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Salta y estrella sus nudillos en la mandíbula de Golly. Apenas la mueve. Sin embargo, ahora esa criatura está más enfadada.

Coge a Matt por el cuello con una sola mano. Lo suspende en el aire.

Me pongo en pie. Trato de arrebatar a Matt de sus garras. Pero su mano es una tenaza cerrada sobre el cuello de Matt.

Ni siquiera se molesta en usar su otra mano para atacarme. Cree que no la necesita. Una sola es suficiente para acabar con ambos. Sonríe.

Le doy una patada al pecho, bueno, más bien en la panza. Es muy grande. Y mi ataque no le hace retroceder. Está bien parado.

Me da una manotada y me hace a un lado. Mierda. Aún sus golpes más débiles duelen como el golpe de una almágana. 

Aún así, no pienso rendirme. Lo rodeo por detrás y salto sobre su cabeza. Lo rodeo con mis piernas. Asfixiándolo. O haciendo el intento. Al mismo tiempo le doy puñetazos en la cabeza.

Matt se está poniendo morado. Se está ahogando. Y no debe faltar mucho para que le quiebren el cuello.

Aprieto con más fuerza mis piernas. 

El gigante me toma por el pelo. Hijo de puta. Me va dejar calva.

Cojo un cuchillo de uno de mis tobillos. Un águila del desierto. Se lo entierro en un pectoral.

Brama como toro. Suelta a Matt. Y me arroja sobre él. Reboto en Matt y caigo más allá.

Me muero del dolor. Pero aún tengo cabello. O eso creo.

Matt llega hasta  mí.

—¿Estás bien? —me pregunta.

—Recuérdame no volver a hacer un trío con dos sujetos. Estoy molida. 

Sonríe.

—Yo también puedo ser graciosa —le digo.

—Me queda claro.

Me ayuda a levantarme.

Una enorme mano se dibuja alrededor de su cuello. Como un tatuaje rojizo.

—¡Voy a matarlos, hijos de puta! ¡a ti primero, puta!

Golly arranca el cuchillo de su pecho. Y lo lanza contra mí. Me paralizo ante mi muerte inminente. Por primera vez.

Matt me empuja con su diestra. Me bota a un lado. ¡Estúpido, ¿qué has hecho?!

Prorrumpe un lamento. La sangre me salpica. El cuchillo se ha enterrado en su carne.

Cae sobre su espalda.

Me abalanzó sobre él.

—¡Matt!

El cuchillo está insertado en su bíceps derecho. Su traje está lleno de sangre.

—Ponte de rodillas. Agacha tu cabeza. Y muestrale tus palmas. Como si estuvieras recibiendo al espíritu Santo.

—¿Qué dices?

El Gigante viene hacia nosotros. Despacio pero con una sonrisa macabra.

—Diana, él va matarnos a menos que nos comuniquemos con él  para persuadirlo.

—Pero no puede escucharnos. 

—Exacto. Por eso has lo que te digo. El noventa y tres por ciento de la comunicación es no verbal. Adopta esa postura de sumisión. Demuéstrale que no eres un peligro. 

—Es una locura.

—Confía en mí.

El gigante está demasiado cerca. Adopto la postura de sumisión.

En esta posición soy vulnerable. Podría aplastar mi cráneo con su pie de elefante.

Silencio.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now