#66 Furia desatada

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Luego de despedirme de una somnolienta Alizze que ya no podía con su existencia, miré la puerta de la habitación, debatiendo mentalmente si era una buena idea entrar, o mejor darle su merecido tiempo a solas.

Aunque eso se fue a la mierda cuando me di cuenta de que ya la mitad de mi cuerpo estaba dentro de su cuarto.

—¿Nick? —susurré, caminando por la oscura habitación tratando de no tropezarme con nada para no hacer demasiado escándalo.
Me percaté del sonido de la regadera siendo encendida.

¿Por qué siempre me pasaban cosas como estas?
Me pregunté a mi misma, sabiendo que no podría arrepentirme ahora.

—Nick, ¿podemos hablar un momento? —pregunté con algo de vergüenza por irrumpir en un momento sagrado como ese.
Pero si no lo hacía ahora, no lo haría jamás.

—¿Ahora? —preguntó de vuelta, asomando su empapada cabeza por la puerta semitransparente de la ducha, con ese típico sonrojo suyo.

—Sí, ahora —me senté en el retrete, cerrando los ojos para no caer en la tentación de ver algo que no debía. —No intentes escapar del tema solo porque te estás duchando —añadí con una leve risa de burla.

—Bien —suspiró derrotado. —¿De qué quieres hablar? —preguntó con un leve tono de nerviosismo.
Así que ya sabía de qué era de lo que quería hablar.

—Sabes de lo que quiero hablar —respondí lentamente, sabiendo que debía ser precavida con sus ataques de ira momentáneos.

—Si te lo pregunto es porque no lo sé, Meg —contestó, mientras yo no sabía de qué humor se supone que tomara eso. —¿Realmente no puede ser en otro momento? Me estoy duchando —añadió.

—¿Por qué te enojaste tanto? —inquirí, aunque ya sabía la respuesta que el me daría.
"Tengo ataques de ira", esa era la probable más acertada, pero sabía que había algo más.

Algo más que también tenía muy claro.
Pero quería escucharlo de su propia boca, no sé por qué, pero quería escucharlo.

—¿Cómo no hacerlo? —bufó con molestia. —Esos idiotas arruinaron un hermoso momento solo por joder —añadió entre dientes, como si quisiera que yo no lo escuchara.

—Hermoso momento eh —sonreí levemente al escuchar sus palabras, pero fruncí el ceño al escuchar lo siguiente:

—Ya no importa.

—Claro que importa, Nick —contradije con molestia de que creyera tal estupidez.
Pero me di cuenta de que eran sus sentimientos, y, ¿quién era yo para decirle qué sentir?
Maravilloso Megan, sigue cagandola.

—Solo me enojé y ya, ¿no puedes vivir con eso? —espetó con una indiferencia escalofriante. —Dame la toalla —le lancé la toalla sin pensarlo, sin querer arruinarlo más, pero sintiéndome un poco molesta de que me tratara así.

—Sí.

—¿Si qué? —respondió el, abriendo la puerta de la ducha, cubriendo con la toalla sus partes.

—Sí, Nick, sí puedo vivir con eso —lo miré firmemente. —Solo quería preocuparme por ti —añadí, apretando los puños con más fuerza de la que debería.

—Megan, estoy realmente cansado para tus ataques de dramas, si no tienes nada importante que decirme, por favor vete —me sorprendió su manera de hablarme, pero teniendo la leve esperanza de que era el enojo quien lo dominaba en ese momento.
Ni siquiera sabía por qué me obligaba a creer eso, solo sabía que me había dolido.

—Muy bien, cuando te calmes puedes hablarme, mientras tanto, no voltees ni a verme —espeté con molestia, levantándome con brusquedad y caminando a zancadas fuera de esa asfixiante habitación.

Sí, sé que parezco una niña emberrinchada, pero, el había empezado.

—¡Bien, ya lárgate! —cortó ahora con notable enojo, cerrando la puerta en toda mi cara.
En un intento por calmar las malas vibras que me carcomían en ese momento, abrí la ventana de mi cuarto para tomar un poco de aire fresco.

Respiré profundamente, mirando el frasco de pastillas que calmaban mi horrible dolor de cabeza.
Me sentía aliviada de que no había tenido que usarlo hasta ahora pues, como la mayoría de las pastillas, podían aliviar el dolor pero te jodían de todo lo demás.

—Jodido idiota, solo me estaba preocupando por el... —bufé, caminando con fuerza por la habitación, discutiendo con mi yo interno el por que Nick había sido tan estúpidamente grosero.

En ese transcurso de desnudarme, hasta la ducha y encender la regadera con agua hirviendo, pude sacar todo lo que tenía dentro.
¿A quién demonios no lo relajaría una ducha con su temperatura de agua preferida? Era ese momento clave donde solo podían pasar dos cosas:

Meditar sobre todo lo que hiciste en el pasado.
O meditar todo lo que harás en el futuro.

—¿Megan? —apreté el jabón con fuerza, haciendo que se me escurriera de entre los dedos.
Y se repite la historia.

—¿Qué quieres y quién te crees para entrar en mi cuarto, y más en mi baño? —espeté con molestia.

—Sí, lo mismo hubiera querido preguntarte —contestó haciéndome callar, exhalando fuertemente para tratar de relajarme nuevamente. —Cuanto vapor...

—Bien, te escucho —gruñí, tomando el jabón de mala gana y pasándolo por mi cuerpo con lentitud, teniendo el tiempo medido. —Supongo que te lo debo —añadí entre susurros.

—Lo siento, fue... el enojo el que habló por mi —soltó un pesado suspiro. —Aunque no hubiera pasado si no hubieras hecho lo mismo, así que ahora estamos a manos, aun así, me gustaría una grata disculpa de tu parte —y nuevamente, perdí ante la perspicacia de O'Brien.

Me quedé en silencio por unos largos minutos, abriendo y cerrando la boca como pescado fuera del agua, con mi orgullo ahogando la disculpa que quería salir de mi boca.

—¡Lo siento! —chillé moviendo los brazos, salpicando agua por todos lados. —Ya me disculpé, ¿puedes irte? —le salpiqué mas agua mientras escuchaba sus risas burlonas alejarse cada vez más, hasta ya no escucharlas.

Vaya mierda eh, tuve que salir con el maldito frío matador, ya que Nick había dejado la puerta abierta y la ventana también abierta.
Cuantas ganas tenía de patearle las bolas a Nick otra vez.

—¡Ya cierren la boca! —gritó Alizze con molestia, golpeando nuestras puertas haciéndonos callar de golpe e irnos acostar en un santiamén. 

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Where stories live. Discover now