3

348 12 2
                                    

Yo no puedo respirar.

—Linda, si no te mueves de esa puerta, voy a ir ahí  y te daré  la paliza de tu vida.

—Lo siento —dice la chica aterrada—. Ya me voy.

Silencio.

—Linda…

—Lo siento, solo quería  preguntar, ¿Karl puede venir a dormir?

—Claro —digo.

—Tal vez en un año cuando ambos tengan dieciocho. 

—Aguafiestas. Egoísta, solo tú quieres dormir acompañada. 

Se escuchan unos pasos en retirada.

Silencio.

Pero Diana sigue como un can, con las orejas en alto.

—¡Linda! —grita furiosa.

—Ok, ok, esta vez si ya me voy.

Recupero el aliento.

—Diana, tenemos que hablar —digo—. Me fascina mucho tu personalidad  dominante, ruda. Pero a veces te pasas de intensidad  y vas a terminar matándome.

—Pues te lo tienes bien merecido. 

—¿Qué? ¿por qué? ¿qué hice ahora?

Se baja de encima de mí. 

—Estaba pensando, ¿tu llamaste a esa rubia idiota antes del comunicado de la coalición  o mucho antes? ¿uhm?

Mierda.

—Ya pasaron dos días  de eso.

—Responde.

—Ella llegó a mí apartamento…

Diana toma mis testículos  en sus manos. Y los aprieta.

—¡Espera! ¡espera! Yo traté de sacarla. No pasó  nada. Y entonces  apareció  el comunicado.

Suelta mis pelotas.

¡Ufff!

Se recuesta a mi lado. De pronto hay lágrimas  en sus ojos.

—Matt, todo lo que voy a pedirte es que no me mientas. Si te aburres de mí, si ya no quieres estar conmigo, dímelo. Me dolerá, te voy a extrañar cada día  de mi vida, pero viviré  con ello. Pero ni se te ocurra estar con otra mujer mientras sigues conmigo. Porque no respondo por lo que te haré.

Le acaricio el cabello. Pienso en cuánto le afectó que su madre le mintiera  a su padre.

—Jamás te mentiré.

Y hacemos el amor hasta quedar exhaustos. O hasta que yo quedo exhausto. Y me quedo dormido.

Diana se despierta en medio de la noche.

Matt está sentado a un lado de la cama. Tiene un tablero de ajedrez sobre la mesita de noche.

¿En qué  piensa?, se pregunta Diana.

Lo abrazo por la espalda. Sintiendo su esculpida espalda contra mi pecho.

Mueve un caballo blanco.

—¿Qué pasa?

—Ya no podré ser senador. Haga lo que haga.

El caballo ataca al rey y la dama. Uno de los dos caerá en la siguiente jugada.

—El Cirujano acabará con el pueblo o conmigo —continúa.

—Tranquilo, vamos a atraparlo.

Sonríe con amargura.

—El meteorito no mató a los dinosaurios. Los mató lo que vino después… El problema siempre es lo que viene después.

Lo beso en el cuello y con mis manos busco su sexo. Lo acaricio. Reacciona al instante.

—A mí no me importa si eres un senador, un productor de cine o un granjero.

Cojo una de sus manos y la coloco entre mis piernas.

—A ella tampoco le importa —concluyo.


Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now