#34 Estaré bien

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La linda tarde que habíamos pasado en la casa de la abuela Ale me sirvió para relajar mi mente y centrarme en lo que era verdaderamente importante.
Trazar un plan.

Eso era lo primero que necesitaba si quería llegar a alguna parte, en este caso, a Alizze o a Andrew incluso.
Aún así, aunque fue una agradable tarde, la presencia de un amargado puede arruinar el día de cualquiera.

—Tu abuela es...

—¿Entrometida? ¿Habladora?.

Lo mire de reojo, sin poder creer que de su boca salieran palabras tan hirientes hacia un pariente tan cercano.

—Agradable —corté. —Deberías agradecer que la tienes ahí para ti —añadí, tomando mi teléfono para fingir que lo ignoraba, cosa que se me dificultaba.

—¿Tú quien diablos te crees para sermonearme? —susurró con lentitud. —¿Sabes? No eres la única que ha sufrido, Megan, no eres la protagonista principal de esta historia y lo sabes —volteó a verme con los ojos ardiendo en enojo.

—¿Disculpa? No estoy minimizando tu sufrimiento, lo estoy agrandando —respondí igual de furiosa. —Realmente eres un idiota —concluí, sin ganas ni ánimos para discutir en ese momento.

—El burro hablando de orejas.

Respiré bastante hondo para no mandarlo al infierno, sabiendo que no era mi momento de morir, menos en un accidente de auto puesto que íbamos aún en la carretera.

El camino nuevamente fue silencioso, tenso y abrumador.
Tristemente ya me estaba acostumbrando a esto, y era algo que detestaba.

Miré por la ventana como ya todos los periodistas se habían largado tras haber fracasado en sacarme jugosa información.
Mientras bajaba del auto, analizaba que podría hacer para seguir adelante, ahora con un obstáculo más en el camino.

No podía simplemente ir por ahí mostrando mi cara, puesto que ahora los periodistas la habían visto y sería un infierno sin duda.
Así que solo me quedaba salir de incógnito.

—Cuánta tensión, ¿Tan malo fue el viaje? —la burlona voz de Keegan solo hizo empeorar el momento.

—Pregúntale a este malagradecido —contesté con sequedad, arrebatando las llaves de entre sus dedos y abriendo la puerta con brusquedad.

Subí con rapidez las escaleras, y desaparecí entre las mantas de mi habitación.
Miraba el teléfono cada dos o tres minutos, con la esperanza de que Alizze respondiera un mensaje que le había enviado hace tan solo algunas horas.

—Mirar el teléfono cada minuto no hará que ella te responda.

—¿Y a ti quien te preguntó?.

—Mi experiencia, novata —la cama se hundió a mi lado. —Déjame adivinar, ¿Novio o amiga perdida?.

Apreté el teléfono queriendo escupirle el ojo, pero me contuve, intrigada en el porque me hablaba, porque ahora.

—Amiga perdida —suspiré vagamente, asomandome por entre las sábanas para verle hacer muecas. —No tengo novio.

—¿Enserio? Es una pena.

Lo miré por algunos minutos, y luego desvié la vista al techo.

—¿Que quieres? No viniste aquí solo para preguntarme eso, y menos desde la última discusión que tuvimos, Matthew.

El silencio de su parte hizo que volteara los ojos hacia el nuevamente, esperando para ver qué tenía que decir ahora.

—Esto llegó para ti, pero con... Todo lo sucedido, se me había olvidado dartela —extendió un sobre con un sello conocido para mí.

Y ese fue el momento en el que casi le arranco los dedos a alguien.
Fue donde me di cuenta que el sello era una clara "C".

—¿Desde cuándo tienes esto? —murmuré, apretando el papel entre mis dedos con más molestia de que la podría controlar.

—Llegó hace unos días —su rostro se mantenía igual de sereno. —No debe ser tan importante, ¿O sí? —estampé mi mano en su espalda haciendo que se moviera, hasta llevarlo fuera de la habitación.

—Apenas sales de un hoyo para meterte en otro —y con eso, cerré la puerta con todas mis fuerzas, recostandome de esta para abrir la carta con desesperación y esperanza de que fuera la persona que creía.
Aunque también me preguntaba quien mandaba una carta física cuando existían los mensajes.

"Estimada Megan Smith,

Lamentamos ser tan inoportunos según las circunstancias que ahora usted enfrenta, pero justo por esto mandamos esta invitación.
La familia C le invita a la gala especial que tendremos este fin de semana en nuestro hotel familiar de Nueva York, ya que todos deseamos conocer al nuevo miembro de esta gran familia.

Suplicamos vestimenta sumamente formal. (Traje largo si es posible).
Y por último pero no menos importante, un acompañante.

Nos veremos pronto.
Atte: La familia C".

Tragué saliva.
O me tragué la lengua.
Una de dos.

—Megan... Se que no quieres vernos las caras, pero debes comer, pedimos pizza —la suave voz de Steven me reconfortó en ese momento, haciendo que inconcientemente mi mano le diera vuelta a la manija y quedara frente a él.

—Sí... —guardé la carta con cuidado en el bolsillo del abrigo, bajando la vista hacia mis asquerosas pantuflas, con las cuales fui vista por los periodistas.
Ay, dios mío.

Bajé las escaleras, cubriendo mi desesperado rostro con la espalda de Steven.

—¿Segura que estás bien? Te ves abrumada —preguntó el mismo, con un dije que preocupación en su voz.

—Solo... Necesito respuestas, pero no tengo donde buscar —miré hacia adelante, sin querer hablar del tema. —Estaré bien.

Caminé a la mesa del comedor, donde la pizza estaba servida y lista para comer.
Tomé uno de los grasosos pedazos y me senté en el sofá, dejandome llevar por los pensamientos que pasaban por mi cabeza.

Uno de ellos era más bien una pregunta.
¿Con quién demonios iría a New York?.

—¿A New York? —el susurro que acarició mi oído me hizo dar un salto, volteando la cabeza de golpe hacia mi inesperado acompañante.

—No es de tu incumbencia, idiota.

—¿Qué no es de su incumbencia? —la voz saltona de Dylan solo hizo que me asustara aún más. —Se ve interesante.

Con irritación, saqué la carta del bolsillo y se las mostré.

—Necesito un acompañante para ir a New York el fin de semana, la familia C me invitó a alguna cosa —voltee a verlos. —Tristemente ustedes son mi única opción.

—¿Enserio irás? ¿No crees que es arriesgado? —pronunció Cameron, que me arrebató el papel de las manos y comenzó a leerlo.

—Es la única forma de saber en qué diablos me estoy metiendo.

—Nisiquiera tienes dinero.

—¿Quién dijo que no? —levanté mi ceja con superioridad, tomando la carta nuevamente. —Bien, entonces iré sola —me encogí de hombros, dejando el plato donde tenía mi pizza en la mesa.

—¡Reunión! —todos los varones se dirigieron al final de la cocina, haciendo un círculo entre ellos murmurando cosas que a saber que eran.
Fácilmente podrían estar invocando a Satan.

Tras unos largos minutos de charlas masculinas, todos se dirigieron hacia mi.

—Tras una larga charla, decidimos que el más indicado para ir contigo es Keegan.

—Me niego.

—Solo tienes dos opciones —los brazos de Jake se estamparon a los lados de mi pequeño cuerpo, dejándole total libertad de decir lo que quisiera. —O vas con el, o no vas.

—¿Y tú quien te crees para decidir por mí? —espeté ahora con molestia, apartando sus brazos de un empujón.

—Tu dueño.

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Where stories live. Discover now