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No creo que tome un avión  privado. Es inteligente. Sabe que sería  lo primero que pensaríamos. 

Conduzco a la deriva por las calles de la ciudad. Ignoro semáforos. Por poco atropello a alguien. Y he abollado un par de autos.

No siento nada. Vamos, palpiten.

¡PALPITAN!

Es un vecindario de clase media.

Matt Gillen es un hombre de lujos, tu primera sospecha no sería  que se esconde en un barrio de proletarios.

Llamo  a McGill.

—¿Cómo  vas?

—Los genios aún  no llegan, he enviado a agentes al aeropuerto,  se están  cerrando calles. Seguimos el protocolo.

—Lo tengo. Creo que está  en una casa de un barrio discreto.

—¿Qué  te hace creer eso?

—Un mago nunca revela sus secretos.

McGill sonríe. 

—Bien. Rastrearé tu ubicación y pediré  una orden.

—¿Una orden?

—Ya sabes, el procedimiento. 

—Creo que escuché disparos dentro de la casa. Alguien podría correr peligro.

McGill  sonríe. 

—Ten cuidado.

—¿De un debilucho narcisista?

—Ya sabes, el tipo es encantador.

Silencio.

¿Qué es esta sensación  extraña? Me falta el aire.

—Él no es mi tipo.

Cuelgo.

Bajo del auto. Y voy al umbral de la casa, pistola en mano.

Derribo  la puerta de una patada.

Ahí  está.  

Sentado en un sofá, frente a él  una mesita que sostiene una laptop y una botella de licor.

Tiene un cigarrillo  sin encender en la boca.

Lleva la camisa desaliñada. Parece derrotado.

—Creí que aún  me quedaban unos minutos antes de que me encontraras —dice con una amarga sonrisa.

>>Te investigué. Hice cálculos.  No podía  escapar de ti. Podría  irme al ártico  y ahí  me encontrarías. Te comparan con un sabueso. Eres joven, pero eres un genio localizando personas.

—¿Estás tratando de manipularme para escapar? —digo desconfiada—. No funcionará.

—Claro que no funcionará. Tienes muy desarrollado tu sexto sentido. Tu subconsciente es muy perceptivo, ¿no?

>>Apuesto que condujiste por media ciudad buscándome hasta que sentiste una "vibra" y gritaste eureka, ¿no?

Este tipo es… Impresionante. 

—Nadie sabe cómo lo haces, sospecho que tienes un "sentido arácnido". Pero si fuera un escalofrío o un dolor en un dedo, lo dirías, pero no lo dices. Quizá  es porque  te avergonzaría hablar de la zona estimulada.

—Cállate, no sabes nada sobre mí. 

Mierda. Tengo los ojos aguados.

—No. Pero tú  lo sabes todo sobre mí. Mejor dicho tu instinto lo sabe todo sobre mí.  Yo no tengo nada que ver  con lo que pasó  en el museo.  ¿Qué  dice tu "vibra"? ¿miento?

No siento nada. No significa  que sea inocente. 

—No siempre fuí  el elocuente galán  de cine. Hubo una época  dónde  fui un perdedor, dónde  no hubiera tenido sexo ni con una mujer deprimida con todo un bar circulando por su sangre.

Sus ojos se llenan de lágrimas. Tiene espasmos involuntarios. 

¿Está actuando?

¿Por qué  no palpitan?

—Los demás  se burlaban de mí.  Y dolía como el infierno. No ser aceptado, ser despreciado. Todo lo que quería  era cambiar el mundo, tener poder para ayudar a los que sufren como yo sufrí. Para acabar con los abusadores. Y por eso me uní  a un partido abusador y corrupto, para destruirlo desde dentro, como un peón  que se abre paso hasta territorio  enemigo y se convierte en una poderosa y destructora dama.

Ojos llorosos. Pulso tembloroso.  ¿Qué  me pasa?

—¡Cierra la boca, maldito mentiroso!

—Déjame escapar, si me atrapan me inculparán por algo que no hice, no podré  ayudar a toda esa gente que lo necesita. 

—¡Qué te calles!

Es un manipulador.  ¿Diana, en verdad piensas en dejarlo escapar? Te está  manipulando como manipula a otras mujeres y otras personas, pero tú  eres fuerte. No puedes caer.

—Lo comprendo. No puedes dejarme ir. Entonces, por favor, acaba con mi miseria, mátame.

Abro los ojos de par en par.

—¡Mátame!

Suenan las sirenas.

Suspiro aliviada. Bajo el arma.

Agentes encapuchados entran y someten a Matt con demasiada rudeza.

—¡No sean bruscos, idiotas, está  desarmado! —digo, molesta.

—¿Defiendes a este idiota? —es la voz de McGill. Detrás  de mí. 

Me volteo con la cabeza gacha para que no vea mis ojos enrojecidos. 

—"Uso proporcional de la fuerza". No me gustan los abusadores. Eso es todo. Me uní  a la fuerza para acabar con los abusadores…

Yo dije esa última frase,  pero las escuché como si otra voz la hubiera dicho. 

La voz de él. 

Salgo de la casa.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now