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—Sí, podría pasar, con el tiempo.

—Estamos sonriendo, en la cama, desnudos…

Escucho atenta y sonriente, sin importar que su arma continúe en mi costado.

—Me enciendo un cigarrillo —continúa, su semblante se vuelve serio de repente—. Pero no llego a dar ni una calada, porque en ese momento de debilidad me vuelas los sesos de un balazo.

—No haría eso.

—Claro que no. Porque prefiero que lo hagas ahora, de frente.

Pone el arma en mis manos.

—No voy a dispararte.

—Sí, lo harás. O si no…

—Si no, ¿qué?

Desabrocha mi blusa.

—Detente. 

 —Dispárame.

Hunde sus labios en mi cuello.

Cierro los ojos. 

Me entra un escalofrío. Se eleva mi temperatura. 

Mi cuerpo me traiciona.  Pero esa barba rasposa me sacude. Y mi olfato me termina de despertar.

 —Matt, para.

 —Dispárame si quieres que pare.

 —Matt, que te detengas, hombre. ¿Hace cuánto  que no te bañas? 

Lo separo bruscamente. 

Se pone de pie.

 —Está bien. Me voy a acicalar. Y cuando salga es mejor que no estés. O si no ya sabes, o me disparas, o me dejas hacer lo que quiera.

Matt se va a bañar.

Tomo el ascensor  hacia a la salida. Se abren las puertas del aparato. Cada pie me pesa una tonelada. 

Logró salir. Las puertas se cierran tras de mí.

Metros adelante, el escape. Me giro. Matt tomó el ascensor hacia el faro. Imagino que es su habitación. 

¿Debería  subir? Pero si subo, ya sé  que va a pasar. 

Lo inevitable. ¿Tan débil  soy?

Mi corazón  palpita en crescendo. Alguien está  usando el ascensor. Es Matt, quiere pedirme que me quede.

¿Qué hago? ¿lo espero? Sí lo espero ya sé  que va pasar.

Las puertas se abren. Y también mis ojos.

Un hombre diminuto y una mujer media alta, hermosa.

Russo y su concubina. 

Desenfundo mi arma al instante. 

Russo comprende que va morir.

La chica busca algo en su bolso. Nerviosa.

—Vete —digo a la chica.

Encuentra lo que buscaba. Se enciende un cigarrillo.  Me percato que tiene unos aparatos para la sordera. ¿Funcionarán?

—¿Te has quedado mudo? Me reconoces.

Un momento. 

—¿Qué haces aquí? ¡Matt!

Las lágrimas  brotan de mis ojos. Matt. Matt  es aliado del asesino de mi padre.

Seco mis lágrimas. 

—Púdrete en el infierno, bastardo.

—¡Espera!

—¿Uh? ¿puedes hablar?

Su cara está cubierta de humo.

—No eres capaz de dispararnos. No. Tú eres buena persona.

Tiene una sonrisa muy simpática. Y una voz dulce. 

—Qué guapa eres ahora entiendo porque Matt habla tanto de ti.

—Matt habla de mí…

Bajo el arma.

—Ufff, no hace otra cosa más que decir Diana esto, Diana lo otro. 

Matt habla de mí con esta chica simpática.

—Por cierto, ¿sabes dónde  está  él?

—En su habitación. 

—Uuuuuy, la habitación, ¿por qué  no vas a buscarlo? Qué tal que sufrió  un accidente —dice en tono picaron.

—Pues me encantaría. ¿No crees que se moleste?

—Para nada. Gusto es lo que le va dar.

Toma a su pareja de la mano y se apartan  del ascensor. 

Yo entro.

Sonríe. Sonrío. Las puertas se cierran.

Ella lo evita con rapidez.

—Un último favor —dice.

—¿Sí?

Da una calada a su cigarrillo. Exhala.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaOnde histórias criam vida. Descubra agora