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Se separa.

—Si haces eso te lo aseguro. Después de mí, tú serás el próximo Presidente. Que tengas buen día.

¿Y ahora qué hago?

Suena mi móvil. Contesto.

Escucho.

Más malas noticias.

—¿Cómo qué no va a aceptar el ascenso.

Salgo del Palacio. Entro a mi coche. Pero antes de arrancar. Beso mi mano y dejo ir ese beso hacia ese gigante de mármol. Pronto será mi palacio.

Localizarla no es difícil. Estaciono el coche. Y entro al gimnasio.

Los hombres levantan pesas enormes. Arden sus músculos antinaturales. Me evalúan al instante. Y pierden el interés. Soy demasiado delgado para ser un rival.

Las mujeres en cambio abandonan su clase de airobits y vienen a mí. Con sus pechos y caderas sudorosas. Un ejército de féminas que piden autógrafos. Y me inmortalizan en sus móviles sin mi autorización.

—Matt, tengo un póster enorme de ti en mi cuarto, ¿quieres venir a verlo?

—¿Me firmas el busto?

—¡Hazme tuya!

Ahora los hombres si me ven como rivales.

¡Pofff!

¿Que fue eso?

Lo veo. En un cuadrilátero. Un hombre de más de dos metros. Se derrumba como un gran roble. A cámara lenta.

Al caer, se estremece el cuadrilátero.

Ahora veo el hacha que lo ha tumbado. Un puño cubierto de un guante verde.

Es ella. Diana.

—Tranquilas, chicas. Que este sujeto tiene más venéreas que Mercury.

Sonrío.

Diana las deja aturdidas.

—Con su permiso, señoritas.

Subo al cuadrilátero.

Un amigo del gigante trata de reanimarlo.

—¡Alguien llame a una ambulancia, por favor! 

—Vaya —le digo a Diana—. Pensé que las mujeres como tú los preferían bajos. Cómo Kidman o Theron. 

—No. A mí eso no me va. Me gustan los retos. Y los hombres más pequeños o "iguales" a mí no me interesan.

Ambos medimos 1.83.

—Pues fuí yo quién acabó con el gigante que estaba a punto de estrangularte.

—Fue suerte.

—No lo fue. Estabas aterrada. Por eso te estabas enfrentando a este tipo. Para vencer tu miedo. Me gusta eso.

El amigo del gigante no para de llorar por su difunto amigo.

Diana le toma el pulso al derribado.

—Está bien. Pronto volverá en sí. No te preocupes. Que no lo he golpeado con todo lo que tengo.

El sujeto se pone pálido. Y se aleja de Diana como si fuera un peligro.

Ella baja del escenario. Alguien le pasa una toalla. La sigo.

—¿Por qué no aceptaste el ascenso?

—No necesito que ningún hombre me facilite la vida. Puedo alcanzar mis metas yo sola.

—Pero yo solo quería ayudarte.

—¡No! ¡tú lo que quieres es acostarte conmigo!

Todos se quedan atentos a sus gritos. Mierda. Los focos están en nosotros.

Me quedo cortado.

Ella va a las duchas.

Entro hay cinco o seis mujeres desnudas.

Al verme echan el grito al cielo. Y se cubren. 

—¡Un hombre!

—¡Sucio pervertido!

—Esperen. ¡Es Matthew Gillen!

Destapan sus cuerpos.

Y vienen hacia mí. Me rodean.

—Hazme un hijo, Matt.

—No. Házmelo a mí.

—Yo solo te pido que hagas con mi cuerpo lo que quieras.

Diana saca una maleta deportiva de un casillero.

Tengo que calmar a estas fieras lujuriosas.

—Señoritas, necesito hablar con esa malhumorada de ahí. Si salen por cinco minutos. Les prometo que yo mismo las llevo a todas a un casting.

Echan el grito al cielo.

Las ayudo a ponerse las toallas. Las echo fuera y cierro la puerta con llave.

—Vete con esas. Ellas sí te darán lo que yo nunca te daré.

—¿Y por qué tú nunca me lo "darás"?

Me encara. Está seria.

—Fuí a la escuela en la que estudiabas.

Demonios. Me toma por sorpresa.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon