#43 Maldita rubia

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Megan Pov's

Ni siquiera sabía hacia dónde se dirigía Alizze, solo sabía que ella se había liberado y quería aprovechar eso a toda costa.
No negaré que me sorprendió su valentía al protegerme de su propia abuela, porque ella era su familia, y aunque te hayan tratado mal, te intentaran controlar o alguna cosa por el estilo, eso jamás cambiaría.

Aunque tenía algunas preguntas claves.
¿Por qué la abuela Colette había dicho que era una mancha en su familia desde "hace tanto"?
No sabía cuál era su forma de medir el tiempo, pero no creía que había pasado tanto desde que me uní a esta familia.

—¿Qué haremos ahora? —pregunté sin dejar de correr, con una gran sonrisa al verla tan llena de energía.

—¡Megan! —una voz masculina que reconocía muy bien hizo que mi buen humor se fuera al carajo en segundos, y estaba segura de que el de Alizze también se había arruinado.

—Ah, pero si es el idiota que se revuelca con todo lo que tenga vagina —comentó Alizze, mirando como Keegan se acercaba hacia nosotras. —Ella no está de humor para soportar tus idioteces.

—Estoy seguro de que ella puede hablar por sí misma —gruñó.

Me mantuve en silencio mientras los escuchaba discutir, discutir por mí.
Llámenme Megan, la señorita de la discordia.

—¿¡Podrían callarse!? —grité, viendo como ambos volteaban a verme y cerraban las bocas de una buena vez. —Gracias —bufé, y empecé a caminar escuchando como me seguían los talones.

—Realmente no vas a dejar que te lo explique, ¿Verdad? —protestó Keegan, tomando mi hombro haciendo que me detuviera.

—Creí que había dejado claro que no tenías que explicar nada, tú y yo no somos pareja y no lo seremos.

El respiró hondo, y de un momento a otro se abalanzó sobre mí.
Me besó.
El maldito hijo de la gran puta tenía sus labios pegados a los míos.

Y odiaba que eso me resultara satisfactorio.

—¿¡Qué diablos crees que haces!? —el grito furioso de Alizze me sorprendió, pero me sorprendió más que Keegan cayera al suelo gracias al puñetazo que la susodicha le había dado.
El chico empezó a quejarse y a preguntar porqué lo había golpeado, mientras las personas alrededor empezaban a aglomerarse.

—¿Qué carajo te pasa, maldita rubia? —el chico recibió una patada ahora por el sobrenombre tan drástico que había pronunciado.

—Esta maldita rubia te va a patear las bolas si no te callas.

—Chicos, estamos llamando la atención más de lo que deberíamos —ayudé a Keegan a levantarse y tomé los brazos de ambos, retomando nuestra caminata hacia alguna parte donde no hubieran tantas personas.
Algo que veía complicado porque estábamos en una cuidad donde caminar es estar en un hormiguero.

—Si no hubiera sido por este estúpido no estaríamos llamando la atención —bufó Alizze, tomando mi mano y tirando de mi para dejar a Keegan atrás.

—Fuiste tu la demente que se lanzó a golpearme, ignorante.

—Si no cierran la boca los dejaré aquí y me iré a Los Ángeles yo sola —amenacé, llegando inconscientemente al bar de los tatuadores. —Lo que faltaba —suspiré.

—Podemos escondernos aquí mientras pensamos que hacer —Alizze se apresuró hacia la puerta, tocando con brusquedad. —Enserio, nunca salen de este agujero y ahora que los necesito, no están.

Nos tensamos al escuchar el teléfono de Alizze sonar varias veces en el mismo minuto, sin contar todos los mensajes que se veían en el panel de notificaciones.

—Me apena decirlo, pero toda tu familia está demente —comentó Keegan. —Así que antes de que nos rastreen, dame eso —le arrebató el teléfono de entre los dedos y lo estampó tan fuerte contra el suelo que se hizo pedazos.

Alizze y yo nos quedamos mirando el sitio donde el caro teléfono había sido destruido, sin poder creer que una persona pudiera llegar a tales extremos de idiotez.
Solo Keegan podía.

—Acabas de romper mi teléfono... —comenzó Alizze. —Un teléfono que es más caro que tu puta carrera universitaria —levantó la vista hacia el chico, que levantó su ceja con incredulidad y procedió a cagarla más:

—Fue por una buena causa.

Dejé que Alizze lo golpeara cuantas veces fuera necesario para calmar su ira, y cuando terminó me dispuse a pensar en un plan con el cual pudiéramos librarnos temporalmente de la familia C.

—Bien, definitivamente no podemos quedarnos aquí —comencé. —Y probablemente ya saben donde vivimos —miré a Keegan mientras seguía pensando en que era lo mejor. —Conozco a alguien que puede ayudarnos.

—Enserio —se mofó el idiota, ganándose una mirada amenazante que claramente decía: "Si no te callas te daré la segunda tanda de golpes, pendejo".

Alizze no tardó en conseguir tres boletos de avión con dirección a Los Ángeles.
A veces pensaba que era una mafiosa, como la primera vez que fui a su casa.

—Bien, el vuelo sale a las 11:00 a.m. —suspiró. —Tenemos una hora exacta para prepararnos, así que no pierdan el tiempo.

—¿Que pasará con nuestras cosas? Están todas en el hotel de tu familia loca.

—Ignorando lo último que acabas de decir, solo hay una forma de recuperar sus cosas.

Algunos momentos después, nos encontrábamos en una lucha contra el reloj, y con una anciana que no dudaba que nos metería a prisión.

—Lamentamos lo que sucedió, abuela Colette —murmuró Alizze con arrepentimiento.

—Solo vayan a sus habitaciones.

Nos miramos entre los tres y salimos corriendo a toda velocidad hacia nuestras habitaciones, sabiendo que habían unos cuantos guardias estaban esperándonos en caso de que quisiéramos huir.

—Esto es una locura —susurró Keegan. —¿Y si nos atrapan?.

—Nadie te está obligando —gruñí, tomando la mochila donde había puesto lo más importante. —Eres un cobarde —caminé silenciosamente hacia la habitación de Alizze, diciéndole entre susurros a Keegan que cerrara la boca de una maldita vez.

—Desde aquí puedo escucharlos, ya cállense —la rubia no tardó en jalarnos hacia su habitación y cerrar la puerta para regañarnos sobre el constante ruido.

—Bien, ya saben que hacer, pero repasemos el plan para que los niños no se vayan a perder —Alizze había resaltado las últimas palabras. —No podemos cometer errores, tenemos el tiempo exacto y mucha prisa.

—Saldremos a tiempo —sonreí.

—Megan, debes dejar a dos de los guardias inconscientes, mas los que hay abajo en la entrada del pasadizo que conecta con la salida trasera. Luego de esto debes ir rápidamente a nuestro punto de encuentro con Keegan, que se supone debe despejar el área ya que es todo un macho valiente.

—Alizze hará que pasa tranquilamente frente a la entrada del pasadizo y se desmayará, los dos guardias seguramente la llevarán a la enfermería sin reportarlo ya que le tienen miedo a la abuela Colette, yo llegaré junto a Keegan cuando ya Alizze haya dejado a los dos guardias inconscientes, tomará la tarjeta de identificación del guardia, y saldremos sin dejar rastro.

Ambas sonreímos y chocamos los puños al ver que técnicamente nuestro plan estaba completo.

—Ahora que lo pienso, ¿porqué mierda estamos haciendo esto? Si no podemos salir hoy, puedes usar de tus contactos para comprar nuevos e irnos mañana—gruñó, dejando caer la maleta al suelo a modo de queja.

—No querrás estar aquí mañana —la rubia le dio un gran zapé, y me miró. —¿Lista?.

—Lista. 

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Where stories live. Discover now