#23 Vaya brazos

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Un rayo de sol fue el causante de que me levantara, aunque exaltada, pues, había olvidado por completo que había dormido en casa ajena el día anterior.

Voltee la cabeza con lentitud, observando como Alizze salía del baño y me observaba soltando leves risillas.

—Buen día —saludó, haciéndose una coleta en su rubio cabello. —La ducha está lista para que te des un baño —me levantó de un jalón, interrumpiendo mi estiramiento matutino. —Dejé un cepillo de dientes en el lavamanos y una muda de ropa en el inodoro, cuando termines ve a la cocina —me empujó al baño sin dejarme protestar, y cerró la puerta mientras escuchaba sus pasos dirigirse a la puerta.

—¿Dónde quedaba la cocina? —grité, mientras me desnudaba y encendía la regadera para que hubiera agua caliente.

—Después de las escaleras, en el pasillo derecho —lo último que escuché fue el sonido de la puerta cerrandose.

Miré el agua caer y me posicione debajo de la regadera, disfrutando el momento.
Definitivamente no había nada mejor que darse una ducha mañanera con el sol saludandote de frente, al menos a mí parecer, era uno de los placeres de la vida.

No tarde mucho en ducharme, vestirme, lavarme los dientes y salir disparada hacia la cocina.
No había olvidado lo que había dicho el chófer de: "A la señorita Alizze no le gusta esperar".

Bajé la velocidad al notar que el piso estaba recién trapeado, y ciertamente me daba pena tener que ensuciarlo.
Llegué al pasillo derecho, siendo recibida por un hipnotizante aroma a tostadas francesas.

Entré silenciosamente.
Pero, vamos, cambiar de casa o lugar no significa que mi mala suerte haya cambiado, ¿Verdad?.
Y la respuesta es que no, pues mis pies dieron un resbalón, haciéndome casi caer directamente de cara hacia el suelo.

Casi.

Ya que unos fuertes brazos me sostuvieron antes del impacto.
Y no puedo negarlo, ya lo había dicho antes, negar lo obvio no es algo típico que yo haga.
Eran unos buenos brazos, unos excelentes para ser totalmente sincera.

—Te agradezco el cumplido —luego de que se me erizara cada pelo que tenía en el cuerpo, levanté la cabeza con lentitud, fue como ver el cielo.
No dejaban de sorprenderme los hermosos rostros que me cruzaba cada día, realmente no lo hacía.

Aunque bajé de la nube al darme cuenta de que lo había dicho en voz alta.
De ahora en adelante esta casa será una de terror para mí.

—Me complace saber que no dije nada que no fuera cierto —respondí sin una chispa de vergüenza.
Por supuesto, llámenme descarada.

—Miren eso, no me dio tiempo a presentarlos —la voz conocida de mi compañera hizo que volteara a verla con una ceja alzada, aunque deje de hacer alguna estupidez en cuanto vi a un señor mayor el cual estaba segura era su padre. —Drew, ella es Megan; Megan Smith —puso su mano en mi hombro con una sonrisa ladina.

—Es un placer, Megan Smith —sonrió.
Joder, pude ver que eran hermanos cuando sonrió de la misma manera en la que Alizze lo hacía.

—Megan, el es mi hermano, Andrew —le tendi la mano para parecer más educada de lo que verdaderamente soy, y cuando terminamos el formal saludo, tomé asiento.

Una corriente eléctrica subió por toda mi espalda al sentir como se acercaba desde mi espalda.

—Estoy seguro de que nos llevaremos bien, ¿No crees? —murmuró, para luego ponerse completamente derecho.
Pero que buena manera de empezar la mañana, joder. —He escuchado mucho de ti —añadió, ahora para el público en general.

—¿Enserio? —levanté mi ceja, volteando a ver a una Alizze que se encogía de hombros en señal de que realmente no le importaba mucho mi opinión.

—Volviendo al tema en cuestión, Megan —se echó hacia un lado, dejando ver a un señor con facciones bastantes parecidas a las de los hermanos —Él es mi padre, no creo que haga falta más presentaciones.

—Es un placer, señorita —el señor me tendió la mano, estrechándola con la mía y moviendo la de arriba a abajo como el típico saludo empresarial.
Realmente, detestaba tratar de "usted", pero ya que es el amigo de mi compañera, haré el esfuerzo.

—El placer es todo mío, señor... —respondí, soltando su mano y escondiéndola detrás de mi espalda, esperando pacientemente a que dijera su nombre.

—Dominic —me sonrió con amabilidad. Menos mal que eran de esos viejitos agradables, los señores serios eran intimidantes. —Por favor, acompáñanos a desayunar —sacó la silla, dándome a entender que me sentara.

¿Cómo podría rechazar esa invitación, con el hambre que tenía?
Fácilmente me hubiera comido una vaca.

De reojo veía como Alizze llevaba las tostadas francesas al centro de la mesa, aunque además de eso había una gran variedad de platos que en mi puta vida había visto.
Algo en lo que todos se asemejaban era que parecían de gusto refinado.

Tenía una duda mayor.
¿Quién era Alizze? ¿De que familia provenía?
No me tragaba ese cuento de que venía de una "famosa familia de modistas".
No puede ser que la moda deje tanto dinero, ¿O si?

No sé en qué momento, pero me había devorado la mayoría de las tostadas francesas que había en la mesa.
No me culpen, la perfecta combinación del zumo de naranja era algo exquisito en mi humilde paladar.

—Parece que te gustaron las tostadas francesas de Andrew —soltó Alizze, tomando un sorbo de su zumo de naranja.

Debí haberme visto como una idiota, pues empecé a toser al atragantarme con el pedazo que tenía en la boca.
Andrew no tardó en venir a mi rescate, dando pequeñas y suaves palmadas en mi espalda para que se relajara la incesante tos.

Ojalá me diera palmadas en otro lado.

—Sí, están buenas. ¿Algo malo con eso, compañera? —pregunté, tomando una servilleta para ocultar mi boca con ella.

—No dudaría que así mismo te lo comerías a él —respondió con una sonrisa ladina, observando como me hundía en la miseria.

—¿Escuché bien? —fruncí el ceño al escuchar la pregunta de Andrew, esperando que Alizze no me haga más travesuras.

—Puedo hacer la misma pregunta —añadí, mientras miraba fijamente a mi compañera, desafiándola.

—No me tientes, compañera —bufé, rodando los ojos. Respiré profundo, mientras me preparaba mentalmente para la ridiculez que iba a hacer.

A continuación, hice mi mejor cara de cachorrito degollado, notando su amplia sonrisa de satisfacción.

—Nada, pensando en voz alta.

—Ya veo...

—Bueno, yo debo irme, al fin y al cabo me escapé de casa —me levanté con lentitud, viendo como Alizze se levantaba al mismo tiempo.

—Ven, te daré algo —y sin siquiera dejarme rechistar, ya estaba siendo arrastrada.
Que novedad.

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Where stories live. Discover now