EPÍLOGO

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Sede del Partido Conservador. Estacionamiento. 
Dentro de mi coche.
Veo el noticiero  en mi celular.
—La heroína  nacional  Diana Armas viajará al país  vecino como parte de unas tropas de colaboración, en la lucha contra separatistas que han incurrido en acciones  terroristas en dicho país.
¿Qué  pretendes, Diana? ¿morir en  combate?
Los separatistas quieren a mis mercenarios. ¿Y si acepto el negocio? ¿seríamos  enemigos?
En el asiento  de copiloto hay un arma y una botella de un buen whisky. 
Necesito  lo segundo para usar lo primero.
Sorbo de la botella.
¿En qué  momento  mi vida se convirtió  en una mierda?
Yo tenía  una buena vida. Dinero. Fama. Poder. Mujeres.
Lo tenía  todo. Todo lo que cualquiera podría  desear. No, todavía  lo tengo.
Pero ya no son suficientes. 
Lo cambiaría  todo por ella.
Sí. Cambiaría  las Torres, los alfiles, todo, por ese caballo.
Pero si me acerco a ella. Evans va a matarla. Tengo el dinero y los medios para protegerla.
¿Pero ella lo hubiera aceptado?
¿Dejar su vida y su carrera por mí?
Con lo orgullosa que es, ¿aceptaría  que yo la proteja como si fuera una debilucha?
¿Y si aceptara? ¿qué le ofrezco? Una prisión de oro. Lejos de su amiga. De su madrina, sus compañeros. Lejos de esa madre con la cuál, en secreto, anhela volver a charlar.
Lejos, ella y yo. Solos. Para una película sería un buen final. Uno feliz quiero decir, pero los finales felices tienen fecha de caducidad. 
Pronto el amor sería asesinado por la rutina y ella pensaría en todo lo que dejó atrás. Y su corazón buscaría un culpable mientras se ducha.
Y me encontraría.
Pero incluso si eso no pasara, ¿qué tal si uno de nuestros guardaespaldas es coaccionado o comprado para que permita o ejecute nuestra masacre?
Calculé todas las variantes. Y en todas terminaba en jaque.
Por eso hice mi movimiento:
—Me cansaré con su hija cuando atrapemos al Cirujano.
Pero la extraño. La necesito. Y ahora ni siquiera está en la ciudad. Huye de mí.
Le partí el corazón. Me desea muerto. Lo intentó. Pero fracasó. ¿Quizá no debí impedir su venganza? No debí  ponerme el chaleco. Ya no hubiera dolor.
Pero quería vivir... Y ahora, ¿quiero vivir?
—Tómame. Ya sabes que hacer —pareciera decir la pistola.
Voy a hacerlo. Esa pistola va a matar a alguien.
Desearía que fuera a Evans. Pero lo dejó claro: si yo muero, Diana muere.
Arranco. Salgo del estacionamiento. Me pierdo en el tráfico.
En un cruce no veo el semáforo y por poco atropello a una chica.
No puede ser... Es ella.
Se repone del grito. Y me mira. Sonríe. Se propone entrar al auto.
Rápido. Tiro la pistola en los asientos de atrás.
Le quitó el seguro a la puerta. La dejo entrar de nuevo a mi vida.
Su sonrisa se borra al olerme. Debo apestar a clínica. Y la botella entre mis piernas mata cualquier duda.
—Oh, Matti —dice María—. ¿Por qué no le cuentas la verdad?
—¿De qué hablas?
—Hay una razón para que le hicieras algo tan cruel a Diana y esa es que la proteges de algo aún más cruel.
Ella ve a través de mí. Me conoce demasiado.
No necesitó una sola palabra mía. Lo descifró todo sola.
Me suenan el claxon. Estoy obstruyendo el tráfico. Me orillo.
—¿Qué es eso?
—¿Qué?
Mierda. Por el retrovisor, miró el arma.
La toma.
—¿Qué vas a hacer?
Silencio.
—Matthew, responde.
—Voy a matar a alguien por ella. Cómo lo hice por ti.
—No, Matt. No puedes hacer eso. No quiero que vayas a prisión.
—No iré a prisión. Te lo aseguro.
—Matthew, lo que hiciste por mí aquella vez fue en la marcha. Prácticamente en defensa personal. Esto... Esto es premeditado. No eres un asesino, Matti. No hagas esto.
—Sí soy un asesino —digo molesto—. Lo soy por definición porqué he matado por las razones que fueran. Y también soy un soldado, un soldado de la libertad y la iluminación de los desamparados, el pueblo. Y por el pueblo, por ella y por ti, mataré las veces que sea necesario.
Silencio.
—Veo que no puede detenerte.
Silencio.
—Sí insistes en no decirle la verdad a ella... Eso te causará dolor... 
>>Si necesitas compañía, puedes buscarme.
Viene a por mi boca. Me besa. No hago nada por evitarlo, pero tampoco tomo parte. Me quedo inmóvil.
Ella se arrepiente. Roza mis labios con sus dedos.
—Ten cuidado, Matti.
Sale del auto.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now