8

1K 39 1
                                    

Demonios, musita Matt.

—Los aviones también fueron una distracción —digo.

—El Señor Evans ya había sido hipnotizado.

—¿Qué quieres decir?

—El Cirujano no planeaba un homicidio, planeó un suicidio.

Recuerdo las órdenes de Geena. Evans no puede morir por ninguna razón.

—Debemos evitarlo. Llámalo. Hipnotízalo para que no haga esa locura.

—No puedo hacerlo. No puedo influenciarlo. No estando tan lejos. Mi jefe morirá esta noche.

La prensa está horrorizada. Hay un silencio sepulcral. El sonido del viento es lo único que se escucha. 

Matt camina, alejándose de los demás.

Lo sigo.

—¿Adónde vas?

Afloja su corbata. Necesita aire.

—Estoy acabado. Todos los miembros de mi partido van a repudiarme. Para ellos seré el hombre que dejó morir al futuro Presidente de la nación.

—No podrán odiarte. Tú los hipnotizaras para que te adoren.

Él niega con la cabeza.

—Mi influencia no funciona cuando alguien me odia o repudia. Como tú por ejemplo. Mi influencia no funciona en ti. No entiendo porqué, pero me odias. Aunque hace unos días ni te conocía.

Trago saliva. ¿Habrá descubierto que sospecho que es aliado del asesino de mi padre?

Sonríe con tristeza.

—Entonces si hay una razón.

Silencio.

—Escucha. No perdamos el tiempo. Llama a tu jefe y haz todo lo posible para que no se vuele los sesos —le reprendo.

—Ya te dije que nada se puede hacer.

—¡Siempre se puede hacer algo!

Y de pronto su rostro se ilumina. Coge su móvil. Marca un número.

—Charlotte, pon el altavoz por favor.

En mi móvil sintonizo la tentativa de homicidio en directo.

—Señor Evans, baje el arma —dice Matt.

—No hay nada que puedas hacer, Matt. He hecho mucho daño a esta nación. Debo morir.

—Estoy de acuerdo.

¿Qué? ¿qué demonios hace? Me dan ganas de tumbarle los dientes.

—¿Pero va morir sin haberse fumado un último cigarrillo?

Evans frunce el ceño. Saca un cigarrillo de su chaqueta. El que le dió Matt.

—Tú enciéndelo. No intentes nada raro. O te vuelo la cabeza.

El jefe de seguridad toma el cigarrillo. Lo enciende con su encendedor. Y lo regresa a Evans.

Evans da una calada.

—Eso es. Inhale fuerte. Sienta el humo entrar en sus pulmones.  La nicotina correr por su sangre. Sienta como se tranquiliza.

Evans se relaja.

—Baje el arma. El Cirujano ha entrado en su mente. Quiere obligarlo a matarse.

La duda se apodera del rostro de Evans. Lentamente baja el arma.

—No. Tú eres quien intenta entrar en mi mente —grita—. Soy un hombre malo. Debo morir.

Mierda. Va a suicidarse. 

Uno de los hombres de seguridad le arrebata el arma. Evans había bajado la guardia. Sus hombres lo someten con facilidad.

Matt cuelga la llamada.

Sonríe. Aliviado.

No lo puedo evitar. Mis ojos se humedecen. Hay algo que trata de romper mi pecho. Y apenas puedo contenerlo. Estoy al borde de los sollozos.

—Acabas de salvar mi carrera —digo.

Él se acerca a mí. Y me abraza. Dejo caer mi cabeza en su pecho.

—Debemos conseguir una banca.

Sonrío.

—No lo voy a hacer contigo. Y menos en una banca.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now