#58 ¿Te escaparías conmigo?

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Esta vez, el camino de regreso fue silencioso debido a los notables sonrojos que teníamos plasmados en la cara.
Sí, realmente había sucedido esa escena que tanto me había imaginado en mi sucia mente.

Alizze me besó, a medias, pero lo hizo.

—Y bien... ¿Qué le dirás a los chicos? —preguntó, tratando de romper el incómodo pero agradable silencio.

Suspiré, ya que no tenía ningunas ganas de contarle a los demás sobre el diagnóstico del docotor, porque sabía que se pondrían paranoicos, y era justo lo que quería evitar.

—¿Realmente es totalmente necesario decirles? No quiero ser tratada como una muñequita de porcelana —admití, recostandome del asiento y dirigiendo mi vista hacia la ventanilla.

—Sí, es necesario —contestó. —Tú misma dijiste que querías arreglar tu relación con ellos, si les ocultas esto solo irá en picada, y lo sabes

Solté un bufido, ya que, al igual que ella, odiaba no tener la razón en algo.
Pero aunque quisiera negarlo, lo que decía era ridículamente cierto.

—¿Cómo le dices a alguien que puedes morir en cualquier momento? —la rubia no tardó en darme un gran zape, para luego apretar el volante con fuerza.

—No morirás, deja de decir eso.

Sonreí levemente, pensando en todas las posibilidades que tenía en ese momento, las cuales eran reducidas.
O vivía hasta tener 70 con una linda familia feliz.
O moría a mis 17 teniendo una vida placentera.

—Bien, llegamos —me miró, y frunció los labios. —¿Tienes algo más que decirme? —preguntó con lentitud, tomando mi mano con suavidad haciendo que la mirara.
Me quedé en silencio por algunos minutos, mientras pensaba si era buena idea que dijera lo que tenía en mente.

Pero finalmente, hablé.

—Si las cosas no resultan bien, y los chicos deciden hacer alguna estupidez conmigo... —comencé. —¿Te escaparías conmigo? —su rostro se tornó de un bermejo adorable, y torcí el gesto cuando apretó mi mano tan fuerte que casi me parte los dedos.

—¿Escaparme... contigo? ¿Pero a dónde? —murmuró, con ese tono inseguro en la voz que tanto la caracterizaba cuando no estaba segura de si decir "sí" o "no".

—No lo sé, un lugar alejado, donde nadie ni nada nos perturbe la existencia —respondí con simpleza. —Te daré algunas horas para pensarlo —le sonreí, bajando del auto, preparándome mentalmente para todas las posibles escenas.

Habían algunas donde todo acababa bien, ellos comprendían que esta era mi elección y continuaba mi vida hasta el punto donde fuera posible.
Otra donde me sanaba, todos éramos felices y teníamos lo que queríamos.
Y había una más, donde ellos se ponían histéricos y me encerraban en mi habitación como unos psicópatas maniáticos.

—Bien, tengamos fé en que será la primera, la segunda es improbable y la tercera es la kármica —murmuré, captando la atención de la rubia, que solo levantó su ceja sin saber de qué estaba hablando. —Ignorame, estoy delirando —admití abriendo la puerta y caminando lentamente.

—¿Y? —me exalté al escuchar la misteriosa voz desde las sombras.

—¿Qué?

—Sabes a lo que me refiero —se levantó, posicionándose frente a mi esperando que le diera una respuesta a su pregunta. —¿Cómo les fue en la cita? —Alizze y yo nos miramos de reojo, pensando telepáticamente nuestro próximo paso.

—Será mejor que estén todos juntos para no tener que repetirlo —demandé, caminando hacia la sala para invocar una reunión urgente, más bien.

Bastaron algunos minutos para que los miembros de aquella fraternidad estuvieran reunidos en un círculo alrededor de mí, esperando con impaciencia aquella tortuosa noticia sobre mi salud en esos momentos.

—¿Y bien? Suéltalo ya, mujer —apresuró Dylan. —Su seriedad da miedo...

—Bien, la verdad es que no hay palabras para decir esto —suspiré. —Según el doctor... Huh —miré a Alizze buscando algo de apoyo moral, pues estaba a punto de mentirles sobre el diagnóstico del doctor.

Solo recibí un asentimiento por parte de la rubia que me hizo soltar otro sonoro y largo suspiro.

—Si no me mantienen en aislamiento por algunos meses, podría morir —solté de golpe, viendo como ellos se quedaban exactamente igual que antes, por lo que me obligué a pensar que lo estaban asimilando.

Me encogí en mi sitio al ver como Keegan se levantaba, se daba media vuelta y se encerraba de un portazo en nuestra habitación sin siquiera darme una mísera mirada.
Me sentí fatal, he de admitirlo, pero había tomado esta decisión por y para mí.

Y nada me haría cambiarla, al menos no por ahora.

—¿Qué son unos meses comparados a una vida feliz? —preguntó Cameron, viéndose más serio de lo que había imaginado.

—Es como si te preguntara si estarías dispuesto a morir por mí, si la situación fuera al revés...

—¿Morir por ti? Preferiría vivir por ti. Porque morir es fácil, instantáneo. Vivir, eso es más complicado —cortó, poniéndose de pie ahora con un ceño fruncido en todo su rostro, mientras mi corazón se comprimía para tratar de contener las miles de palabras que quería decir en ese momento.

"¿De qué murió?
Se ahogó con palabras que nunca dijo"
.

—¿No te cansas? —preguntó con lentitud un Jake que me miraba con desilusión, con tristeza, con decepción.

—¿De qué...?

—De fingir que eres fuerte y callar todo lo que sientes

—Eres el menos indicado para decirme eso —murmuré, evitando conectar con su mirada para no causar un caos mayor.

—Me niego, me niego a dejarte ir

—Esta es mi decisión, Jake —espeté, poniéndome de pie para encararlo de frente, porque sabía que era la única forma aunque su mirada fueran dagas directas a mi alma. —No les estoy pidiendo que lo comprendan, solo se los estoy dejando saber —añadí, apretando mis puños con lentitud.

Me sentía una hija de puta por herir a las personas que se atrevieron a amar mi desastre.
Porque tenía que fingir que no me dolía cuando en realidad me estaba matando.
Porque quería gritar, destrozar todo, pero en vez de eso me quedé callada y me destrocé el alma.

—¿Por qué elijes la muerte antes que a nosotros? —preguntó con una voz temblorosa, acercándose a mí y tomando mis manos con lentitud.

—No moriré, Jake —mentí, tomando sus manos suavemente y limpiando sus lágrimas con delicadeza. —Es una probabilidad, solo eso, no moriré, nadie lo hará —añadí, acercándome a el para darle un abrazo y tratar de calmarlo como fuera posible.

—No puedo arriesgarme a perderte —murmuró, enterrando su rostro en mi cabello, suponía que tratando de encontrar consuelo. —Lo siento

Me empecé a agitar cuando sus brazos me sostuvieron con fuerza, empezando a arrastrarme escaleras mientras todos observaban en completo silencio esa escena.

—¡Jake! ¡Detente, la lastimas! —gritó Alizze, forcejeando inútilmente contra el chico que levantaba pesas todos los jodidos días. —¡No seas una maldita bestia!

—¿Bestia dices? —se detuvo, volteando a ver a la rubia con el ceño fruncido. —La única bestia que veo aquí eres tu, ¿¡cómo siquiera puedes apoyarla en esa puta decisión de mierda!? —gritó furioso, acercándose más a ella, mientras yo gritaba que se tranquilizaran.

—Porque a diferencia de ustedes, yo sí respeto sus decisiones —espetó, dándole una bofetada que resonó por todo la casa, dejándonos a todos con la boca abierta. —A diferencia de ti, yo sí comprendo el sentimiento

En un último intento por liberarme, aparté el brazo de Jake de un mordisco, tomando el de la rubia y corriendo rápidamente hacia la habitación de la susodicha y encerrándonos como si de un apocalipsis se tratara.

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon