4

45 2 2
                                    

Pero antes de chocar contra el suelo. Se apoya en una rodilla.

Imposible.

Nadie puede soportar mi patada.

Respira hondo. Tose sangre. Está  noqueada. Pero su voluntad es de acero.

No puedo dejarla recuperarse.

—Diana, detente —es Matt.

Salto y me dejo caer con una patada giratoria.

Mete sus manos, pero de todas formas su cabeza termina en la lona.

La ataco con una metralla de puñetazos.

—Detenganla —dice Matt a sus hombres.

—¿Entonces aceptas tu derrota? —dice McGill.

Silencio.

Riu detiene mi puño y me entierra sus nudillos en la frente.

Todo da vueltas, cuando menos me acuerdo estoy respirando su sobaco.

Me hace una llave. Aaaahhh. Me va a romper el cuello.

—Ríndete, Diana, —dice Matt.

No. No puede perder contra esta zorra.

—¡Aaaaaaaaahhhh!

Rompo su llave y me retiro al otro extremo del cuadrilátero.

Esa estúpida  se pone de pie acompañada de una gran sonrisa.

Está  fundida. Como yo.

Quizá  solo nos quede energías  para un último ataque.

Inhala.

Se lanza contra mí. 

Me lanzo al frente. 

Uno. Dos. Los puñetazos vuelan por doquier. Nuestras defensas están  destruidas. Cada golpe entra directo a la cara.

Pero ella golpea más  fuerte.

No voy a resistir. Me olvido  del ataque  y paso a esquivar. Es una danza mortal.

Retrocedo. Pero atrapa mi pie con el suyo. Un machucón. 

¡PAM!

Un cañonazo a mi estómago. Vomito sangre. Y vuelvo a la lona.

Ya no tengo fuerzas. Que humillación.

—¿Qué  esperas? No quiero tu piedad. Ven y terminalo. 

—No eres tan fuerte. Pero tienes  agallas. 

Viene sobre mí  con su puño demoledor. Me cubro el rostro.

Ha caído  en la trampa.

—¡Riu, alto!

Silencio.

La estúpida  aborta su ataque.

—Te han salvado de tu muerte, niña —me dice.

Matt sube al cuadrilátero. 

—Riu, Eres más  fuerte. Mucho más. Pero Diana te ha leído  como un libro abierto. Bajas tu defensa  cuando tu rival está  desvalido. 

—Me dió  su mejor ataque  y no pudo conmigo.

—No te lo dí —digo y la sangre brota de mi boca.

—Sí, claro.

—No te lo dio. Ibas a recibirlo si no te detengo.

—¿Qué?

—Ibas sobre ella sin defensas. Su rodilla apuntaba a tu hígado. Toda su potencia sobre ese punto tan débil,  te ibas a retorcer sobre el cuadrilátero. 

Silencio.

Riu se encoge de hombros.

—Igual yo le iba a partir el cráneo  primero.

—No lo creo —digo.

—Pues yo sí  —dice Matt—. Si no paro la pelea una o las dos, terminan en urgencias. 

Me pongo en pie y subo mi guardia. Jadeo. Me siento destrozada y mis pulmones están  fundidos, pero mi voluntad sigue intacta.

Riu sonríe,  maliciosa, ¿o acaso por admiración?

—¿Qué haces? —me pregunta Matt.

—Prometiste que si ganaba, te entregabas y voy a ganar.

—Bien, sigamos —dice Riu, se truena el cuello y sube su guardia.

—Alto. Me voy a entregar.

Enarco una ceja.

—No quiero que dañen tu bello. rostro, Riu.

Hijo de…

Me voy sobre él. Pero alguien me detiene por la espalda. Es McGill.  ¿En qué  momento  subió?

—Ya, Diana, va a pagar en la cárcel lo que te ha hecho.

Matt extiende las manos y esboza una sonrisa sarcástica.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now