#39 La familia C

7.8K 508 4
                                    

Llegar a tierra fue sin duda lo mejor que me sucedió ese día, llegué a tales extremos de besar el suelo, haciendo que las personas a mi alrededor me miraran como si fuera una vagabunda o una demente.
O ambas.

—¿Y ahora que se supone que hagamos? —mi maleta cayó a mis pies. —No hay nadie aquí además de personas creyéndote una demente.

—Entonces te están mirando a ti —ataqué, tomando mi maleta y empezando a caminar hacia quien sabe dónde.

—¿No crees que deberíamos esperar?.

—No necesito esperar.

—Lo siento, señorita sabelotodo.

Respiré hondo, empezando a lamentarme el hecho de haberlo traído conmigo.
Sin darme cuenta, me choqué con un atractivo pecho, si no fuera porque era tan duro como una jodida piedra.

—¿Usted es Megan Smith? —la voz gruesa del señor me sobresaltó e hizo que me alejara por instinto, sin saber si sería buena idea decirle sí o no.

—Sí, y yo soy Keegan Morgan, su acompañante.

Lo miré con incredulidad y notable molestia.
Ya sabía porque si me secuestraban, si idiotas como este iban conmigo estaba jodidísima.

—Por favor, acompáñenme —el hombre tomó las maletas como si nada, y empezó a guiarnos a un auto alargado.
Una limo, enserio.

—Joder, me siento como un famoso —la emoción de Keegan daba las mismas vibras que las de un niño con un cochecito de juguete nuevo.
Pero igualitas.

—¿Que mierdas crees que haces? ¿Y si no hubiera sido un... Guardaespaldas o lo que sea que sea ese señor? —le di un zape con fuerza, abriendo la puerta con brusquedad.
El solo rodó los ojos y me acorraló entre el auto y su abdomen.
Joder.

—Ya deja de ser tan jodidamente dramática —protestó, alejándose de un empujón y subiendo a la limo sin siquiera dirigirme la mirada.
¿Pero quién diablos se creía este pendejo?.

Opté por dejar el tema de lado por ahora, puesto que los nervios me impedían pensar en una buena respuesta para cerrarle esa boca de estúpido que tenía.
El nerviosismo incrementó en un 30% en cuanto un enorme edificio se empezó a alzar sobre nosotros.

—Joder... —movía mis dedos rápidamente sobre mis muslos, mientras me preparaba mentalmente para lo que sucedería de ahora en adelante.

—Cálmate —la mano del idiota se posicionó sobre la mía, pero de respuesta solo obtuvo un manotazo haciendo que la apartara rápidamente.

—Disculpen —el gorila/chófer alias guardaespaldas detuvo la limo justo frente a la entrada, adornada con bellas flores que le daban un toque al plano edificio. Pero obviamente lo más que resaltaba entre todas las flores era el logo de la marca.
De su marca. —Yo me encargaré del equipaje, ustedes por favor deben dirigirse a la entrada, la señora Constance les dirá que deben hacer.

—Gracias —Keegan no tardó en bajarse del auto con apuro para poder ver todo más de cerca.

Ojalá pudiera estar tan tranquila como el, aunque empezaba a creer que su tranquilidad se debía a la falta de ignorancia al asunto.
Lujo que desgraciadamente no podía darme.

En la entrada, una elegante señora nos esperaba, sería y con dos tarjetas en sus manos.

—Buenas tardes, soy la señora Constance —nos extendió las tarjetas con prisa. —Tienen menos de media hora para prepararse para el banquete, por favor, sean puntuales.

—¿Cómo sabremos a dónde ir? —me apresure a preguntar, pues era jodidamente mala buscando direcciones.
Era peor que un niño pequeño, enserio, sin broma.

—Solo sigan a los demás, ahora, vamos, no hay tiempo.

Keegan y yo nos miramos, y sin esperar nada salimos corriendo hacia los ascensores.
Todo era ridículamente lujoso, o al menos aparentaba serlo.

—Pido ducharme primero.

—No, vete al carajo —lo empujé para salir corriendo nuevamente a la que sería nuestra habitación este fin de semana, y me encerré en el baño sintiendo que era perseguida por una bestia del averno.

Cariño, ya estoy en el carajo.

Lo ignoré, dándome un baño con más prisa de la que debería, ya que aún me faltaba una hora y yo no me tardaba demasiado, pero quería hacer todo lo mejor posible.

Al cabo de poco tiempo, ambos estábamos listos.
No podía creer que la que estaba frente al espejo era yo.
Y podía creer aún menos que yo misma me había maquillado.

—Vaya, no eres tan mala después de todo —susurró Keegan mientras subía la cremallera de mi vestido.

—Podría decir lo mismo, pero un traje y un lindo lazo no te hacen una persona diferente —lo aparté con lentitud y miré la hora. —Ya casi es hora, vamos —retoqué los últimos detalles y salí disparada, siguiendo el consejo de la señora Constance y siguiendo el tumulto de gente que se dirigía a las plantas más altas.

Cuando llegamos me sorprendió la cantidad de personas que habían, eran cientos.
Parecía un puto hormiguero, y yo era una obrera totalmente perdida.

—Ahí debe estar nuestra presa —el dedo de mi acompañante señaló disimuladamente hacia una mesa grande, donde habían algunas pocas personas.

—Ahí viene alguien, lárgate —lo empujé disimuladamente y me dirigí a la mesa de aperitivos, donde daba pena comerse algo de tan lindo que estaba decorado.
Espero no ser la única que se sienta así.

—Tú debes ser la chica —una voz masculina me sacó de mi trance, pero me mantuve de espaldas a esa voz en todo momento.

—Depende de quien pregunte —tomé uno de los tantos postres y me lo llevé a la boca con lentitud.
Y joder, casi lo escupo en el mismo plato.
Y es así como no puedes juzgar a un postre por su decoración.

—Soy Dimitri C, ¿Te parece suficiente, Megan Smith? —sus brazos se posicionaron a los lados de mis caderas, dejándome aprisionada contra la mesa.

—Me parece más que suficiente, niño —un brazo restante apartó a Dimitri de mi espalda y me jalo detrás de la suya.
Este estúpido me meterá en problemas.

—Tranquilo Keegan, solo teníamos una charla amistosa.

—Muy pegaditos a decir verdad.

—Dejemos de perder el tiempo con trivialidades y vamos a lo importante, ¿Quieren? —empezó a caminar hacia la mesa que habíamos visto hace unos minutos.

Casi me da un paro cuando vi a Alizze allí, sentada con mucha tranquilidad saludando y hablando con todos como si nada.
Eso me dolió.

—Y aquí está el centro de toda esta polémica, familia.

Todos voltearon a verme, como cuando una amiga te dice que mires disimuladamente ese chico lindo de la fila y tú volteas a ver como una psicópata.

—Es un placer por fin conocerte, Megan Smith —una señora de ya avanzada edad comento con sequedad, y procedió a ignorarme como si no existiera.

Al menos ya sabía que había una vieja como esa en la familia.

—El placer es mío.

Todos en esa maldita mesa me miraban sin ningún descaro, escrutando con la mirada si era digna de siquiera estar para frente a ellos.

—Es una buena chica, familia, no causará problemas. —mis piernas flaquearon al ver a Alizze frente a mí, protegiéndome de esas duras miradas.

—Sí, en primer lugar esta chica es tú problema, Alizze.

—Y como tal, me haré cargo.

¿Era así como me veía ahora? ¿Como un problema? Me había preparado para este caso, pero igualmente el golpe fue matador.

—Solo vengo a resolver un asunto con Alizze, no a causarles problemas, no tengo tiempo para eso —intervine, pasando frente a Alizze. —Así que pueden estar tranquilos.

Con descaro, me di media vuelta y me encaminé a los baños, necesitando algunos segundos para descargar todo lo que estaba sintiendo.

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Where stories live. Discover now