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—¿Qué? No.

—Desnúdate antes de que me arrepienta.

—Dijiste que  no te interesaban las vírgenes.

—He cambiado de opinión. 

Las lágrimas caen por sus mejillas.

—No voy a hacerlo.

—Te he investigado. Tu madre tenía mala reputación. Tu padre fue firme al criarte, para que no fueras como tu madre. Por eso sigues siendo virgen.

—¿Cómo lo has...? Nadie sabe eso.

—Soy un perro con muchos trucos. También soy bueno con la intuición. Intuyo que en Geena Shelly has encontrado por fin una buena y correcta figura materna.

—No voy a hacerlo.

Las lágrimas caen en cascada de sus ojos.

—Sí lo harás. Al menos que quieras verla arruinada.

—Por favor no. Te lo suplico.

—No voy a pedirlo de nuevo. En cinco segundos retiraré mi oferta. Y Geena se hundirá.

Dos horas después.

Sala de interrogatorios. AIE.

Cuatro personas negocian sentados a la mesa. El Presidente y Geena, frente a Matt y su abogado.

Y yo estoy de pie. Lista para frustrar cualquier hipnosis de Matt. Soy la única inmune. ¿Por qué? 

Aún es un misterio.

Matt continúa esposado. Se las arregla para llevarse un cigarrillo a la boca.

—¿Les molesta si fumo?

—Sí —dice el Presidente, enfadado.

Matt sonríe. Y hace un gesto a su abogado, para que le encienda el cigarrillo.

Matt inhala y exhala el humo.

—Aunque aceptáramos tu propuesta. La prensa nos crucificaría. Dirán que es un pacto de impunidad. Es algo que tú partido haría, pero no el mío. Por eso la gente me eligió Presidente. Porqué soy diferente.

—La prensa va a hablar quizá una semana o dos. Pero la prensa es un animal hambriento que se aburre de comer lo mismo, yo me encargaré de buscar una comida más apetitosa para ellos.

—No tienes escrúpulos —dice el Presidente—. Dejar que llegues al Senado podría volver a sumergir esta nación en la porquería.

—Tal vez. Pero, ¿en qué se sumergirá usted sin Geena? Ella es su Arcángel Miguel, ella lidera su hueste celestial. La única persona en quien confía plenamente. No soy muy religioso pero fue Miguel quien desterró a Lucifer. Sin ella usted caerá.

Silencio.

—Señor Presidente, no podemos pactar con el Diablo —dice Geena—. Estoy dispuesta a renunciar. No permitiré que manche su imagen por mí.

El Presidente analiza sus opciones.

—Supongamos por un momento que tú no eres el que orquestó la hipnosis en masa.

—No fui yo.

—Y supongamos que yo acepto tu trato. ¿Qué me garantiza que tu jefe cumplirá con el trato una vez que obtengan lo que quieren?

—Mi abogado ha hablado con él.

—Y él está de acuerdo. Incluso está dispuesto a reunirse personalmente con usted, Señor Presidente, si usted así lo desea —dice el abogado.

Matt apaga el disminuido cigarrillo contra la mesa.

—Usted hable con su gente. Impida que la reforma sea aprobada. Y nosotros haremos nuestra parte.

El Presidente y Geena se marchan, también el abogado de Matt.

Matt me sonríe. Yo agacho la mirada. Todavía no puedo creer lo que pasó en los baños. Él me ordenaba que me quitara la ropa y… McGill entra en la sala. Seguido de dos agentes.

Amordazan a Matt. Le ponen una camisa de fuerza.

—Mientras el Presidente decide, seguiremos con el debido proceso. Te llevaremos frente al juez. Aunque ya sabemos que el juez te dejará en prisión preventiva y sin derecho a fianza.

Los agentes ríen.

—Bueno, Diana —me dice McGill—. Ya puedes ir a tu apartamento. No tomes prisa. Este idiota no podrá hipnotizar a nadie.

Matt me mira a los ojos. Sonríe como un depravado que ha obtenido lo que quiere. 

Un agente le venda los ojos.

Abro la puerta. Me marcho. Debo olvidar lo que pasó en ese baño.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now