta tanto.

No voy a negar que estaba media borracha, había tomado más de lo que debería y ciertamente no me arrepentía.
Era mi momento, ese tipo de momento donde el mundo hace un mísero espacio de tiempo que parece fue creado por y para ti.

Era mi tiempo seguro .

El cielo se teñía de colores rosaceos, pareciendo más un pedazo de papel mal pintado por esos crayones de mala calidad.
Era bonito.

Era.

Echaba mi última bola para terminar la partida de billar, cuando algo puntiagudo casi me desvirga el trasero.

—Oye, quita esa mierda de mi culo, ¿Quieres? —pronunciado lentamente, con mechones de cabello en mi frente tapándome levemente la vista.

Hubiera deseado no haberlo visto lo suficientemente bien.
Realmente lo hubiera deseado.
Aunque tampoco me importaba demasiado.

O eso quería obligarme a creer.

—Ups —respondió con ese tono burlón que difusamente grababa. —Lo lamento —añadió soltando una leve risilla, apartando el taco de mi y poniéndolo sobre la mesa.

Apreté los labios para no tirarle un puñetazo, años de ira acumulada pueden ser dañinos para una persona.
Me refiero a el, en todo caso.

—Disculpa, ¿Te conozco? Tu cara... Me suena — esperaba, entrecerrando los ojos como si buscara un recuerdo profundo en su memoria.

—No lo creo —apresuré a decir. —Acepto tu disculpa, ahora adiós —me di media vuelta y caminé, dispuesto a irme de aquel, ahora desagradable, lugar.

—¡Pero claro que te conozco, Megan! —gritó a todo volumen captando la atención de la clientela del lugar.
Realmente odiaba eso.

Él era el tipo de chico que amaba llamar la atención por cualquier cosa.
Literalmente.

—¡Cuánto tiempo! Mírate, ya eres toda una mujer —sus pasos apresurados se juntaron con los míos, caminando a mi lado como si fuera bienvenido.

—De todas las cosas que pudieras decirme, ¿Vienes a decir que ya estoy hecha una mujer?

—¿No es eso lo que a las chicas les gusta escuchar? Recuerdo que te encantaba que te dijera esas cosas cursis.

Me detuve unos segundos, tomando una bocanada de aire profundo.
Gracias al cielo, todo rastro de alcohol en mi desaparecido en cuanto lo ví.

—Escucha, Liam —empecé, llevándolo frente a una ventana para hacer el momento más emotivo. —Te daré un consejo filosófico —acaricié su espalda con lentitud, viendo como sus ojos recaían en mi captando toda su atención.

—¿Enserio? — preguntó, levantando su ceja ansioso de escuchar tal consejo.

—Escucha atentamente —lo callé. —Existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerte el idiota y la otra es serlo —solté un suspiro pesado. —¿Que tal si deja de ser una idiota y mejor pretende serlo?

Su silencio me gritó que estaba procesando lo que acababa de decir, así que sin esperar más, moví mis piernas a la salida.
No pude evitar mirar de reojo, más voltee rápidamente la vista al ver su entrecejo fruncido y esa mirada de furia que revolvía mis recuerdos, y mi estómago también.

—Quien dice verdades, pierde amistades —murmuré para mí misma.

En una esquina solitaria estaba yo vaciando toda la cerveza que me tomé.
Vomitar era asqueroso, pero reconfortante.
Era signo de una buena noche, dentro de lo que se puede decir.
O al menos eso pienso yo.

Ya era de noche, lo cual me alertaba que a esas horas ya debería estar en mi casa, concretamente, en la de mis "compañeros".

Meh, realmente, tampoco recordaba muy bien el camino...

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Where stories live. Discover now