7

1K 42 3
                                    

Ese hombre puede llevarnos al Cirujano. Lo tacleo. Caemos en una zona segura. Detrás de un contenedor de basura. Está inconsciente. No sé cómo Matt está detrás de nosotros. Intacto.

Los pandilleros no paran. Se acercan. Con sus balas feroces. Desenfundo mi arma.

—¡AIE, alto al fuego!

Balas. Y más balas.

Matt rompe un fragmento de la camisa del piloto. Lo amarra a un tubo desechado. Y ondea la bandera de la paz.

—Nos rendimos.

Las balas destruyen la bandera y el tubo.

—¡Mierda! —golpea el contenedor, furioso—. Vamos a morir sin habernos acostado.

¿Este idiota habla en serio?

—Van a matarnos y tú piensas en acostarte conmigo.

—¿Contigo? No te ilusiones. Hablaba del piloto. Mira qué cara tan simétrica.

—Imbécil.

Respiro hondo. Me preparo para abrir fuego, mi pistola contra uzis. 

—¡Alto al fuego! ¡soy Matthew Gillen! Si me matan ya nadie va a entretenerlos.

Las balas cesan. ¿Qué?

Murmullos. "Matthew Gillen! ", "¿en verdad está aquí?", "es imposible".

Matt se pone de pie. Trato de impedirlo. No lo consigo. ¿Acaso quiere que le vuelen la cabeza?

—Voy a firmarles todos los autógrafos que quieran.

Me pongo de pie. Muestro mi placa. Y me identifico. Pero todos me ignoran. Están embelesados en Matt.

—Tú te acostaste con mi chica —dice el del frente, el líder, furioso.

—Ya te dije que no nos acostamos —dice la chica a su lado, alta, guapa, pantalones ajustados, camiseta de tirantes, un busto firme y altanero. Es… Sexy.

—¡Espera! ¡eres la chica que reparó mi auto! —dice Matt—. Como olvidarte. Eres muy divertida.

La chica le sonríe. Coqueta.

—¡Cállate, idiota! —le susurro—. Vas a hacer que nos maten.

El pandillero rompe en llanto. Como una niña. 

Vaya.

—Quiero que me digas la verdad. Por la memoria de nuestra tía.

—¿Son primos? —susurro a Matt.

—Las primas son un buen plato —me susurra de vuelta.

—Eres un cerdo.

—No. Por la memoria de la tía no. No la metas en esto —dice la pandillera.

—Sí.

—No.

—Que sí. Por la tía que en paz descanse. Dime qué pasó esa noche.

La chica está llorando.

—No tuvimos sexo… Solo se la chupé un poco.

Suspiro. Estamos perdidos. Este idiota... Vamos a morir por su estúpido pene.

El pandillero se pone colorado. Las venas en su cuello quieren explotar.

—Tranquilos. Soy una agente especial. Bajen sus armas. No se metan en problemas.

—Te voy a matar —le dice a la chica—... A menos que lo mates tú a él.

La chica duda. Trato de disuadirla. 

Tengo mi arma en mano pero no le apunto a nadie. Por el momento. La Uzi del piloto está a mis pies. 

La chica levanta el arma hacia nosotros. Un milisegundo, Matt se lanza hacia atrás, para cubrirse de las balas. Otro milisegundo,  más armas comienzan a levantarse. 

Tercer milisegundo, con la puntilla de mi pie pateo la uzi hasta mi otra mano. Abro fuego. Con las dos armas. Sin piedad. Sin miedo. En un frenesí de supervivencia.

Alguno alcanza a disparar, hacia el cielo, hacia ninguna parte. La tormenta de balas los deja en el piso, inundados de sangre.

Camino hacia ellos. Uno está mal trecho pero trata de dispararme. Pateo su arma lejos.

Todos los demás están muertos o inconscientes. Salvo una.

—Matt. Matt. ¿Dónde estás?

Matt va hacia ella. Se arrodilla a su lado.

—Tranquila. Llamaré a una ambulancia.

La chica. Tose. Agoniza. Habla con su último aliento.

—Te veré en el infierno, bastardo… Lleva tu pene.

Muere.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now