#8 Lo siento

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Los altavoces no tardaron en resonar con algunos nombres que no quería escuchar.

Como el mío.
Y el de Alizze.
El de Kitty no me importó mucho.

Aunque tenía el presentimiento de que la que iba a salir fastidiada sería yo.
¿Apostamos?

Las tres tomamos paso a la dirección, pensando en qué tipo de castigo nos daría el director.
Ojalá sea solo limpiar algo.
El chirrido de la puerta avisó que habíamos llegado.

—Vaya espectáculo montaron en el comedor —habló, sentado en su escritorio con el rostro neutro. —Esperemos que nadie haya grabado nada y no se filtre a Internet.

Tragué grueso.

—Quisiera una explicación, y espero una que sea coherente.

Alizze y yo intercambiamos algunas miradas de duda.
Creo que ambas sabíamos que sería inútil mentir, tomando en cuenta que hay cámaras en cada instancia de la preparatoria.

—Nosotras somos las responsables —comenzó Alizze. —Aunque como debe saber, detrás de todo hay una razón —añadió.

—¿Cuál fue la razón para que una estudiante de nuevo ingreso, se juntara con una que creí no haría travesuras como esta jamás y armaran un plan en contra de otra estudiante?

Diciéndolo así se escucha mal.
Pero tampoco me arrepiento.

—En primer lugar, la que armó el plan fui yo —comentó Alizze. —La razón es simple, ella me insinuó que debería empezar a conocer mi posición —señaló a Kitty con su mano haciendo una mueca de desagrado.

El director soltó un suspiro de pesadez volteando a ver a Kitty, que se mantenía en silencio.

—Creo recordar que ya habíamos hablado de esto.

—¿Qué quiere que le diga? ¿Lo siento? —levantó su ceja.

—Estaría bien que las tres lo dijeran —sentenció.

El silencio que dejó me hizo saber que estaba esperando que lo dijéramos.

—Lo siento —respondí rápido. —¿Ya me puedo ir?

—Lo siento —bufó Alizze, volteando la cabeza a otro lado para no tener que mirar a Kitty.

—Lo siento.

—Megan, Alizze —pausó. —Ustedes limpiarán la biblioteca por tres días, ni más ni menos —nos miró. —Kate, tengo claro que no fue tu culpa el incidente en el comedor, pero no habría pasado si no hubieras hablado de más aquella vez, así que, te tocará ayudarlas.

Estaba todo bien con el castigo.
Yo amaba la biblioteca, y no creo que estuviera tan sucia como para estar allí 5 horas limpiando.
Hasta que mencionó eso.

—Creo que avanzaríamos más sin ella —bufé.

—No está a discusión.

Soltamos un bufido de desesperación al mismo tiempo.

—Pueden irse, su castigo comenzará desde mañana a la hora del almuerzo.

Sin esperar más, caminé a la puerta y la abrí sin esperar a nadie.

Vaya sorpresa la que me llevé.
Bueno, realmente no.
¿Qué sorpresa sería ver a 8 chicos parados frente a la puerta? Es tan normal.
Les pasé por el lado sin importarme mucho que estaban haciendo allí, y seguí mi camino a mi taquilla.

Si no fuera porque escuché una manada de pasos seguirme.

—¿Qué hacen? —pregunté sin voltear a verlos.

—Siguiéndote, ¿No es obvio?

Me iban a sacar canas, lo juro.

—Lo menos que necesito ahora es que me sigan como niños perdidos —espeté fría, mientras dejaba lo que no necesitaba y tomaba los libros de mi siguiente clase.

—Bueno, ahora vamos a estar todos juntos castigados, ¿Eso no te alegra? —preguntó Steven mientras me seguía junto a los demás.

—¿Y juntos porqué? Nadie los ha castigado.

—Es que estamos aburridos.

Rodé los ojos irritada mientras abría la puerta de mi aula.
Volteé a verlos de reojo, simplemente verlos, no dije nada.

Tampoco tenía muchas ganas de hablarles así que...
Entré.

La clase pasó con lentitud, a mi parecer.
Aunque estaba escribiendo lo que la profesora explicaba, mi mente se mantenía lejos de aquí.
Bastante lejos.
Ni siquiera existe el mundo en el que mi mente está en estos momentos.
Es lo único malo de sumergirte en un libro desde hace unos días.

Luego de la clase, tocaba la hora infernal.
Solo quería limpiar, me iré al área más alejada y pasaré el paño, no quiero verles la cara.

—Bueno, fue bonito mientras duró —bromeó Alizze, caminando a mi lado por los pasillos algo vacíos.

—Supongo —encogí mis hombros caminando a la biblioteca, y ya me esperaba que los niñitos estuvieran merodeando por allí.

—Mira eso, las escandalosas ya llegaron —se mofó Keegan, mientras se paseaba de un lado a otro.

—Cierren la boca y muevan esos inútiles traseros para ayudar, si no, largo. —señalé la puerta con irritación y tomé camino a buscar la cosa esa con la que se sacaba el polvo.

—Esta bien, cariño.

Llámame así de nuevo y te meteré esta mierda por donde no te da el sol —sentencié amenazante caminando a un área alejada de ellos.

—¿Algo que necesite saber? —una Alizze burlona me persiguió por todo mi recorrido.

—Que es un idiota, eso debes saber —gruñí y empecé a limpiar, solo quería silencio.

Pero un montón de vocecitas de hombrecitos pendejos no me dejaban disfrutar o siquiera pensar en el silencio.
Como amaría que la bibliotecaria estuviera aquí, o que siquiera tuviéramos una.

—¿Ya confirmaron que irán a la fiesta de esta semana? —no sé quién era, y realmente tampoco me importaba, pero sí quería saber a qué fiesta se referían.

—¿La de la hermandad? Tsk, otra estúpida fiesta, la última fue un caos.

—Aun así, creo que deberíamos ir, hay mucha gente nueva este año.

Volteé a ver a Alizze, que le restaba importancia al tema.

—¿Sabias algo de esto? —pregunté, solo por preguntar.

—Sí, recibí la invitación, pero eso fue antes de que le tiraras media bandeja llena de comida a la chica —levantó su ceja mientras seguía limpiando.

¿La fiesta era de Kitty? Vaya mierda de fiesta entonces.

—Ah, entonces no me interesa.

—Lo dice alguien que creo jamás ha ido a una fiesta —se burló la rubia.

Bufé con algo de vergüenza, porque por más que dijera que sí, nunca he podido disfrutar mi adolescencia como es debido.

—Mira eso, no me sorprende que jamás hayas ido a una fiesta —una tercera voz se hizo presente entre nosotras.
No es muy difícil adivinar quien.
Solo una persona tendría una voz tan fea.

—¿Y a ti quién te pidió tu opinión? —pregunté con una ceja alzada.

—No necesito tu permiso ni el de nadie para hablar cuando se me de la gana —respondió tajante.

—Sí lo necesitas si quieres hablar de mí —respondí indiferente.

—Tranquilas chicas, no armemos otro escándalo en medio de la biblioteca —Alizze tomó mi brazo alejándome. —Ten, puedes empezar a limpiar —le lanzó un paño y me arrastró lejos.

Miré de reojo como los ojos de los chicos y las personas alrededor observaban la escena.
¡JA! Ya sé que soy muy buena respondiendo a los idiotas, lo sé.

—Te prestaré ropa, pero iremos a esa jodida fiesta.

¡Una Pelirroja, 8 Chicos! ✓ Where stories live. Discover now