#5 Mi chicle...

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Keegan Pov's

En cuanto salí de su habitación me dediqué a limpiar la sangre que salía de mi labio inferior con paciencia, sudor y lágrimas.

Realmente me había dolido.
¿Qué carajo haré ahora con mi labio rojizo e hinchado?

Sabía que ella sabía que se había metido en un callejón sin salida cuando me siguió el juego, y más aún cuando llego a tales extremos.

Pero también sabía que no sería nada fácil, por razones tan simples como que ella era tan terca como una mula, y que habían 7 chicos más en esta casa, igual de casanovas que yo y cada uno con su encanto personal.

Ya era tarde, la hora rondaba más o menos entre las 11 o las 12 de la noche, hora en la que ya debería estar dormido.

Pensé detenidamente en lo que haría mientras dejaba que el agua fría me envolvía en una sensación que hubiera deseado fuera relajante.
Mi masculinidad no me dejaba descansar, ya hasta dolía.
Ella dolía.

Pude percatarme de que tenía unos preciosos ojos azules tan oscuros como el fondo del océano. Ese azul que te hace creer que yacen interminables metros de profundidad.
Profundidad que por supuesto descubriría que secretos esconde.

No se confundan, no estaba enamorado, no era tan estúpido.

Sabía que me había encaprichado, pero no enamorado.
Se que se necesita más tiempo para llegar a ese paso, y no creía tener tanto como para llegar a eso, menos con ella.
Me odiaba.

—Odio pensar —gruñí por lo bajo mientras me acomodaba la camiseta y veía a la pequeña chica dormir en una esquina de mi, lamentablemente, espaciosa cama.

¡JA! Estúpido me dirán si no aprovecho la oportunidad.
Triste que eso es justo lo que no voy a hacer, no quiero amanecer con un golpe en mi nariz o en mis pelotas.

Megan Pov's

Al día siguiente, entre quejidos de pereza y dolor por lo nublada que estaba mi vista al levantarme, me dirigí al baño con lentitud, revisando que no hubiera nada que hiciera que me cayera.

No enfrente de ese idiota.
Jamás.

Lo diré.
Hoy llegaré tarde.
Y me vale una mierda.
Pero enserio que me vale una gran hectárea de mierda.

Tomé una larga ducha con el pequeño inconveniente de que cuando abrí la regadera el agua salió helada.
Al menos desperté por completo.

El outfit de hoy consistía en una camiseta al menos dos tallas más grande que la mía, algún pantalón de por ahí y los primeros zapatos que encontré.

Lo único que quería era encontrar un libro en la biblioteca el cual me estaba interesando hace ya bastante tiempo, almorzar y largarme a leer. Sólo eso, no quería nada, no quería toparme con nadie, ni hablar con nadie.

Masticaba en chicle sabor limón y ojeaba las notificaciones de twitter desinteresada.
Al parecer más desinteresada de lo que una distraída como yo debería estar.

Choqué con alguien.
Se me salió el chicle.
Quiero llorar.

Mire a la chica esperando que me dijera alguna grosería.
Aunque también en parte fue su culpa, pues venía hablando por teléfono igual de distraída que yo.

—Uy... —comenté mientras le despegaba el chicle del cabello con lentitud.

Mi chicle...

—Lo siento...

—Alizze —suspiró. —Sí, bueno, lo hecho, hecho está —respondió mientras jalaba lo que quedaba de su cabello pegado al chicle. —Papá, te llamo más tarde, besos —y con eso, colgó.
Ahora me sentía peor.

—Te debo una, lo siento, otra vez, Alizze —seguí mi camino pensando que debe ser nueva; bastante nueva a mi parecer.

Me detuve cuando escuché que me gritó algo que no logré entender a esa distancia.
Sí, ciega y para colmo sorda.

—¿Al menos puedes decirme cómo te llamas? —me miraba esperando una respuesta. —Para cobrar "la que me debes" —levantó su ceja.

Maldije internamente.

—Megan —respondí con lentitud. Ella se volteó y siguió caminando, dejando que el resonar de sus tacones hablara por ella.

De ser otra chica probablemente hubiera hecho que le arrancara el chicle con guantes, o al menos hubiera dejado la marca de su mano en mi cara.
A esos extremos.

En el exterior parecía ese tipo de chica por su forma de vestir, claramente no era tan vulgar. Y ella tenía un cuerpo y curvas espectacular para lucir esa maravillosa ropa.
Diosa griega sería el mejor termino, me haría lesbiana por chicas así.

Apostaría mi otro chicle a que estudia modismo.
Apostaría todo el paquete.
No, no puedo, me moriría de ansiedad sin mis chicles de limón.

Corrí a lo que quedaba de mi clase.
Era una clase aburridisima, sí, pero totalmente necesaria si quería dedicarme cien por ciento al diseño gráfico.

¿Porque voy a estudiar esto si ni siquiera se dibujar?
Ni siquiera yo lo sé.
Pero me gustaba.

Me gustaba aún más saber que no tenía que toparme con ninguno de esos idiotas el resto del día.

O al menos eso creía.

Salía tranquilamente de mi primera clase, a la cual asistí no más de 17 minutos por la tardanza y el contratiempo del chicle.
Hasta que me topé con Hunter.
Sí, ese Hunter.

Creía que me iba a decir alguna idiotez, como Jayden, o Dylan, incluso como Keegan.

Simplemente siguió su camino sin dirigirme la mirada al menos.
Y lo agradecía totalmente.
No crean que me interesaba que dirigiera su atención a mi.

Lo único que sabía con certeza de el es que era el menos mujeriego de todos.
Los rumores me dejaron claro que para el ninguna chica era "suficiente" para el.

Aún seguía preguntándome porque quería que durmiera con el cuando llegue a la casa. Me daba miedo saber la respuesta.

En fin.

Continuando con lo que nos interesa a mí y a mi mente perversa.
Me desvié un poco de mi ruta para pasar frente a lo que era la gran cancha, repleta de adolescentes hormonales sin camiseta y sudor.

¿Porqué negarlo? Me gustaba ver abdómenes en forma, y la mayoría de los chicos de allí eran lindos.
Tenía que aprovechar mi rostro bonito y mi adolescencia mientras pudiera.
Era triste que, como todos los demás, eran unos idiotas.

Unos idiotas que estaban muy buenos.

Aceleré el paso cuando la mirada de casi todos los chicos de ahora mi fraternidad se clavó en toda mi cara.

Levanté mi brazo y por consiguiente mi dedo corazón.
Como sabrán, la valentía se me fue a donde no me da el sol cuando vi a Keegan prepararse para lanzarme un balón.

Espero no tener que toparme con ellos de nuevo, ahora sí...

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Where stories live. Discover now