7

700 27 1
                                    


¿Diana, estás segura de esto?, piensa ella.

No.

Matt está en bóxers. Vislumbro su erección. ¿Ese tamaño es normal?

Eso no es un órgano, es un arma blanca.

Desvío la mirada.

Estoy cometiendo un error. Pero se siente tan bien.

Es como si estuviera liberando una bestia que habitó en mi interior por mucho tiempo.

Me levanto de la cama y voy por él.

Cierro mi mano sobre su cuello con todas mis fuerzas.

Disfruto su cara de sorpresa y terror.

—Tienes suerte de que no tenga experiencia en esto, o si no, no serías suficiente para mí.

Lo arrojo sobre el colchón.

Me echo encima de él. Beso sus labios. Los muerdo.

—¡Para! ¡para por favor!

Estallo en carcajadas sobre su pecho.

—Se supone que yo debería decir eso.

—Pero si me has sacado sangre.

No paro de reír.

—Eso también debería decirlo yo.

—Te parece muy gracioso, ¿no?

—Sí —mis dientes se posan amenazadores sobre uno de sus pezones.

—No te atrevas.

—¿O qué?

Me descuido un segundo.

Le da vuelta a la situación y está encima de mí.

Me inmoviliza las manos y succiona mis pezones.

Es un placer insoportable. Lo abrazo con mis piernas. Aprieto.

Se detiene y grita de dolor.

Pero vuelve su boca a mis pechos.

Y ante la sensación aflojó un poco mis piernas. No, debo ser fuerte.

Creo que le voy a quebrar las costillas pero no se detiene.

Ha dejado mis manos libres.

Hundo mis dedos en los músculos de sus hombros. Tratando de hacerle daño.

Lo freno. Pero, necio, vuelve a lo suyo.

De repente escucho la voz de Linda en mi cabeza.

—Diana, se supone que debes dar placer, no dolor.

Tiene razón. Detengo mis ataques. Dudo mi siguiente movimiento, pero me lleno de valor.

Le bajo los bóxers.

Matt sonríe. Termina de quitárselos. Evito a toda costa ver su erección, no quiero tener pesadillas.

Y a continuación quita mis bragas.

Cierro los puños para frenar mis impulsos de detener sus manos 

Cuando mi sexo queda al descubierto lo tapo con mis manos.

—Nadie me ha visto… Mi… Nunca.

Matt besa mis manos. Las abre poco a poco, como a una ostra para encontrar la… ¿La perla?

Sonrío.

—¿Qué planeas hacerle a mi perla?

Guardo silencio para esperar que reaccione a mi chiste. Pero no lo hace.

En lugar de eso responde a mi pregunta.

Es un instante, el tiempo se congela por en ese segundo, cuando su lengua hace el primer contacto…

—Ooooooowwwwwwhhhhh. 

Miro bizco.

Me derrito.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora