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Toma mis manos y las aprieta suavemente.

—Te prometo que pasaremos más tiempo juntos.

Seguimos adelante.

Matt sonríe con la mano en alto como un Presidente. Y yo me siento como la primera dama.

¿Podría ser primera dama? Él seguro podría ser Presidente.

Llegamos a las escaleras del Palacio.

Me detengo. Matt se gira extrañado.

—Ve tú le digo.

El asiente. Decepcionado.

No. Yo no puedo ser primera dama. No soy de esas mujeres. 

No soy de reír y dar la mano. Soy de las que te miran mal y te sueltan puñetazos.

Matt se detiene en lo más alto de las gradas. De cara al "público". 

Los brazos abiertos como las alas de un águila que va emprender el vuelo. 

Con la cabeza gacha. Porque su rostro es el principal espectáculo y aún no es hora de abrir los telones.

Silencio. Aquella ruidosa calle ha perdido la vida.

Cinco segundos. Diez. Quince. Veinticinco. Treinta.

Matt levanta la cabeza. Lentamente una sonrisa se dibuja en su rostro.

—Los han usado, hermanos míos. Cómo a marionetas los han manipulado.

>>Pero tranquilos. Yo estoy aquí. Para romper sus cadenas. Para mostrarles la luz.

Es casi como si él brillara literalmente. Cómo si fuera  aún  más apuesto. Más genial.

Cómo si fuera Dios.

Todos están embelesados.

¿Todos sentirán lo mismo que yo siento? ¿yo sentiré lo que ellos sienten? ¿mis sentimientos son una hipnosis?

No lo sé. O quiero pretender no saberlo.

Mis pies se mueven casi sin que me dé cuenta. Subo un escalón. Quiero ir con él.

Estar a su lado. Ser su primera dama. Dejar de ser un perro de caza.

Segundo escalón. Una mano me toma de la muñeca. Me detiene.

¿Quién es?

Estoy desprevenida. Tiran de mí. Mierda. Me estrello contra un pecho.

Una mano estruja uno de mis senos. Una mano enguantada y sin meñique.

—¡Hijo de puta! —grita Matt.

Doy un cabezazo atrás. Me libero. Media vuelta y patada. 

Lo tumbo.

Pero El Cirujano se carcajea. ¿Por qué?

¿Uhm?

Todos han salido de su trance. Del dominio de Matt. Sacuden la cabeza, lavándose la confusión.

 Y estallan en vítores anarquistas de nuevo.

Matt ha perdido el control por culpa de un pecho mío.

Desenfundo mi arma.

Tengo a tiro a este bastardo.

Matt se queja. Está en el suelo. Le han dado con una piedra en la frente.

La multitud viene con porras de gasolina.

Le tiro las esposas al Cirujano.

—Te vienes con nosotros.

El Cirujano lanza lejos las esposas.

—No iré a ningún lado. Pero te doy permiso para matarme… Después de todo, también soy malo.

>>Debo morir en algún momento.

¿Qué? ¿Un "justiciero" que contempla su propia muerte?

No importa. Saco otras esposas y se las pongo. No opone resistencia.

—¿Qué harás? —dice—. ¿Nos echarás a ambos en tus hombros y nos sacarás de aquí?

¿Ambos?

—Míralo…

Apunta a Matt. Matt trata de parar a los manifestantes que quieren prender fuego al Palacio Legislativo. Recibe golpes.

¡Lo bañan en gasolina! ¡van a quemarlo!

Hay lágrimas en sus ojos.

—Él preferirá que lo quemen dentro del Palacio a escapar de la turbe. Y yo prefiero morir antes que ser arrestado.

>>Solo puedes llevarte a uno. Lo dejas morir a él y me arrestas a mí. O me matas y lo salvas a él.

¿Qué hago? Tengo a este monstruo aquí. No puedo dejarlo escapar. Pero si matan a Matt…

¡Mierda!

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now