6

1K 42 2
                                    

Al día siguiente, por la mañana. 

Nos reunimos en la AIE.

En el lobby de la agencia. Un Centenar de agentes.

Geena vuelve a tener la voz cantante y sonante.

—Nadie va dormir hasta que encuentren al Cirujano. Hemos obtenido varias grabaciones de la base aérea y de sus alrededores. Iremos de casa en casa si es necesario. Buscando hombres con su descripción. Dato importante. Le falta el meñique de la mano izquierda.. McGill estará a cargo de la investigación.

¿Qué? Pero se suponía que yo…

—¿Qué significa esto? —grita Matt—. Yo pedí expresamente que…

—Usted aquí no pide nada, Señor Gillen. Aquí estoy a cargo. Las órdenes las doy yo.

Miro a Matt. Recuerdo su confesión.  Ya ha matado  antes. Pero soy incapaz de sentir repulsión  por él. 

—Matt, tranquilo —le digo.

Matt sonríe, desafiando a Geena.

No dice nada. Se da media vuelta.

—¿Adónde va, Señor Gillen?

—A acabar con su carrera y la de medio gobierno.

—Bien. 

Matt se queda cortado. Confundido. Es una lucha de poder. Y Matt puede destruirla. Pero Geena prefiere hundirse antes que obedecer las órdenes de Matt.

—Diana, —continúa Geena— tú estarás a cargo de una misión secundaria. Ubicar y capturar al piloto del jet. No creo que te sea muy difícil. Quiero que me demuestres tu eficiencia. Demuéstrame tu liderazgo. Puedes llevarte cinco hombres, o seis ahora que el Señor Gillen ya no quiere asesorarnos. 

—Yo no soy un actor secundario. Soy la estrella del show. Me necesitan o El Cirujano hará que se maten los unos a los otros —dice Matt.

—Matt, tranquilo sí. A penas es la segunda vez que estoy a cargo de una misión. Y sé que me serás de gran ayuda.

Matt asiente. Guarda sus garras y dientes porque se lo pido. Gracias, Matt. Geena alza el rostro altiva. Ganadora.

¿En qué momento Matt se volvió el héroe y ella la villana?

El piloto lleva varios días a la fuga. Si fuera inocente no huiría. 

Localizarlo es casi imposible.

No es de la capital. Ya no debe estar aquí. Quizá ya no está en el país.

Hay dos agentes en el oeste del país, vigilando su casa.

Seguimos su pista por medio de cámaras. Y vamos al lugar donde  fue grabado por última vez. Qué  por azar es en la misma cuadra de la Sastrería  De Susanne.

Llegamos ahí  en mi auto.

Por los ventanales de la tienda se ve a muchas mujeres y hombres atareados, llevando telas de aquí para allá, costurando con sus máquinas. Etc.

—Susanne ahora está muy contenta —dice Matt.

—No voy a denunciar tu crimen, por ahora —digo sonriendo.

Matt tiene las manos en los bolsillos. Está cabizbajo. Triste.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Pienso en cuántas mujeres hay en el mundo como Susanne. Tristes. Desesperadas. En busca de un milagro. De la felicidad —suspira—. Pero yo no puedo estar en todas partes —culmina con una risa morbosa.

Le doy un codazo a las costillas. Fuerte. Se queja.

—Dijiste que no te la habías tirado.

Sonríe divertido. Se la está pasando en grande.

—No me la he tirado. Es que me encanta verte brava. Me excita.

Resoplo. No tiene cura. Comienzo a caminar. Quiero estar lejos de él, o eso quiero hacerle creer.

Y de pronto un milagro. Veo al piloto girar en una esquina.  Le grito a Matt.

Y le seguimos.

Unos doce pandilleros están reunidos al otro lado del callejón. Hombres y mujeres. Apoyados en sus autos. Bebiendo. Besándose. Manoseándose.

El piloto saca una uzi. Mierda. Abre fuego contra los pandilleros. 

El desastre ha comenzado. Cristales rotos. Chispas. Sangre voladora. Los pandilleros se echan al suelo o se cubren tras sus autos y responden. 

Una lluvia de balas.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now