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El Presidente mira a McGill, es un permiso para hablar.

—El Señor Gillen se resistió al arresto. Y atacó a una agente. Tuvo que ser sometido por la fuerza. Pero una vez en custodia se le trató correctamente.

Se abre una puerta tras ellos. Dos agentes de la AIE custodian a Matt, lo mantienen esposado.

Él está elegante, aliñado, Salvo por su nariz.

La prensa estalla en un bullicio.

Una voz grita más fuerte que las demás:

—¿Señor, Gillen, cómo le han tratado?

El desastre. Geena agacha la cabeza, como si su cuello no soportara el peso de la desgracia.

Matt exagerará. Nos venderá como monstruos. Y la prensa le creerá. La prensa lo ama.

Matt sonríe.

—Me han tratado bien. Me siento como si estuviera de vacaciones. Si hasta me han traído piña colada.

—¿Qué? —dice Geena.

Por un segundo la sorpresa se apodera del rostro del Presidente.

Sonrío.

¿Por qué no nos destruye?

—Ese idiota quiere negociar —digo.

Termina la rueda de prensa.

Solicito ir al baño.

Diana, la agente que me rompió la nariz, me lleva al baño, porque es inmune a mi "hipnosis". Ellos todavía no saben que otras personas también pueden resistirse a la manipulación.

En el baño.

—Bueno. Está bien, satisface tus necesidades conmigo. Pero que sea rápido.

—¿Quieres otro puñetazo?

—Por favor.

Ella pone los ojos en blanco. Pero una ligera sonrisa la delata, le agrado.

—Sé que no nos has destrozado con la prensa porque quieres negociar.

—Astuta —digo—. Pero no puedo seguir esta conversación con la vejiga llena.

—Los urinarios están ahí. No me digas que eres tímido —dice con un tono juguetón.

—No soy tímido. Es solo que temo que si me ves orinar te enamores de mí.

Ella sonríe.

—No intentes escapar. Esto no es una peli. Los ductos de ventilación no son tan grandes.

Sale. Cierra la puerta tras de sí.

Ignoro los urinales. Entro en un cubículo.

Y me masturbo. Pienso en esta sexy agente. Lo hago rápido. Termino, pero pasa algo extraño. Mi deseo por ella no acaba. Es inaudito. Usualmente al eyacular pierdo el deseo por cualquier mujer. Puedo seguir penetrándola. Pero ya no quiero estar ahí. Ya no me apetece.

¿Pero por qué sigo deseando a esta mujer?

Bajo la cadena. Camino hasta el lavabo.

Enjuago mis manos. Le pido que entre.

Ella lo hace. Le digo que cierre la puerta.

—Tengo una solución para este desastre. Para qué tanto Geena como yo podamos salir bien librados de esta.

—¿Y cuál es?

—No voy a decírtela a ti. Quiero que el Presidente y Geena vengan de rodillas a pedirme que los salve —suspiro—. Que hermoso es tener la sartén por el mango.

—Cómo quieras. Les notificaré.

—Aún no decido si quiero salvarlos.

—¿A qué juegas?

—No entiendes nada de política. Te explico: yo tengo algo que tú quieres, tú debes darme algo que yo quiera.

—¿Qué quieres?

Silencio.

—Desnúdate —lo digo sin sonreír, no me esfuerzo por ser gracioso o agradable. Lo digo con firmeza, con rudeza.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now