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—¿Quién sabe qué? —Dice Russo.

Está sentado en un sofá. Con la TV encendida. Mientras limpia una pistola. Desarmada.

—Diana Armas. Sabe que soy tu cómplice.

Russo suspira. Reflexivo.

—Sabíamos que este día llegaría. Qué mal que haya sido tan pronto.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo?

Me enciendo el décimo cigarrillo de la última media hora.

—No hay de qué preocuparse. Tenemos pruebas de los LAMs. Si te tocan los destruimos.

Silencio.

—Ella dijo que me mataría si descubre que estoy aliado contigo.

Russo sonríe.

—No es normal que estés así por una simple amenaza… El viejo Armas era severo. Su mujer le fue infiel. Y educó a su hija para ser una mujer de principios. De seguro aún es virgen.

Ah. Me ha descubierto.

—Pero eso no es suficiente para que te preocupe tanto su opinión sobre ti.

—No me importa lo que crea de mí.

—Claro que sí. 

>>¿Sabes?, los hombres somos polígamos por naturaleza. Pero siempre hay una mujer que es más importante que las demás. ¿Qué tiene esa mujer? ¿qué la hace especial? No lo sé. Tú no lo sabes. Pero los genes dentro de ti lo saben. Saben cuándo están junto a la mujer con la cual tu descendencia sería óptima. Esa es la mujer por la que debes luchar. Por eso te aconsejo que te alejes de ella.

—¿Qué? —pregunto confundido.

—Tú lo sabes mejor que yo. "Femme Fatale". Ella está con el enemigo. 

—Pero ella no es mala. No es como ellos.

—Eso no importa. Lo qué importa es que ella cree que está con los buenos. Y qué tú estás con los malos. Ella destruiría al hombre correcto por la causa equivocada.

Agacho la cabeza.

Diana. Femme Fatale. Mujer Fatal.

Se ha consumido el cigarrillo. Me enciendo el undécimo.

El chico de Linda vendrá en cualquier momento, yo preparo algo de comer, no los dejaré a solas aunque ella se moleste.

—Por favor vete —dice como una niña renegona y llorosa—. Matt lleva dos días ahí afuera. Ve con él.

Ella está en el sofá. Yo Estoy en la cocina.

—No. No voy a dejarlos solos. Son unos niños. No deben hacer cosas que no corresponden a su edad.

Llevo una bandeja con nachos y bebidas y la pongo sobre la mesita frente al sofá.

—Pero quiero echar un polvo —dice al borde de las lágrimas.

Suena la puerta. Corre a abrir. Es su chico. Lo besa. Lo coge de la mano y…

—Vamos a mi cuarto.

Me interpongo.

—Muchacho, prueba esos nachos deliciosos.

—Oh, qué bien. ¡Tengo mucha hambre!

Linda me mata con la mirada. Yo sonrío satisfecha.

La puerta ha quedado abierta. Y por el rabillo percibo su figura.

—Largo no te quiero ver.

Es Matt. Viene hacia mí. Pero de repente me hace a un lado bruscamente. Sin siquiera prestarme atención.

Apunta al chico, con enfado.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora