UN ATENTADO A DOMICILIO

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NOTA: Este capítulo (y sus partes se encuentran en edición) por consiguiente  está  sujeto a cambios.

Bajo del auto. Frente a la casa de "mi jefe".

Un auto se estaciona a la par del mío. Es Diana.

—Ese demente viene por el Señor Evans y solo yo puedo evitarlo.

Ella asiente.

Entramos. 

Le cuento todo a Evans. 

—Entiendo, Matt. Pero no quiero a esta mujer en mi casa. Que yo haya salido en televisión diciendo que he unido fuerzas con el gobierno para atrapar al Cirujano, no significa que esté seguro que el gobierno no es quien orquesta toda esta tragedia.

>>Además ella acaba de matar a una docena de hombres, a sangre fría.

Diana se pone furiosa y sale del lugar.

La sigo. 

Está llorando en su auto.

—Matthew no soy un monstruo.

—Lo sé.

Seco sus lágrimas.

Se pone seria. Luego furiosa. De un manotazo aparta mis dedos de sus mejillas.

¿Ah?

—¿Qué pasa?

—Deja de manipularme "sin querer".

Enciende el auto.

—Espera, Diana.

Acelera. Se marcha. Me deja ignorado.

Mierda.

Tengo cosas que hacer.

Reúno a todos los guardias.

—Todos ustedes tienen familia. Y pueden sustentarla gracias a este trabajo que les brinda el Señor Evans. Si el muere ustedes perderán sus empleos. Y nadie querrá contratar a los hombres que dejaron morir a un candidato presidencial. 

Con eso tiene que ser suficiente para que no se dejen hipnotizar.

—Bueno ahora busquen explosivos en la casa. Y resguarden al Señor Evans y su familia.

En breve estoy en el edificio donde vive Diana.

Toco la puerta.

Me abre una adolescente con ropa provocativa.

Sonríe amistosa. Pero no coquetea. Porque le gusto a su amiga, lo sabía.

Le pregunto por Diana. Ella no está.

—¿No sabes dónde pueda estar? No me contesta. Estaba llorando.

—¿Qué dijiste? ¿llorando? ¿tú la viste llorando?

—Sí. Dos veces.

—¿Dos veces? No me lo creo. Ella no llora delante de nadie. A ella le gusta aparentar que es ruda, pero tiene su corazón.

Debo irme. Le pido que cuando ella llegue le avise. Y le diga que vaya a la casa de Evans.

Me marcho.

Voy a renunciar al caso, no puedo trabajar con él, piensa Diana.

Abre la puerta de su apartamento.

—¿Lloraste dos veces delante de Matt Gillen? —dice Linda, sentada en el sofá.

Me estaba esperando.

—¿Cómo lo sabes?

—Él vino aquí. Muy preocupado. Y me asombró que me dijera que te había visto llorar, cuando tú no te permites llorar delante de otros.

—No le dijiste eso último, ¿verdad?

—¡Ups! Eh… Quizá se me escapó.

—Mierda.

—Lo siento. Estaba impactada. No dejas que ni yo te vea llorar. Y soy tu mejor amiga.

Silencio.

—¿Dejaste que te consolara, verdad?

—Si fuera así, ¿qué tendría de malo?

—Nada. Todo lo contrario. Significa que te gusta que te consuele. Mi maestro de biología dice que el instinto nos dice lo que realmente necesitamos o debemos hacer. Tus genes ven a ese tipo y quieren echarse a sus brazos para que te proteja.

—No digas tonterías. ¿Por qué habrá venido? Su jefe está en riesgo y él es el único que puede salvarlo. Dejarlo solo es un peligro.

—Quiere decir que le importas más tú que su jefe.

Sonríe. 

Bajo la cabeza. Sonrío.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora