#37 ¿Celosa?

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Me preparaba para salir con Lia, la cual me había avisado que ya estaba fuera de la casa esperando por mí.
Vaya, y yo que la juzgaba de impuntual.

Bajé rápidamente las escaleras, empujando a varios de los chicos en el camino y llevándome la desagradable sorpresa de que Kitty y Marion estaban allí.
No me deshago de ellas.

—Oh, pero miren eso, es nuestra querida pelirroja —sonrió ampliamente, acercándose a mí para tomar un mechón de mi cabello.

—Ni tú ni nadie tienen derecho a llamarme de esa forma —amenacé, dándole un manotazo a su mano y caminando a la salida.

—Tranquilas chicas, cuánta tensión —intervino Keegan, poniéndose entre nosotras y bloqueandome el paso a la salida.

—Es repugnante estar en la misma oración que ella, ahora quítate —lo aparte con brusquedad y me dirigí a la puerta nuevamente, abriéndola y encontrándome a Lia a punto de tocar.

—¡Es la chica de ayer! —gritó Dylan desde el sofá, con una gran sonrisa de chico bueno que no me tragaba.

La cara de Lia rápidamente se tornó en un rojo suave, justo como ayer cuando le dije lo que hacía falta decirle.

—Hola, Dylan —me sorprendió su capacidad de autocontrol, pues, si yo estuviera hablando con el chico que me gusta, estaría sin duda tartamudeando y haciendo alguna estupidez.

—Hora de irnos —la tome del brazo y caminé, sacando mi teléfono y marcando el número del Uber.
Ese Uber que apareció cuando casi me largo de esta casa, sí, ese.

Pasado ya un rato, estábamos caminando las tiendas del centro comercial buscando un vestido ideal para mí.
Mala hora para ser una maniática a la hora de elegir ropa.

—¿Alguna preferencia? —preguntó mi acompañante, mientras observaba los aparadores de las tiendas con los ojos iluminados.

—Tiene que ser sumamente formal, según la invitación —miraba los vestidos haciendo muecas, puesto que eran demasiado expuestos para una primera ocasión.

—¿Alguna situación en especial?

—Primera vez conociendo a mi... Familia, creo —ella se detuvo mientras me observaba con confusión. —Es algo que prefiero mantener en privado.

—Oh... Por supuesto —sonrió amablemente. —Ven, creo que tengo una buena opción para ti.

Sintiéndome como una niña perdida, la seguí hacia la tienda donde supuestamente encontraría el vestido ideal.
Entramos a una tienda de segunda mano donde habían prendas realmente maravillosas, de las cuales casi me las llevo todas de no ser que esto era importante.

—Este —me detuve frente a un hermoso vestido negro que hacía perfecto complemento con mi cabello de fuego.
No diré que no era muy pretenciosa con la ropa que me compraba (porque sí, sí que lo era). Me daba manía que algo no combinara.

—Tienes buen gusto —admitió Lia.

—Lo sé —sonreí tomando el vestido y yendo a la caja para pagar.

Le había dicho a Lia que tenía que irme algunos días por un asunto familiar del cual tenía que encargarme.
Tenía el presentimiento de que ella misma se enteraría de mi "Gran secreto" muy pronto.

En la mañana siguiente, estaba terminando de empacar la pesada maleta que me llevaría, la cual agrupe junto a la de Keegan.
Odiaba que el tuviera que acompañarme, pero aunque odiara admitirlo, en el fondo era agradable su compañía.

No se hagan falsas ilusiones, por favor.

—¿A qué hora sale el vuelo?

—A las 3:00 p.m. —contesté mirando mi teléfono, sintiendo el silencio incómodo entre los dos.

—¿Y no pensabas decirme? —gruñó con suavidad, dándose cuenta de que justo ahora eran la una de la tarde y el nisiquiera se había arreglado.

Levanté la ceja para mirarlo, dudosa de si llevarlo conmigo.

—¿No te alegra que sea yo el que te acompañe? Eso es hiriente.

—Mas que alegrarme, diría que es una obligación.

—¿Eso es bueno o malo? —la perversión en su voz solo me hizo saber que nuevamente había arruinado el momento.

—Es un punto muerto, idiota.

Tomé la maleta y me dirigí al garaje, tomando las llaves del auto de Keegan y abriendo el maletero.

No estaba segura de si esto era una buena idea, en primer lugar, nisiquiera estaba segura de que diablos es lo que tenía que hacer cuando llegara a New York.

Aunque sí tenía una cosa clara, toda esta mierda de la Familia C tenía que resolverse, no podía vivir el resto de mi vida huyendo de los paparazzi como una delincuente.
Bueno, no sería tan malo puesto que realmente me la pasaba casi siempre encerrada en mi cuarto, disfrutando más de la soledad que de una mala compañía.

Luego de un largo rato esperando que Keegan estuviera listo, miré a Lia acercarse con timidez a mi persona.

—Lia, que sorpresa verte —me acerqué, sin dejar que dicho casanova estuviera dentro del perímetro.

—Quería darte esto —me extendió una delicada pulsera, que tomé e Instantáneamente me hizo sonreír. —Y desearte un buen viaje, y buena suerte con la familia C.

—Te lo agradezco —le di un suave abrazo, teniendo algo de dudas de porque sabía a qué iba, pues jamás se lo había dicho según lo que recordaba.

Ignoré eso, subiendo al auto y viendo su silueta desaparecer a lo lejos.

El camino al aeropuerto fue silencioso, aunque lo prefería así.
Si veníamos a ver la situación, Keegan y yo no intercambiabamos muchas palabras generalmente, a menos que no fuera para lanzarme mierda de coqueteo o yo para mandarlo al carajo.

—Bien, llegamos -—parcó el auto lentamente y volteó a verme. -¿Segura que estás lista para esto? Te ves agobiada.

—Estoy más lista que tú, créeme —salí del auto tomando mi maleta y cerré, viendo como imitaba mi acción y me miraba nuevamente.

—Sabes que estaré ahí para ayudarte, Megan, aunque tu creas que no es así.

—Y te lo agradezco —le sonreí, sabiendo que eso lo animaría un poco más, o quizás le subiría más el ego.

Llegando al lugar donde nos atenderían, la mujer de la recepción fijo sus ojos directamente en Keegan.
Y vaya que me molestó, joder, cómo me molestó.

—Buenas tardes caballero —sonrió con dulzura, pero lo que me molestó fue como el le sonrió de vuelta.

—Buenas tardes —el estúpido le entregó el pasaporte de ambos, junto a todo lo que se necesitaba. La mujer empezó a tramitar todo con rapidez, lanzando comentarios fuera de lugar hacia el chico.

—Ajá, por favor, tenemos que irnos rápido, así que si puede centrarse en su trabajo se lo agradecería —corté, observando a la mujer de arriba a abajo con molestia.

—¿Es tu novio para que lo defiendas de esa forma?

La sonrisa ladina de Keegan era obvia, era obvio que disfrutaba que las mujeres se pelearan por el.

—Oh, no, no, perdóname si te hice malentender la situación —sonreí. —El es mi esclavo —amplié mi sornisa, viendo como hacía muecas sin saber que mosco me había picado, y dejando el interés por el chico en un santiamén.

—¿Celosa? —una corriente eléctrica subió por mi espalda al escucharlo tan cerca de mí.

—En tus sueños.

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora